viernes, 28 de mayo de 2010

Se realizó la clase del Bicentenario


El miercoles 19 de mayo en la Facultad de Ciencias Sociales, sede Marcelo T. de Alvear, se realizó la clase por el Bicentenario de la Patria.

Ignacio Politzer, Oscar Valero y Elías Quinteros estuvieron a cargo del desarrollo de las diversas ideas que cruzaron nuestra Patria Grande en aquel entonces permitiendonos pensar y conocer más de nuestra historia.

La presentación estuvo a cargo de Carla Wainsztok y Arturo Fernandez.


Además del enriquecimiento de la conciencia crítica y la construcción de buen sentido que nos brindaron los exponentes, se saborearon unos riquisimos pastelitos.

A continuación les dejamos dos de las ponencias de Oscar Valero y Elías Quinteros. En breve colgaremos la ponencia de Ignacio Politzer.
ARTIGAS Y ANDRESITO
Introducción
Artigas emprende unos de los procesos revolucionarios más importante de nuestra Patria Grande, porque este proyecto es desconocido; ambas cosas tienen importancia, es decir citar el proyecto y las causas de su desconocimiento.
Tampoco es conocido Andresito su mano derecha, cacique Guaraní que fue gobernador de Misiones y además cogobernó Corrientes. Vamos primero a porque no se los conoce, el escritor correntino Salvador Cabral en su libro Andresito Artigas en la Emancipación Americana, publicado por la Teología de la Liberación afirma que a los autores provincianos les cuesta llegar a la capital y tampoco entiende como escritores del campo nacional y popular no toman el tema. Compartimos estas afirmaciones, aunque agregamos que lo central para nosotros es que el liberalismo no solo controla nuestra economía, también lo hace con la educación. Cual seria nuestra respuesta trabajar todos los caudillos, por ahí pasa la otra historia. Un verdadero patriota fue Raúl Scalabrini Ortiz, deberíamos conocer en este Bicentenario sus libros Política Británica en el Río de la Plata y Historia de los Ferrocarriles Argentinos donde clarifica el rol de Inglaterra y de sus empleados en nuestra patria, por ahí pasa el tema que hoy tratamos.
La existencia de ambos caudillos se debe a la desaparición del estado español, eso motivo la ruptura de ese estado en muchos territorios y para que eso se constituya nuevamente en un estado pasaron setenta años de 1810 a 1880 en nuestro país.
Es decir en esta gesta de setenta años los primeros catorce fueron de la Guerra de la Independencia, donde las naciones no existían, Artigas nunca se sintió uruguayo. Tampoco Andresito Artigas se sintió creador de una Provincia. San Martín no lucho para liberar a Argentina. La primera vez que se uso la palabra Argentina fue en el Pacto Federal de 1831. En esos tiempos existía en estos próceres otras ideas que se conformarían luego en la idea de la Patria Grande.
El estado español en América, que llego a ser un imperio desaparece y son muchísimas las causas: La invasión napoleónica, la corrupción, no tener en claro lo que significaba la revolución industrial, la proclama republicana, antimonárquica y anticlerical de Cádiz en mayo de 1808 etc. Este es un primer elemento a tener en cuenta.
Cual fue el motivo que surgieran estos próceres, algunos conocidos primeros, otros después. Ocurrió que cuando llega la noticia del rey preso, estallan en todas las ciudades de America movimientos que comprenden que se había terminado un estado y que había que crear otro.
Este es otro elemento para tener en cuenta cuando desaparece el estado, surge la sociedad y aparece con sus nuevos caudillos o futuros dirigentes como se le quiera llamar son acompañados por su pueblo o a veces no tanto. Porque sale desde esa sociedad las envidias, los celos, las intrigas, las escalas de valores, la fe.
Estas sociedades son las que producen desde Caracas hasta el Río de la Plata las llamadas guerras de la independencia, que muchas veces tienen en su interior verdaderas guerras sociales que habían estado contenidas en varios siglos de dominación española. Por ejemplo el levantamiento de Boves con los llaneros que siguió luego con Bolívar que fue derrotado varias veces hasta la victoria de Ayacucho en 1824, en este territorio existió una participación tan importante de patriotas que los muertos fueron centenares de miles; lo que convierte a la Guerra de la Independencia de Hispanoamérica mas importante que la Revolución Francesa y la Independencia de America del Norte. Esta historia debe conocerse. Si pensamos que todo empezó con una discusión en un cabildo nadie de los allí presentes habrá pensado que esta discusión se prolongaría tantas décadas. Una discusión que parecía al principio solo jurídica, los que intervenían no pensaban lo mismo y además de que si Buenos Aires seria cabeza o no etc. Dio lugar en febrero de 1811 a un inmenso levantamiento rural en la Banda Oriental con intervención de la provincia de Entre Ríos y sur de Corrientes que buscaban sacarse de encima al nuevo poder del Virrey del Río de la Plata que era Elio. Porque ni bien asume lo que hizo fue generar impuestos para comprar armas para combatir al nuevo poder que se estaba gestando en Buenos Aires desde mayo de 1810.
.Se puede dividir en tres etapas: la primera de preparación con algunas escaramuzas, la etapa de la guerra y la última que es la derrota. La primera etapa dura desde 1811 hasta 1815 casi 1816, que es la etapa de apogeo de la revolución, la segunda etapa es la etapa de la guerra militar que dura de 1816 a 1818 y la tercera es la etapa del ocaso del artiguismo.
Primera etapa
La primera etapa se puede llamar de expansión porque España no tenia la fuerza suficiente para sofocar todos los levantamientos; la expedición de Murillo de 20000 hombres es enviada a Caracas por obra y gracia de Bolívar y de su pueblo que estaba sublevado, originariamente esa expedición era para el Río de la Plata.
El levantamiento que citamos fue conducido por un antiguo y prestigioso caudillo Don José Gervasio Artigas, que para sorpresa de la historia era un hombre culto, un autodidacta diríamos hoy, conocedor de su tierra y de las necesidades de su pueblo; que además tenia en claro que desaparecido el poder central, el pueblo debía elegir sus gobernantes. Artigas combate en Las Piedras y en San José vence a los españoles, estos reciben ayuda de los lusitanos, existía una relación entre la corte española y la corte portuguesa porque la hermana de Fernando era la princesa Carlota y era la esposa del rey de Portugal, entonces ni bien comienza esta revolución bajan las tropas portuguesas para apoyar a Elio, al ocurrir esto todos los guaraníes de las misiones se recuerdan todas las invasiones de los bandeirantes que habían tomado a estos pueblos como esclavos desde la época de las misiones jesuitas.
Por tal motivo se presentan al campamento de Artigas diversas tribus de aborígenes, más los gauchos, el pequeño productor y los estancieros, Elio había logrado unirlos a todos, además de la amenaza portuguesa.
El escritor Juan Luís Savoíni repite las mismas preguntas que su colega Salvador Cabral: Andrés Guazurary, pasó -en pocos años de guerra sin descanso- de desconocido soldado indio, presentado al campamento de Artigas, a Comandante General de los vastos territorios de Las Misiones”. “¿Cuando, porqué y cómo Artigas lo incorporó a Andresito en su ejército”?
El encuentro se produjo a fines de octubre el Cacique Andrés Guazurary junto a un grupo de guaraníes se presento al General José Artigas, el encuentro fue positivo para los dos, Artigas ya tenia a los Charrúas como incondicionales y en ese momento se da cuenta que está frente a una persona leal y valiente; no paso mucho tiempo en que se llamaban recíprocamente padre e hijo, Andresito toma el apellido Artigas con orgullo e inmediatamente se produce entre ambos una relación de amistad, cariño y respecto como lo demuestran las cartas y documentos.
Andresito tenia en su haber la cultura milenaria de la nación Guaraní, esa forma de vida tan hermosa de armonía con la naturaleza, de pensar que el futuro es el pasado por tal motivo los ancianos son respectados. Artigas un hombre fuerte con trato paternal le transmite sus proyectos y el estado de la cuestión que era el siguiente: Buenos Aires tenía un poder que no quería perder como metrópoli central, mantener su único puerto donde aplicaba impuestos a toda mercadería que entraba o salía perjudicando a todas las provincias, este poder era sostenido por la burguesía comercial porteña; Belgrano va a Paraguay que todavía estaba con la regencia, vuelve completamente derrotado en la batalla de Huaqui; para colmo para el pobre Belgrano que no era militar de carrera cuando regresa con sus soldados al pasar por el Arroyo de la China donde estaba el campamento artiguista sus tropas aclaman a Artigas. Su encuentro con este no fue positivo, eran personalidades distintas, igual lo nombra Segundo Jefe de la fuerzas patriotas. En el Paraguay había surgido un movimiento independentista que consagra al Dr. Francia como líder, Artigas intenta seducirlo para la causa patriota con resultados negativos, Francia se sentía superior a Artigas, se educo en la Universidad de Córdoba. Paraguay años después seria destruido, se había perdido una oportunidad. En el norte Guemes les daba dolores de cabeza a los regentistas y tenían simpatías con el artiguismo. San Martín en Cuyo tenia comunicación solo con Pueyrredón, tardo en comunicarse con Artigas le enviaba cartas por Belgrano y este no las entregaba. Además padecía las intrigas de Buenos Aires y Montevideo. Artigas era no solo un buen político era un hábil estratega sabia que los portugueses lo atacarían.
En Buenos Aires la etapa Morenista dura poco, muchos de los hombres que dicen llamarse revolucionarios como Sarratea y después Alvear dejan la idea de la independencia, cumplen con las aspiraciones de los hacendados y comerciantes abriendo el comercio exterior en gran medida en manos inglesas. Con estos recursos se costeaba al ejército que luchaba contra los regentistas pero además se ahogaba las tendencias regionalistas y sus proyectos de autonomía. Esto quedo claro en la asamblea del año XIII donde los que votaron fueron padres de familia con propiedad. Artigas en la “Oración de Abril” explica los conceptos políticos y económicos que consisten en una confederación, con separación de poderes, pactando con la asamblea no obedeciendo, separación de poderes, libertad civil y religiosa, derecho de los pueblos a guardar armas, reconquistar los siete pueblos de las Misiones Orientales en manos portuguesas, habilitar los Puertos de Maldonado y Colonia, se da por creada la Provincia Oriental etc.
Los puntos claves de su política fueron al llegar al gobierno en abril de 1815 hasta los primeros días de agosto de 1816 implementar dos medidas claves, la primera fue la famosa ley agraria que consistió en entregar una suerte de estancia de una legua de frente por una legua y media de fondo, junto con los ganados necesarios con la obligación de criar ganado, levantar un rancho y dos corrales en dos meses, los beneficiados fueron los negros libres, los zambos, los indios, los criollos pobres, las viudas si tuvieran hijos, prefiriendo los casados, luego los americanos solteros y por ultimo los extranjeros; los grandes estancieros no estaban conformes y emigraron. En 1815 en los puertos citados anteriormente los derechos de aduana son un 25% para productos importados, disminuían si los productos eran de consumo masivo, pero subían hasta un 40% si eran competitivos como el calzado, el impuesto para las provincias americanas era de solo el 5% y no pagaban nada la confederación artiguista. La Liga de los Pueblos Libres contó con la adhesión de las provincias de la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y Córdoba.
Andresito tenía en sus venas no solo su milenaria cultura guaraní, además llevaba consigo la organización de las Misiones Jesuitas y eso lo utilizo en su Gobernación donde existía democracia por intermedio de los Cabildos, organismo de deliberación y resolución que significó una síntesis de la cultura precolombina y de los cabildos castellanos. Los Cabildos jesuíticos tenían la influencia de los sacerdotes, aquí al estar en manos del pueblo tienen una dimensión mayor que la anterior. Los Cabildos estaban integrados a la Confederación Artiguista, dirigían la economía que era colectiva, incluía los yerbales , las estancias, el comercio, aplicaba sanciones cuando correspondía, atendía problemas particulares de cada comunidad, la única acumulación era para afrontar los gastos de la guerra. Cuando nacen los cabildos en España del siglo X y hasta el siglo XIII se constituyeron en un freno para los abusos de la nobleza y la aristocracia, cuando esos cabildos llegan a América eran signos de corrupción sometidos a los monarcas con cargos vendidos y no elegidos. Hay cartas de Artigas dirigidas a Andresito con directivas que incluían copias a los Cabildos, esta era la importancia que el caudillo le daba a esta organización popular. Andresito no ordenaba la construcción de una fabrica de pólvora su pedido era considerado en asamblea, como así también la fabricación de hierro con la piedra “Ita-Curú”, la organización del vestido, alimentos, medicamentos, etc. El intercambio con las otras provincias de la Confederación se hacían mayoritariamente por el río Uruguay. Los Cabildos impedían el contrabando de ganado y mercaderías fomentadas por los paraguayos y portugueses recordemos que era la lucha de un sistema económico colectivo enfrentado al individual. Misiones fue la única provincia de la Patria vieja que llevo adelante este sistema de gobierno y por poco tiempo su pueblo fue feliz.
Segunda etapa
Lo que los historiadores llaman etapa de la guerra es porque se libran las batallas más importantes con la invasión portuguesa; la realidad es que el artiguismo estuvo en combate permanente desde sus comienzos con los regentistas, con los paraguayos regentistas o revolucionarios ambos invadían las misiones, las guerras civiles con Buenos Aires, con los regentistas del Río de la Plata etc. En total fueron siete campañas con innumerables batallas, pero la preocupación de Artigas fue el imperio portugués, sabía que el éxito o la derrota dependerían de esta guerra. Su preparación militar como blandengues, cuerpo creado por los españoles para contener al cuatrerismo y las expediciones de saqueo lusitanas, además de su propia experiencia en le campo recordemos que fue un autodidacta en varias cuestiones, en el terreno militar introdujo el concepto de maniobra envolvente al campo estratégico aplicado por primera vez en la historia militar americana, en Europa recién se aplico en la Guerra Franco- Prusiana de 1870.Artigas aplicaba las operaciones defensivas y ofensivas tanto como en las líneas internas o externas; el sistema estratégico artiguista concentraba sus tropas en una posición central y orientaba sus medios a la defensa de las vías de infiltración. En la ofensiva su estrategia consistía en dirigir sus fuerzas en el punto más importante del enemigo, líneas de comunicaciones y retaguardia; y en el plano táctico de una batalla disponía de todas las fuerzas para atacar por los flancos, el frente y la retaguardia. El Caudillo utilizaba las operaciones de guerrilla y montonera, solamente daba la batalla decisiva cuando las condiciones eran favorables; su idea de que dos hombres fueran a caballo y por momento uno se quedaba con los dos caballos mientras el otro disparaba era esta táctica ideal para el aborigen misionero. La realidad era que las tropas artiguistas tenían inferioridad numérica en soldados, armas y caballos, jefes competentes y tropas instruidas. El aporte de Andresito baqueano, rastreador, también soldado blandegue, ingresa a comandante por la muerte del Comandante Blas Basualdo fue unas de las decisiones más importantes de Artigas, para algunos historiadores fue un hecho premeditado para atraer a la causa artiguista al aborigen de las Misiones, las mismas eran treinta, ocho del lado paraguayo, siete del portugués y quince en Corrientes y Misiones, como Andresito no tendría la utopía de unirlas en la causa artiguista; cuando se realizan análisis desde un escritorio o computadora es difícil entender que estos patriotas y sus seguidores los unía la causa de la vida, actuaban por el hilo conductor de los sentimientos y el respecto a su sangre. El soldado artiguista no cobraba sueldo como las tropas de San Martín o Bolívar. No todos los soldados tenían armas, se esperaba que muriera su compañero para tener una; se construyeron pueblos refugio en el medio de los pantanos.
El imperio portugués siempre mostró interés en llegar hasta El Río de la Plata, Colonia del Sacramento fue construida por ellos, aunque en realidad existía una preocupación importante el artiguismo se extendía rápidamente. Napoleón había sido derrotado en Waterloo en 1815, Buenos Aires no contaba con fuerzas suficientes para hacer frente a los “insurrectos” como decían los portugueses, la aduana de los puertos favoreciendo a las provincias, reforma agraria, era una situación no tolerada por la alianza portuguesa- inglesa y sus satélites portuarios del Río de la Plata. Esto esta demostrado porque no hay una sola queja de la invasión portuguesa a suelo patrio en el archivo Mitre. Los portugueses venían con la idea de que la expedición duraría solo algunas semanas, la realidad fue que duro cuatro años. El plan lusitano consistía en cuatro grupos de ejércitos similar al plan de ataque artiguista. El ejército que venia sobre la costa eran veteranos de las guerras napoleónicas La División de Voluntarios Reales comandados por el general Lecor con la idea de disuadir a los futuros simpatizantes artiguistas; los otros tres cuerpos de ejércitos eran tropas de primer nivel, igual o mejores que las españolas o inglesas, su plan era de exterminar matando y quemando todas las misiones, sus haciendas y su pueblo, se vieron actos de horror de acuerdo con el historiador brasileño Mantel Joaquín de Alameida Coelho. Las fuerzas artiguistas combatieron con valor ofrendando su vida por la causa, se ganaron combates perdidos como el de San Carlos y Apóstoles; aunque en realidad en los dos combates principales que fue al comienzo de la guerra en la Batalla de San Borja y en la Segunda Campaña de las Misiones Orientales no hubo sincronización entre Andresito y Artigas.
Tercera etapa
En San Borja territorio portugués ubicado frente a Santo Tome Andresito sitia la plaza y trato de disuadir a los lusitanos intimándolos a rendirse, porque había entre ellos soldados guaranies, casi logra que la plaza capitule, cuando los portugueses recibieron refuerzos y ganan la batalla; en 1819 Andresito nuevamente invade territorio portugués, pero no se encontró con Artigas que era el plan trazado; la realidad es que cuando avanzo Andresito logro las victorias de los Pueblos de San Nicolás y San Luis. Esta situación fue para los portugueses insostenible, los comandantes sufrieron una severa reprimenda, el Conde de Figueira hizo valer su autoridad y tomo el mando, además de colocar bomberos o espías en toda la campaña realizan persuasiones y logran la traición de oficiales que estaban cerca de Artigas. Andresito había dividido sus fuerzas, estaba esperando a Artigas y es derrotado en la Batalla de Itacurubi, una vez más dispersa sus fuerzas y cuando se encontraba armando una jangada para cruzar el Río Uruguay es tomado prisionero, llevado Porto Alegre atado con un cuero crudo que al secarse le producía dolor. Nunca fue tratado como un oficial superior derrotado; las tropas artiguistas presas sufrieron trato similar muriendo cuatrocientos de ellas.
En 1820 el Conde de Casaflores, embajador español ante la corte portuguesa pide la libertad de os doce oficiales de alta graduación detenidos, entre ellos Andresito. Habían jurado todos como ciudadanos españoles con tal de salir de ese infierno. El 16 de junio de 1821 todos se preparan para partir en un bergantín ingles, la mayoría de ellos pidieron pasajes para Montevideo, Andresito para Arroyo de la China. Las autoridades portuguesas quedaron perplejas; la cuestión que existió una confusa pelea de Andresito con unos marineros ingleses, vuelto a prisión jamás se supo nada más de el. Sus restos todavía son reclamados, aun no llegaron son permanentes los pedidos de los mismos en asambleas y reuniones en Misiones, también en Corrientes.
Por su parte Artigas trata de lograr mas fuerzas para ayudar a su segundo el comandante Fructuoso Rivera, pero este lo había traicionado pactando con los portugueses. Artigas con unos pocos soldados misioneros logra pedir asilo en Paraguay, en 1841 llegan dos enviados del presidente Rivera para que viaje al Uruguay, pero el decide quedarse en Paraguay ese no era el país porque el había luchado era La Patria Grande.
Estos héroes murieron como todos los libertadores lejos de su Patria, todos esperan el reconocimiento de sus pueblos al conocer las historias que dieron lugar a sus epopeyas, aun desconocidas y además difamados.
Difundir estas historias es nuestra tarea, aquí terminan estos comentarios con el saludo artiguista: Salud y Libertad.

Oscar Valero
Sociólogo
IMAGENES DE LA REVOLUCION DE MAYO


Elías Quinteros

La proximidad del bicentenario de la Revolución de Mayo nos plantea un desafío: el de revisar este hecho histórico con lentitud y cuidado, para tener la oportunidad de precisar su significado originario y, acto seguido, su significado actual. En otras palabras, debemos descubrir qué representó para las personas del Virreinato del Río de la Plata que lo protagonizaron o lo presenciaron en el momento de su concreción y, de inmediato, qué representa para las personas de la República Argentina que lo recuerdan y lo celebran en el presente, aunque un período de dos siglos las separe del mismo. Esta tarea demanda de un modo ineludible el apartamiento de las verdades que conforman la «historia oficial», es decir, el relato de inspiración mitrista que describe, interpreta y juzga los acontecimientos desde una perspectiva antipopular y antinacional, con el objeto de justificar el modelo de país que fue esbozado e implementado por los ganaderos bonaerenses y los comerciantes porteños, tras la batalla de Caseros, durante el proceso de la «organización nacional».


I

¡VIVA FERNANDO VII!

A diferencia de lo sostenido por los propagadores de la «historia oficial», los revolucionarios de 1810 no fueron antihispánicos. Y, salvo algunas excepciones, tampoco fueron independentistas. Por el contrario, el proceso histórico que principió en la «Semana de Mayo» no implicó el enfrentamiento entre americanos y españoles, sino la lucha entre dos bandos que estaban formados por españoles que habían nacido en América y españoles que habían nacido en Europa. A su vez, el bando revolucionario contaba con la presencia de individuos que, tras nacer aquí, habían pasado un período importante de su existencia en España, como Manuel Belgrano y José de San Martín: dos hombres que debían su formación —jurídica, en el primer caso, y militar, en el segundo—, a la tierra de Cervantes y Goya. Por otra parte, la junta de Buenos Aires, a semejanza de las que aparecieron en el resto del continente, constituyó una prolongación del movimiento que, frente a la ocupación gradual de España por las fuerzas napoleónicas, originó las juntas peninsulares. Y, por esto, el 25 de mayo, en el momento de asumir sus cargos, la totalidad de los miembros de esa junta juró fidelidad a Fernando VII: el rey cautivo. En más de una ocasión, la bandera española acompañó el desarrollo de las ceremonias públicas y el desplazamiento de los ejércitos revolucionarios. Y, lo que es más llamativo, la independencia sólo fue declarada seis años más tarde: un lapso de tiempo más que considerable si la idea de su realización ya estaba presente en la mente de los que desplazaron al último virrey. ¡Qué antihispanismo tan extraño! ¡Qué independentismo tan particular!


II

UN PRONUNCIAMIENTO POPULAR

Las páginas de la «historia oficial» relatan que los revolucionarios de 1810 fueron patriotas que, cansados de la opresión española, buscaron la libertad y, con más exactitud, la libertad para comerciar y, en especial, la libertad para comerciar con Gran Bretaña, una nación que los ayudó presurosa y desinteresadamente, por medio de dos «amigos de fierro»: George Canning y Percy Clinton Sydney Smythe, vizconde de Strangford, más conocido desde el punto de vista histórico, como «Lord Strangford». Pero, esto no es cierto. O, por lo menos, no es cierto en su totalidad ya que el movimiento revolucionario no sólo involucró al «partido de los tenderos» o, en otras palabras, a la facción de los mercaderes que percibieron que tenían la posibilidad de enriquecerse rápidamente si comerciaban con el reino que debía una parte importante de su fortuna y, por lo tanto, de su poder, a la práctica de la piratería, el contrabando, el tráfico de esclavos y el colonialismo. También comprendió a una franja de profesionales, militares, sacerdotes, artesanos, empleados estatales y privados, jornaleros, peones de campo e, incluso, esclavos e indios que, tras asumir una posición que difería con la postura de los anteriores, aspiraban a la concreción de un conjunto de reformas políticas, económicas y sociales que superaban y, en algunos casos, cuestionaban la idea de comerciar libremente con la nación que había enviado al general William Carr Beresford y, luego, al general John Whitelocke, con el objeto de ocupar la ciudad de Buenos Aires y, en un paso posterior, la totalidad del virreinato. En este punto, no debemos olvidar que ese conjunto de aspiraciones, además de constituir el núcleo de la actividad de la junta revolucionaria, orientó las decisiones de la Asamblea del Año XIII, la administración sanmartiniana de Cuyo, la gestión dorreguista de Buenos Aires y, en general, la actuación de los caudillos federales hasta el momento de su desaparición.


III

PISTOLAS Y PUÑALES

Aunque las pinturas que reflejan el espíritu de la «historia oficial» y que, en consecuencia, ilustran los pasajes que son relatados por ésta, muestren a los revolucionarios de 1810 como un grupo de vecinos destacados o, dicho de otro modo, como un grupo de individuos distinguidos y decentes que expusieron sus ideas filosóficas, políticas y jurídicas, sin perder su aplomo, su educación y su elegancia, en medio de debates prolijos y respetuosos que se caracterizaron por su calidad intelectual, la cuestión fue diferente. Así, entre la variedad de supuestos que no encajan con la descripción anterior, podemos mencionar a los cientos de «chisperos» que respondían ciegamente a Domingo French y Antonio Luis Beruti. Estos personajes de aspecto impactante —que llevaban pistolas y puñales debajo de sus capotes y que, por ende, provocaban el espanto del sector respetable de la sociedad local—, ocuparon la Plaza de la Victoria durante la jornada del 21 de mayo. Exigieron la convocatoria a un Cabildo Abierto. Y, después de demostrar que una multitud armada constituía un argumento convincente, lograron que el virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros, accediese a su reclamo. Al día siguiente, y con motivo de dicho llamado, se instalaron en las esquinas del Ayuntamiento. Y, desde ese sitio, se dedicaron a facilitar la entrada de los revolucionarios, obstaculizar el ingreso de los vecinos que no apoyaban la causa de la revolución y dejar en claro que todos estaban dispuestos a intervenir en la asamblea, con sus métodos directos y persuasivos, si las cosas no concluían del modo esperado: algo que no resultaba fuera de lugar en ese momento, si consideramos que las deliberaciones, por el hecho de involucrar una lucha despiadada de intereses, conformaban un muestrario de gritos, insultos y forcejeos.



IV

NI FRANCESES, NI ESPAÑOLES ABSOLUTISTAS…

La acción revolucionaria frente a la sustitución de la Junta Central por el Consejo de Regencia y, por lo tanto, al predominio de la derecha dentro del frente nacional, en contraposición con lo sustentado por la «historia oficial», traslució el rechazo a la dominación de Francia, por un lado, y a la restauración del absolutismo, por el otro. Del mismo modo, la fidelidad a Fernando VII evidenció que el rey cautivo era visto por los revolucionarios de América, al igual que por los de la península, como el líder de la lucha contra la dominación francesa y el garante de las reformas políticas y sociales propugnadas. Por otra parte, la convocatoria a un Cabildo Abierto, a raíz de una decisión del virrey que respondió, en gran medida, a la presión de Domingo French y Antonio Luis Beruti, desnudó la presencia de un sector radicalizado dentro del movimiento revolucionario que, desde un principio, estuvo dispuesto a ejecutar las acciones más extremas y violentas. A tono con este hecho, la presencia de individuos que no calificaban como «vecinos respetables» y que, en consecuencia, no reunían las condiciones indispensables para intervenir en el debate, revela un grado de participación popular que no resulta extraña si pensamos que las invitaciones para dicho evento fueron elaboradas en la imprenta de los Niños Expósitos —un establecimiento que dependía de Agustín Donado: un hombre de Domingo French—, y que las esquinas del Cabildo, como ya fue dicho, fueron custodiadas por grupos armados que hostigaban a los concurrentes que no militaban en las filas revolucionarias, con el objeto de lograr su deserción.


V

MARIANO MORENO

Durante la jornada del 24 de Mayo, esta tendencia, para enfado de los que inventaron la «historia oficial», impidió la consolidación de la junta que, por una decisión del Cabildo, había reunido al ex virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, al sacerdote Juan Nepomuceno Solá, al comerciante José de los Santos Incháurregui, al coronel Cornelio Saavedra y al abogado Juan José Castelli: una forma de gobierno que apuntaba a conciliar los intereses de la línea absolutista y del sector moderado de la línea revolucionaria, sobre una idea del sacerdote Bernardo José Antonio de la Colina, cuñado del síndico Julián Leiva. Y, al día siguiente, constituyó el factor decisivo en la formación del gobierno que se autodefinió como Junta Provisional Gubernativa del Río de la Plata. Dentro de esta tendencia, Mariano Moreno, uno de los secretarios de la junta revolucionaria, se destacó desde un comienzo como su protagonista más importante y, por ende, se convirtió con rapidez en su exponente más descollante e influyente. Su figura —que fue presentada por más de uno, en más de una ocasión, como la de un ejemplo del localismo porteño, como la de un abogado de los hacendados y de los comerciantes, como la de un defensor de los principios del librecambismo e, increíblemente, como la de un agente de la corona británica—, fue, en realidad, la de un político que procuró la expansión del movimiento revolucionario para que el mismo adquiriese una dimensión continental, que propuso la expropiación de las fortunas más grandes del virreinato con el objeto de formar un capital que posibilitase el desarrollo de la actividad industrial, que sostuvo la aplicación del proteccionismo económico a los efectos de proteger la producción local y que, finalmente, comprendió la necesidad del apoyo de Gran Bretaña y el peligro de la presencia de dicho reino en la cuenca del Río de la Plata.


VI

EL JACOBINISMO DEL «PLAN DE OPERACIONES»

Las ideas de Mariano Moreno, como las del ala jacobina de la junta de gobierno, como las de los sectores radicalizados del movimiento revolucionario, están presentes en el famoso «Plan de Operaciones»: un documento que fue catalogado como una falsificación, por más de un defensor de la «historia oficial» que no pudo explicar su contenido desde la postura mitrista. Este texto, para disgusto de los que presentan al creador de «La Gaceta» como un predecesor de Bernardino Rivadavia, revela la intención de aniquilar el sistema absolutista por los medios que fuesen necesarios, aunque eso implicase el apartamiento de consideraciones formales; de confiscar la riqueza minera del Alto Perú a los efectos de crear un Estado planificador, intervencionista, empresario y proteccionista que tuviese recursos suficientes para sostener la economía y financiar la guerra; y de consolidar la acción revolucionaria con la facilitación de los movimientos insurgentes de la Banda Oriental y el Río Grande del Sur, y con la eliminación de la resistencia armada del Alto Perú y el Paraguay; entre otras finalidades. Al leer las líneas que lo componen, algo que no requiere un esfuerzo excesivo, entendemos por qué algunas personas se incomodan cuando piensan en su contenido. Después de todo, el discurso tradicional no armoniza con la imagen de un supuesto simpatizante de la corona británica que aconseja tratar a Gran Bretaña con precaución para obtener su apoyo sin caer bajo su dominio; de un supuesto exponente del localismo porteño que aconseja apoyar a José Gervasio Artigas para romper los límites del pronunciamiento de Buenos Aires; y de un supuesto representante de la ortodoxia liberal que aconseja controlar la información de la prensa para preservar la moral del frente revolucionario, montar una red de espías para conocer las intenciones de los opositores, y tomar los bienes de los mineros altoperuanos para acrecentar los recursos del Estado.


VII

UNA REVOLUCION ES HIJA Y MADRE DE LA VIOLENCIA

Aunque la «historia oficial» trate de disimularlo, la Revolución de Mayo fue un hecho violento, tan violento como todos los que implicaron la producción de una serie de cambios profundos e irreversibles. Su desarrollo, entre otras cuestiones, condujo al encierro del ex virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros y de los oidores de la Real Audiencia, en un buque británico que los condujo hasta las Islas Canarias; al fusilamiento del ex virrey Santiago de Liniers y de sus compañeros de infortunio, en la localidad de Cabeza de Tigre; al confinamiento de los capitulares que habían conspirado contra el gobierno, en puntos alejados de la ciudad de Buenos Aires, ante la imposibilidad de ejecutarlos por la oposición del saavedrismo; al triunfo de Antonio González Balcarce y, en consecuencia, de la expedición auxiliadora al Alto Perú, en la batalla de Suipacha; y al fusilamiento de Francisco de Paula Sanz, Vicente Nieto y José de Córdoba, tras ese enfrentamiento, en la plaza de Potosí. Pero, no debemos observar estos sucesos con extrañeza. Después de todo, el movimiento revolucionario aconteció en medio de un contexto que estuvo caracterizado por la violencia. Así, el mismo se produjo, por ejemplo, a treinta y cinco años del inicio del conflicto armado que llevó a la independencia de los Estados Unidos de América; a veintinueve años de la ejecución de Túpac Amaru II y, asimismo, de los miembros de su familia, en el Cuzco; a veintiún años de la Toma de la Bastilla y, por ende, del comienzo de la Revolución Francesa; a diecisiete años de la ejecución de Luis XVI y María Antonieta: los monarcas de Francia que perdieron sus cabezas, al igual que otros miles, por obra de la guillotina y del verdugo que la manejaba; a cinco años de las batallas de Trafalgar y Austerlitz, es decir, de esas joyas de la estrategia militar que traslucieron la genialidad de Horacio Nelson y Napoleón Bonaparte, respectivamente; a cuatro años de la rendición del ejército británico que ocupó la ciudad de Buenos Aires; a tres años del rechazo del ejército británico que trató de ocuparla un tiempo después; a dos años de la reacción del pueblo madrileño, contra las fuerzas francesas que habían ocupado el territorio español; a un año del fracaso del alzamiento que, bajo la conducción de Martín de Alzaga, intentó derrocar a Santiago de Liniers; y a meses de la ejecución de Pedro Domingo Murillo: el héroe trágico de la Revolución de La Paz.


VIII

CONCLUSION

La falsificación de un hecho histórico por la denominada «historia oficial», con el objeto de justificar la conducta de algunos individuos que participaron en el desarrollo del mismo o que, en cambio, participaron en el desarrollo de sucesos que se produjeron con posterioridad, es un instrumento de dominación cultural que tiende al ocultamiento de la verdad. Del mismo modo, el ocultamiento de esta verdad pretende que el hombre común crea que el presente es el resultado de un orden natural y, por tal motivo, atemporal, en lugar de la consecuencia de un orden social que surgió en el pasado y que, desde un principio, tuvo ganadores y perdedores definidos. En su mayoría, quienes hicieron la revolución, a semejanza de muchos que actuaron después, quedaron en el bando de los perdedores. Y, por la circunstancia de quedar en este bando, sufrieron el castigo implacable de los que escribieron la historia, según su conveniencia. Así, unos fueron condenados al olvido. Otros fueron descriptos con los rasgos y los atributos de los malvados. Y los restantes, por su parte, fueron erigidos en abanderados de causas extrañas y, en no pocos casos, opuestas a su pensamiento. Poco a poco, la verdadera revolución quedó sepultada debajo de un cúmulo de silencios y mentiras que posibilitaron la construcción de una historia diferente: la que sobrevive con dificultad, en las láminas de las escuelas primarias, en los artículos de «La Nación», en los monumentos de bronce y mármol que adornan las plazas y, a pesar de todo, en cada uno de nosotros.









lunes, 24 de mayo de 2010

Manual de zonceras argentinas(introducción)

DE LAS ZONCERAS EN GENERAL


"Les he dicho todo
esto pero pienso que pa´nada,
porque a la gente azonzada
no la curan con consejos:
cuando muere el zonzo viejo
queda la zonza preñada."

(A. J., El Paso de los Libres, 1ª edición, 1934.)





DONDE SE HABLA DE LAS ZONCERAS EN GENERAL

"Zonzo y zoncera son palabras familiares en América desde México hasta Tierra del Fuego, variada apenas la ortografía, un poco en libertad silvestre (sonso, zonzo, zonso, sonsera, zoncera, azonzado, etc.)", dice Amado Alonso. ("Zonzos y zon¬cerías", Archivo de Cultura, Ed. Aga-Taura, Feb. 1967, pág. 49).
Según el mismo, la acepción que les dan los diccionarios como variantes de soso, desabrido, sin sal, es arbitraria porque proviene del "Diccionario de Autoridades" que se escribió cuando ya habían dejado de ser usuales en España. Zonzo, fue en España palabra de uso coloquial pero durante corto tiem¬po: "Cosa sorprendente, esta palabra castellana, inexistente antes del siglo XVII y desaparecida en España en el siglo XVIII, vive hoy en todas partes donde fue exportada”, particu¬larmente América. También señala Alonso el parentesco con algunos equivalentes españoles, mas agrega que "por pariente que sea el zonzo americano conserva su individualidad". "Aun¬que como improperio los americanos dicen a uno (o de uno) zonzo, cuando los peninsulares dicen tonto, los significados no se recubren".
Todo lo cual vale para zoncera.

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¿Los argentinos somos zonzos?... Esto es lo que nos fal¬taba, convencidos como estamos de la "viveza criolla", que ha dado origen a una copiosa literatura que va de la sociología y la psicología a las letras de tango.
Un amigo que hace muchos años percibió la contradicción entre nuestra tan mentada "viveza" y las zonceras, la explicaba así: "El argentino es vivo de ojo y zonzo de temperamento", con lo que quería significar que paralelamente somos inteli¬gentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad y de las cuales en definitiva resulta que sea útil o no aquella "viveza de ojo".
A estas zonceras en lo que trata de los intereses del co¬mún, es a las que se refiere mi personaje de las letras gau¬chescas qué cito en el, copete, porque lo que el cantor ha dicho antes se refiere precisamente a ellas, y su escéptica sentencia surge de la continuidad en su acepción a través de genera¬ciones.
Esto no importa necesariamente que la zoncera sea congénita; basta con que la zoncera lo agarre a uno desde el "destete".
Tal es la situación, no somos zonzos; nos hacen zonzos.
El humorismo popular ha acuñado aquello de "¡Mama, haceme grande que zonzo me vengo solo!". Pero esta es otra zoncera, porque ocurre a la inversa: nos hacen zonzos para que no nos vengamos grandes, como lo iremos viendo.
Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, his¬tóricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y gene¬ralmente un prócer que las respalda. A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.
Basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasé con fre¬cuencia inadvertido, precisamente por serlo.

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Jeremías Bentham —pocos filósofos pueden ser tan gratos a los académicos de las zonceras como este maestro de los más preclaros de sus inventores— escribió un "Tratado de los so¬fismas políticos", que es un tratado de lógica, según dice Francisco Ayala, prologuista de una de sus ediciones castella¬nas (Ed. Rosario, 1944). Al hablar del sofisma en general, Bentham establece la diferencia entre error, simple opinión falsa, y sofisma, con que designa la introducción en el razonamiento de una premisa extraña a la cuestión, que lo falsea.
Le faltó tiempo a Bentham para ver cómo sus discípulos rioplatenses superaban a lo que se proponía combatir. Porque las zonceras de que estoy hablando cumplen las mismas fun¬ciones de un sofisma, pero más que un medio falaz para argu¬mentar son la conclusión del sofisma, hecha sentencia.
Su fuerza no está en el arte de la argumentación. Simplemente excluyen la argumentación actuando dogmáticamen¬te mediante un axioma introducido en la inteligencia —que sirve de premisa— y su eficacia no depende, por lo tanto, de la habilidad en la discusión como de que no haya discusión. Porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera —como se ha dicho— deja de ser zonzo.
Trato aquí, pues, de suscitar la reacción de esa tan men¬tada "viveza criolla" para que, si en verdad somos vivos de ojo, lo seamos también de temperamento, como decía mi amigo.

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Este no es un trabajo histórico; pero nos conducirá fre¬cuentemente a la historia para conocer la génesis de cada zon¬cera. Veremos entonces, que muchas tuvieron una finalidad pragmática y concreta que en el caso las hace explicables aún como errores, y que su deformación posterior, dándole jerar¬quía de principios, ha respondido a los fines de la pedagogía colonialista para que actuemos en cada emergencia concreta sólo en función de la zoncera abstracta hecha principio. Esto lo veremos muy particularmente en la increíble zoncera de que la victoria no da derechos, que verdaderamente es un "capolavoro" en la materia.
En otras ocasiones, la zoncera no tiene un origen eventual, sino que es el resultado de una conformación mental. Es el caso de la zoncera el mal que aqueja a la Argentina es la ex-tensión que, erigida en principio como consecuencia de otra zoncera —Civilización y barbarie— llevó directamente a una política de achicamiento del país que fue la que presidió la disgregación del territorio rioplatense. En este caso, la zon¬cera no se justifica ni eventualmente pero es susceptible de explicación. Lo que no puede explicarse es que continúe en vigencia hasta cuando ya fueron logrados los objetivos que le dieron origen. Tal vez se la reitere sólo para mantener la so¬brevivencia y prestigio de quienes la generaron. En otros ca¬sos, como lo veremos al tratarlas, muchas zonceras pueden comprenderse en función de las ilusiones que el siglo XIX en su primera parte provocó en los progresistas "a outrance", pero no ahora que son evidentemente anti-progresistas pues tratan de inmovilizar él país dentro de una concepción perimida, con lo que paradojalmente, los progresistas se vuelven reaccio¬narios.
Y ahora tenemos que recordar de nuevo a Jeremías Bentham, porque en la base de los sofismas que puntualizó está el de autoridad, y la zoncera, como aquellos, generalmente reposan en la "autoridad" del que la enunció.
Estas zonceras de autoridad cumplen dos objetivos: uno es prestigiar la zoncera con la autoridad que la respalda, como se ha dicho; y otro reforzar la autoridad con la zoncera. Así los proyectos de Rivadavia se apoyan en el prestigio de Rivadavia. Y el prestigio de Rivadavia en sus proyectos.
Esto nos lleva de nuevo a la historia, cuya falsificación tiene también por objetivo una zoncera: presentar nuestro pasado como una lucha maniquea entre "santos" y "diablos", con lo que los actores dejan de ser hombres para convertirse en bronces y mármoles intangibles.

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El protagonista de la historia no pierde nada como hom¬bre cuando se lo baja del pedestal; ni siquiera como ejemplo. Por el contrario, gana al humanizarse con su carga de aciertos y errores. Pero como el objetivo de falsificación es una política de la historia que alimenta las zonceras, ver el hombre en su propia dimensión relativiza el personaje perjudicándolo como autoridad desde que, en cuanto hombre, no es el dueño de la verdad absoluta con que aparece respaldando a aquellas desde el nicho.
Tomaremos el caso de Sarmiento: primero, porque es el héroe máximo de la intelligentzia, y segundo, porque es el más talentoso de la misma.
Sarmiento es para mí, uno de nuestros más grandes —sino el mejor— prosistas. Narrador extraordinario —aún de lo que no conoció, como sus descripciones de la pampa y el desierto—, sus retratos de personajes, más imaginados que vistos, su pin¬tura de medios y ambientes, sus apóstrofes, sus brulotes polé¬micos, al margen de su verdad o su mentira, son obras maes¬tras. Forman una gran novelística hasta el punto de que lo creado por la imaginación llega a hacerse más vivo que lo que existe en la naturaleza.
A este Sarmiento se lo ha resignado al segundo plano para magnificar el pensador y el estadista, siendo que sus ideas económicas, sociales, culturales, políticas, son de la misma naturaleza que su novelística: obras de imaginación mucho más que de estudio y de meditación, y su labor de gobernante la propia de esa condición imaginativa. Pero insistir sobre la per¬sonalidad literaria del sanjuanino iría en perjuicio de su pres¬tigio como pensador y del ideario que expresó al colocarlo en otra escala de medida. Entonces, decir el escritor Sarmiento sería como decir el escritor Hernández o el escritor Lugones, cuando opinan sobre el interés general; referencias importan¬tes pero no decisorias. Y sobre todo cuestionables. Y la zoncera sólo es viable si no se la cuestiona.

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Además, al margen de la pedagogía colonialista, se defor¬ma al prócer para hacerlo ismo. Juega entonces el interés de la capilla y los capellanes. Así como el locutor Julio Jorge Nelson es la viuda de Gardel, cada prócer tiene sus viudas que administran su memoria, cuidan su intangibilidad y co¬bran los dividendos que da el sucesorio. Quizá sea Sarmiento el que tenga más viudas porque hay en el personaje una es¬pecie de padrillismo supérstite como para permitir una mul¬tiplicada poligamia póstuma. Más difícil es la tarea de los rivadavianos profesionales porque don Bernardino, el pobre, no tiene puntos de apoyo para su explotación: hubo que inven¬társelos. Eso lo hizo Mitre, que a su vez es otra cosa, porque su aprovechamiento no es de viudas. Los cultivadores del mitrismo no miran tanto al General, ya finado, como a "La Na¬ción", que está vivita y coleando y es la que distribuye el divi¬dendo de la fama mientras le cuida la espalda al General. Además practican ese culto todas las viudas de los otros proóceres como actividad, complementaria e imprescindible para el suyo. Aquí operan también matemáticos, poetas, escritores, pintores, escultores, corredores de automóviles, rotarianos, lo¬cutores, biólogos, señoras gordas, leones, "señores", otorrinolaringólogos, militares, pedagogos, políticos, economistas, toda clase de académicos, desde que todo el mundo sabe que sin la lágrima por Mitre, lo mismo en el arte o la técnica que en la vida social, deportiva, etc., no hay reputación posible. Así se explican esas largas columnas de felicitaciones en "La Na¬ción", que suceden a cada cumpleaños, y la introducción de Mitre en todo discurso, conferencia o escrito, aunque se trate de un estudio sobre las lombrices de tierra o los viajes estra¬tosféricos.
Acotaremos que la abundancia de viudas hace que ya sea difícil el acceso a los mármoles y bronces, lo que ha mo¬tivado la urgencia de algunos por ampliar el registro de los próceres. Así, a falta de mármoles y bronces aparecen los chupamortajas prendidos a la memoria de óbitos más recientes y aún de muchos insepultos rezagados en las Academias o el Instituto Popular de Conferencias.

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Este es un manual de zonceras, y no un catálogo de las mismas. Doy, con unas cuantas de ellas, la punta del hilo para que entre todos podamos desenredar la madeja. Y aclaro que yo no soy "uno" más "vivo", sino apenas un "avivado", y aún me temo que no mucho, porque ya se verá cómo he ido descu¬briendo zonceras dentro de mí .
Sin ir más lejos en ese "Paso de los Libres" que cito al caso en el copete, se me ha deslizado alguna, a pesar de que para la fecha de su publicación ya tenía la edad de Cristo. Y me las sigo descubriendo —¡y vaya si van años!—, tanto me han machacado con ellas en la época en que estaba des¬cuidado.
Precisamente para que no nos agarren descuidados otra vez, y a los que nos sigan, es que se hace necesario un catálogo de zonceras argentinas que creo debe ser obra colectiva y a cuyo fin le pido a usted su colaboración.
Mi editor me dice que hará un concurso de zonceras con premios y todo. Si tal ocurre le ruego al lector que, por el bien común, participe. Haremos el catálogo entre todos. Por si us-ted está dispuesto a colaborar en él, este libro lleva unas pá¬ginas suplementarias convenientemente rayadas para que vaya anotando sus propios descubrimientos, mientras lo lee.

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Además, descubrir las zonceras que llevamos adentro es un acto de liberación: es como sacar un entripado valiéndose de un antiácido, pues hay cierta analogía entre la indigestión alimenticia y la intelectual. Es algo así como confesarse o so¬meterse al psicoanálisis —que son modos de vomitar entripa¬dos—, y siendo uno el propio confesor o psicoanalista. Para hacerlo sólo se requiere no ser zonzo por naturaleza, con la connotación que hace Amado Alonso —"escasez de inteligen¬cia, cierta dejadez y debilidad"—; simplemente estar solamen¬te azonzado, que así viene a ser cosa transitoria, como lo se¬ñala el verbo.
Tampoco son zonzos congénitos los difusores de la pe¬dagogía colonialista. Muchos son excesivamente "vivos" porque ése es su oficio y conocen perfectamente los fines de las zon¬ceras que administran; otros no tienen ese propósito avieso sin ser zonzos congénitos: lo que les ocurre es que cuando las zon¬ceras se ponen en evidencia no quieren enterarse; es una acti¬tud defensiva porque comprenden que con la zoncera se de¬rrumba la base de su pretendida sabiduría y, sobre todo, su prestigio.
Las zonceras no se enseñan como una asignatura. Están dispersamente introducidas en todas y hay que irlas entresa¬cando.

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Viendo en Amsterdam la inclinación de los edificios motivada por la blandura del suelo insular en que se asientan, tuve la impresión de una ciudad borracha, pues las casas se sostie¬nen apoyándose recíprocamente. Imaginé la catástrofe que sig¬nificaría extraer una de cada conjunto. Esto le ocurrirá a usted a medida que vaya sacando zonceras, porque éstas se apoyan y se complementan unas con otras, pues la pedagogía colonia¬lista no es otra cosa que un "puzzle" de zonceras. Por eso, a riesgo de redundar, necesitaremos frecuentemente establecer, como dicen los juristas, "sus concordancias y corresponden¬cias", porque todas se entrerrelacionan o participan de finali¬dades comunes.
Al tratar de las zonceras no es posible, en consecuencia, clasificarlas específicamente, porque en el campo de su apli¬cación andan todas mezcladas y, donde menos se espera, salta la liebre. El cazador de zonceras debe andar con la escopeta lista no es otra cosa que un "puzzle" de zonceras. Por eso, a liebre, perdiz o pato, o pato-liebre, indistintamente. Pero todas tienen el carácter común de principios destinados a ser el pun¬to de partida del razonamiento de quien la profesa. En cuan¬to usted fija su atención sobre ese "principio" y no sobre su desarrollo posterior, ya la identifica, porque para evitar el aná¬lisis recurre de inmediato a ocultarse tras la autoridad.
Como están entreveradas y dispersas sólo se intentará agru¬parlas; eso y no clasificarlas, es lo que se hace en este trabajo, teniendo en cuenta sus características más importantes o el papel principal que juegan o han jugado, pero sin olvidar nun¬ca lo que se dijo de las "correspondencias y concordancias", porque suelen tener variada finalidad. Así, por ejemplo, vere¬mos oportunamente que política criolla, o el milagro alemán que aquí se han clasificado respectivamente en las Zonceras de la autodenigración y en las Zonceras económicas, podrían agruparse a la inversa, en cuanto el milagro alemán —utilizada para prestigiar cierta política— encubre una connotación de finalidades disminuyentes y racistas, cosa que se verá a su tiem¬po. Del mismo modo política criolla, que es zoncera autodenigratoria, se connota con lo económico.
Con esto quiero advertir al lector que no debe tomar muy al pie de la letra la clasificación que se hace, que obedece a la conveniencia de seguir algún método expositivo. Hay un ca¬pítulo titulado Miscelánea de zonceras porque las que allí van son aparentemente de distinto género. En realidad todo el li¬bro es una miscelánea pero de la comprobación aislada de cada zoncera llegaremos por inducción —del fenómeno a la ley que lo rige— a comprobar que se trata de un sistema, de elementos de una pedagogía, destinada a impedir que el pensamiento nacional se elabore desde los hechos, es decir desde las com¬probaciones del buen sentido.
Con esto dejo dicho que este libro es una segunda parte de "Los profetas del odio y la yapa" —es decir una contribución más al análisis de la pedagogía colonialista—, en el cual se exponen las zonceras, para que ellas conduzcan por su desen¬mascaramiento a mostrar toda la sistemática deformante del buen sentido y su finalidad.
Y como las zonceras se revisten de un aire solemne —que forma parte de su naturaleza—, les haremos un "corte de man¬ga" tratándolas en el lenguaje del común, que es su enemigo natural, escribiendo a la manera del buenazo de Gonzalo de Berceo en su "Vida de Santo Domingo de Silos":

Quiero fer una prosa en roman paladino,
en qual suele el pueblo fablar a su vecino1.