miércoles, 19 de septiembre de 2012

Los embajadores del odio por Elías Quinteros


LOS EMBAJADORES DEL ODIO

Elías Quinteros

Un sector de la sociedad argentina odia o, expresado más crudamente, experimenta un sentimiento de aversión hacia algo o hacia alguien que transforma al responsable de ese sentimiento en el destinatario de los deseos más dañinos. Una parte de este sector odia a Cristina Fernández. Y una fracción de esta parte odia a la presidenta con un odio tan grande que no puede ver su rostro, no puede escuchar su voz, ni puede pronunciar su nombre. Quienes integran esta fracción piensan que ella es una mujer soberbia, frívola, caprichosa y autoritaria que tiene al encono como alimento cotidiano; que reina en medio de una corte inútil, servil y corrupta que está formada por montoneros, piqueteros, guevaristas y zurdos en general; que apoya a los jueces garantistas que defienden los derechos humanos de los terroristas del pasado y de los delincuentes comunes del presente; que restringe la libertad de expresión; que sostiene a organizaciones juveniles que imitan a las juventudes hitlerianas; y que desarrolla una política demagógica y, por este motivo, estatista y populista que satisface los reclamos de los «negros»; consiente los negocios de los funcionarios, los gremialistas, los empresarios y los periodistas que son amigos del poder; y privilegia los asuntos que atañen a las naciones latinoamericanas, en lugar de hacer eso con las cuestiones que conciernen a los Estados Unidos y a las naciones europeas, aislándonos tontamente del mundo. Y, además, estiman con una ingenuidad sorprendente que su opinión no difiere de la que es sustentada por la mayoría de la sociedad: algo que, aunque parezca absurdo, tiene su explicación. Después de todo, un hombre que percibe diariamente que sus apreciaciones son compartidas por su esposa, por sus hijos, por sus amigos, por sus vecinos, por sus compañeros de trabajo y, en general, por los individuos que se encuentran presentes en los bares y en los restaurantes que son testigos de sus almuerzos, en el club que es testigo de sus partidos de tenis, en el «country» que es testigo de sus fines de semana, en los hoteles que son testigos de sus veraneos, etc., no puede advertir que su mundo no involucra a la totalidad de la sociedad, sino a una porción que, no obstante su tamaño, configura una minoría.

Muchos de los que proceden de este modo suponen que la realidad es inmutable, que el presente es similar al pasado y que lo que sucede hoy es como lo que sucedió ayer. Tales individuos critican a Cristina Fernández con dureza. Pero, en su momento, también criticaron con una dureza similar a Néstor Kirchner, Eduardo Duhalde, Fernando de la Rúa, Carlos Menen y Raúl Alfonsín. Es decir, ejercen la crítica en forma compulsiva. Piensan que todo está mal desde que Juan de Garay llegó a estas tierras. Y opinan de esa manera porque creen que los argentinos, expresión que los comprende aunque no lo adviertan cuando lo dicen en los ámbitos públicos y privados, no son como los habitantes de las naciones civilizadas. Otros, en contraposición con los precedentes, estiman que la realidad es cambiante. Sin embargo, no califican a este cambio como positivo. Y, por esa razón, afirman que el gobierno de Cristina Fernández es peor que el de Néstor Kirchner, que el gobierno del santacruceño fue peor que el de Eduardo Duhalde, que el gobierno del bonaerense fue peor que el de Fernando de la Rúa y, en definitiva, que cada gobierno fue peor que el que lo antecedió, por un defecto innegable e inmodificable que caracteriza a los pobladores de nuestro país. Junto a los sujetos descriptos, encontramos a los que cuestionan a la administración nacional, aunque perciban que la situación de la Argentina mejoró notablemente, porque su ambición o su antikirchnerismo son más grandes que las mejoras alcanzadas. Y, por último, no podemos ignorar a los que no desperdician sus energías, ni su tiempo, debatiendo si la realidad es mutable o inmutable y, en un paso posterior, si el cambio es positivo o negativo. Estos no centran su atención en esa clase de cuestiones. Critican a Cristina Fernández, o sea, a la «yegua» que ocupa la Casa Rosada tan sólo porque ella tiene la virtud de conmover sus prejuicios de clase, raza y género.

En los supuestos enunciados, no nos hallamos ante ciudadanos que discrepan con la presidenta porque desaprueban la orientación o los resultados de su gestión: lo cual es entendible y respetable aunque podamos considerar que están equivocados. Nos encontramos ante personajes que odian, que atribuyen a Cristina Fernández el odio que está presente en ellos y que exteriorizan ese odio, por ejemplo, en la sección de los diarios de «derecha» o de «centroderecha» que está destinada a las opiniones de los lectores, en las redes sociales de Internet y en la expresiones verbales y escritas que forman parte de la escenografía de los «cacerolazos»: una forma democrática de protesta que adoptó el sentido reaccionario de las marchas de Juan Carlos Blumberg y de los «piquetes» de las entidades agropecuarias, durante la presidencia de Cristina Fernández. Como corolario de esta mutación, los que desprecian a los «negros», los que detestan a los peronistas, los que temen a los comunistas, los que defienden a los represores, los que añoran al menemismo y los que adhieren a las políticas neoliberales, aunque eso empobrezca a la mayoría de los argentinos, tienen un medio idóneo para cuestionar a una «dictadura» que les permite expresarse libremente, mientras golpean unas cacerolas u otros elementos metálicos en la vía pública. Acorde con lo dicho por más de uno, tal clase de manifestación reúne a personas que sienten que no están representadas por los partidos políticos de la oposición. Pero, quienes responsabilizan a la totalidad de estos por dicha situación incurren en una injusticia con los que representan a la parte del electorado que, aunque no vote por el kirchnerismo, respeta la decisión de la mayoría de los votantes, reconoce los logros gubernamentales, apoya las medidas presidenciales que trascienden lo partidario y, en síntesis, posibilita la existencia, el funcionamiento y la vigencia de la democracia argentina.

El problema -digámoslo con claridad-, no radica en la inoperancia de unos partidos políticos que no interpelan a un sector de la población, dejándolo en medio de la orfandad más absoluta. A diferencia de lo supuesto por muchos, radica en ese sector: un rejunte heterogéneo de individuos que -por sus características antidemocráticas-, no admite la interpelación de ningún partido. Al respecto, debemos resaltar que un grupo de manifestantes que protestan, entre otras cuestiones, por la inseguridad, la inflación, la diversificación de los medios audiovisuales, la regulación de las importaciones y del dólar, la emisiones del programa televisivo 6, 7, 8 y la reelección presidencial; que exhiben los símbolos de la ideología nazi; y que, según sus propias confesiones, anhelan la libertad de Jorge Rafael Videla, la condena de las Madres de Plaza de Mayo y la muerte de Cristina Fernández; configuran una realidad que no atrae muchos votos o que, por lo menos, no los atrae en estos momentos. Por esa causa, los políticos de «derecha» dicen que el gobierno nacional debe escuchar a los que se expresan de esa manera. Mas, todavía no adhieren oficialmente a esta clase de reclamo. Y no proceden así porque todavía piensan que el secreto del éxito no consiste en la mimetización con dichos individuos, sino en la obtención de su confianza y de su apoyo sin que el resto de la sociedad crea que son como ellos: una conducta que puede cambiar en el instante más inesperado, si el gobierno nacional se descuida y si el pueblo se olvida de su pasado. Aquí, nuestra democracia, entendida como una forma de vida más que como una forma de gobierno, debe efectuar un doble trabajo. Por un lado, debe distinguir a los que no son como los sujetos mencionados aunque golpeen una cacerola, con el objeto de atender sus demandas de una manera adecuada. Y, por el otro, debe contener y tolerar a los que sólo pretenden la satisfacción de sus intereses y el triunfo de su mentalidad medieval.

martes, 18 de septiembre de 2012

miercoles 26/09 15-16:45 mesa pedagogías de latinoamerica

En el marco de las I JORNADAS DE ESTUDIOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE el miercoles 26 de septiembre de 15 a 16:45 hs se presentará la mesa de pedagogías latinoamericanas. La misma estará coodinada por la Lic. Carla Wainsztok y contará en con la participación de Mataluna, Mariana Beatriz (UBA): “Positivismo e institucionalización de la enseñanza: algunas notas comparativas en el caso argentino y brasilero”; Wainsztok, Carla (FSOC-UBA): “De la comunidad pedagógica a la CELAC”; Rojas G, Aura Elena (UNC): “Del Pensamiento Político Latinoamericano hacia la Pedagogía Crítica: conciencia crítica e ideología en y desde la Universidad Bolivariana de Venezuela”.
Las jornada se realizará en la Facultad de Cs. Sociales de la UBA en Marcelo T. de Alvear 2230 aula 304.
Los esperamos.

De la comunidad pedagógica a la CELAC por Carla Wainsztok


De la comunidad pedagógica a la CELAC
Carla Wainsztok

I Pedagógicas

Un/a docente hace opciones continuamente, en nuestro caso la primera e-lección implica definir el campo pedagógico.

“Viéndolo bien, cada acto pedagógico práctico supone algo permanente y constante que no depende de circunstancias ni de actores. Esa constante es una significación, y como significación, se concreta de modo puramente pedagógico cada vez que el maestro y el educando se ponen en relación. Que en muchas ocasiones el acto se nos presente rodeado de condiciones tales que, a simple vista, parezcan atribuirle un acusado carácter subjetivo y variables es cosa que no altera, en fondo su contenido específicamente pedagógico. De ese sentido específicamente pedagógico nacen reglas que constituyen la praxis pedagógica. Consiguientemente, esas reglas deben ser susceptibles de determinación objetiva; y por aquí se ve progresivamente a la fijación de las relaciones que las conexionan y coordinan. (Taborda, 2011:177)

Es decir lo pedagógico es el vínculo entre la maestra, el maestro y la educanda y el educando. Un vínculo para construir libertades, emancipaciones, autonomías o un vínculo para la dominación. ¿Qué es un aula sin vínculos pedagógicos? Es un espacio con pupitres y pizarrones, un aula vacía y vaciada pero, si ese espacio habilita el encuentro entre sujetos pedagógicos es un aula plena de palabras, convicciones, sentires y cosmovisiones.

“Quien elige enseñar, sólo puede sostener su tarea si mantiene abierta la convicción de que vale la pena conocer el mundo y que cada niño es merecedor de ese legado; así como también si sostiene la idea de que el mundo puede ser mejor de lo que ha sido (…) Es un amor que se parece mucho a la justicia. (Siede, 2007: 246-247)Ese amor que se asemeja a la justicia es el eros pedagógico, el amor pedagógico. El amor a la tarea de enseñar.“Quien no sepa vivir en el amor hacia sus semejantes, puede considerarse fracasado, de antemano como educador (…) Parece extraordinario que un Profesor universitario que persigue el desarrollo de la Pedagogía, crea que ‘el principio de toda actuación educadora está en el conocimiento’ Esto no es así: en el comienzo, en medio y en fin se halla el corazón, el amor, la pasión, el eros pedagógico” (Kerschnsteiner, 1928:34-35)
El espíritu de la educación no radica en un “edificio con aulas, un director investido por el Estado o de otro modo, un reglamento y un horario” (Spranger, 1960: 34) El espíritu de la educación “sólo puede hacerse con el maestro animado por el eros pedagógico. Al fin se aprende a actuar más por los hombres que por las instituciones” (Spranger, 1942: 146)
¿Acaso no son verdaderos maestros lo que clamaba la Reforma Universitaria en Perú y Argentina?“Los catedráticos inseguros de su solvencia intelectual, tienen un tema predilecto: el de la disciplina. Recuerdan el movimiento de reforma de 1919 como un motín (…) Pero el concepto de disciplina es un concepto que entienden y definen a su modo. El verdadero maestro no preocupa casi de la disciplina. Los estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la Universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Sólo los catedráticos mediocres- y en particular los que no tienen sino un título convencional o hereditario- se inquietan tanto por la disciplina, suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece inapelablemente la jerarquía material o escrita” (Mariátegui; 2001:115-116)

El pedagogo cordobés denuncia “No se deciden a advertir que si la insurrección de los estudiantes hubiera carecido, y careciera hoy mismo de fuertes razones de ser, una tal expresión bastaría a otorgarle una justificación más que aceptable, plausible. Pues, si fuera cierto que ellos no sirven para otra cosa que para hacer huelgas a nadie que no sean sus mentores correspondería hacer responsables de esa ineficacia. En todo caso, están de más los maestros que sólo quieren entenderse con estudiantes perfectos”(Taborda;2011:52)

 La pedagogía es una experiencia trimembre maestras/os, estudiantes-educandos y los contenidos de las culturas. Nosotros en este texto queremos recuperar la idea de transmisión.

“La idea de transmisión, en su utilización habitual en educación aparece cargada de un sentido ligado a la repetición irreflexiva, a la reproducción de modelos de saber y autoridad. Es necesario recordar este desprestigio en cualquier intento de sostener un debate sobre la transmisión en el mundo educativo, tanto para que éste no sea descartado de plano como para no convalidar el regreso a posiciones conservadoras sobre el papel de la escuela en la transmisión cultural” (Terigi, 2004: 192)
Para nosotras/os la enseñanza y la reflexión sobre la misma es una promesa con las nuevas generaciones. Pero incluso en nuestros países con historias de exilios, destierros, reunir las viejas y las nuevas generaciones en un relato no es un dato menor. De ello también se nutre la pedagogía, como diálogo intergeneracional. Las dictaduras destruyeron la posibilidad de ese diálogo; que hoy se está reconstruyendo. Entonces la pedagogía nuestroamericana también como filiación simbólica. Es ahí donde generación y transmisión se dan la mano.
“Todo pueblo realiza existencialmente la misión que llamamos educación. Generación tras generación, todo pueblo atiende al íntimo y misterioso mensaje que teje con los afanes formativos de todos los días la continuidad de su historia” (Taborda; 1994: 50)
Del otro lado del océano un filósofo se preguntaba y nos pregunta: “¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes? ¿Acaso en las voces a las que prestamos oído no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar? ¿Acaso las mujeres a las que hoy cortejamos no tienen hermanas que ellas ya no llegaron a conocer? Si es así, un secreto compromiso de encuentro está entonces vigente entre las generaciones del pasado y la nuestra. Es decir: éramos esperados sobre la tierra” (Benjamín, 2007: 22)
Una o un docente susurra en el aula un secreto. Se trata de una conversación, no del peso en nuestros cuerpos de las generaciones pasadas, sino de una conversación entre los vivos y los muertos. “No se trata de que lo pasado arroje su luz sobre lo presente o lo presente sobre la pasado; la imagen es aquello en donde el pasado y el presente se juntan par constituir una constelación” (Benjamín, 2007: 22) Y dicha constelación permite que la transmisión no sea algo mecánico, una “concepción bancaria” sino como la posibilidad de compartir relatos.
Recordemos que relatar significa unir los lazos. Y esto nos permite afirmar que uniendo lazos de escritura y lectura estamos construyendo una comunidad.
“La transmisión sería así una página escrita, un relato que cuenta la gesta de los predecesores y que cada uno podrá leer o rescribir a su manera (…) Esta confusión entre transmisión y tradición tendría como efecto el apartarla transmisión de la universalidad. Pone en evidencia la muerte de la creación, la muerte del texto, y la sujeción del sujeto a valores destinados a la pretrificación” (Hassoun, 1996: 175-177)
Transmitir es crear, es inventar no sólo hacer el arqueo de los tesoros de los tiempos idos. Transmitir es esperar con alegría que las/os estudiantes sueñen nuevos sueños. Pero para soñar de nuevo y lo nuevo se necesitan de palabras, de relatos “Tal vez habría que pensar si los docentes, en esa complejísima trama que implica la transmisión, no estamos siempre, cada vez que se concreta, dando con el lenguaje un alimento que implica porvenir” (Pradelli, 2011: 23)
Transmitir puede ser entonces ese lugar, ese espacio que nos permita encontrarnos en un tiempo. Espacio y tiempo. Pero ya no en la constelación del pasado y del presente, sino también donde se suman los futuros.
“La transmisión supone objetos frágiles y seres mortales, y entre esos seres supone una estructura de lugares ala vez temporal y simbólica, como también una palabra que signifique que otro puede venir a su vez; hacerse adulto en su momento, padre o madre a su hora, o profesor, siguiendo a otros (…) Transmitir un ‘saber’ transmitir conocimientos, es reconocer en otro sujeto la capacidad de saber ese saber, de desearlo, de entenderlo, de desarrollarlo” (Cornu, 2004: 28)
Pero la herencia, lo transmitido nos es dejado por otras/os pero eso no lo vuelve propio. Lo propio debe ser apropiado. Nuestras pedagogías deben ser construidas, creadas, inventadas y apropiadas.
 Respecto a los bienes culturales consisten “algo vivo y espiritual y no de una cosa cristalizada como lo pretende el empirismo vigente en nuestras escuelas” (Taborda, 2011:177)

Lo vital le permite a nuestro pedagogo fundamentar que la pedagogía es una ciencia espiritual

“Es una pedagogía de la cultura. Lo es en tanto acota su campo en el íntimo enlace del espíritu subjetivo con el espíritu objetivo y busca en él el momento propiamente pedagógico. El concepto de la cultura es el de una interrogación de dominios particulares que se hallan, históricamente, en mutua y recíproca interdependencia. Como tal, sufre la influencia de su clima espiritual, del clima que le depara el espíritu objetivo. Cuando los influjos de ese mundo son específicamente educativos, es señal de lo que el alma singular susceptible de formación recibe vivamente un valor, un valor de los que le presenta la comunidad a la cual pertenece. Educar es propagar la cultura. Naturalmente, la tarea de la pedagogía que arranca de una realidad cultural y se dirige a la valoración y a la norma necesita de conceptos conductores” (Taborda, 2011:227)
La pedagogía es entonces un acto cultural que pertenece a un tiempo y a un espacio, “Todo proceso educativo es obra de la comunidad como unidad vital” (Taborda, 2011:83)

Para los maestros vitalistas, espiritualistas la idea de que la sociedad era una suma de individualidades que eligen pactar ya había sido puesta en crisis.

Nace así una versión moderna de la pedagogía social en Alemania de la mano de Paul Natorp, recordemos que Saúl Taborda va a formarse con él por sugerencia de Ortega y Gasset.

La pedagogía social se ocupa principalmente de cómo la comunidad educa a sus miembros, en este origen hay una preocupación por la cuestión social “La idea fundamental de los jardines de infancia debe más bien ser puesta en exacta relación con el postulado de un restablecimiento de la vida doméstica del obrero mismo, en una forma compatible con la hoy alcanzada y creciente concentración económica. En esto, más que en parte alguna, la ayuda que se preste a las clases hoy oprimidas debe dirigirse a que ellas se ayuden a sí mismas”  (Natorp P.:2001,188)

El problema que aparece es el siguiente, si las madres y los padres de las/os niñas/os deben ir a trabajar ¿qué se hace con los niños aún no escolarizados?. La presencia de los jardines de infantes era un tema que ya había atraído la mirada de Froebel en Alemania.
Pero también aparece la tensión entre individuo y comunidad, para el mismo Natorp la “Exaltación de la comunidad es ensanchamiento del sí mismo” (Natorp P.:2001, 171)
Para otra gran pedagogo alemán “No hay una supremacía moral del nosotros sobre el yo. “Por lo tanto no basta que sencillamente exista una comunidad, en la cual y para la cual se educa. Lo que interesa son los contenidos éticos en relación a los cuales la comunidad actúa- por decirlo así- como continente” (Spranger, 1960: 33)
 En tanto para el creador de la comunidad facúndica “Pero como quiera que el educando, el educador y la comunidad educadora están comprometidos en el mundo espiritual, parece evidente que la determinación del fin educativo no puede proceder precisamente del individuo. Los valores realizadores pertenecen a la comunidad, pero el ser del individuo no existe sin el ser de la comunidad y, en consecuencia, no parece existir un deber ser del primero que no sea también un deber ser de la segunda” (Taborda, 2011:232)

Para todos ellos es impensable que haya educación sin comunidad. “La educación es concebible únicamente dentro de la comunidad humana y por medio de la comunidad humana” (Spranger, 1960: 32)

La relación entre educación y comunidad es una relación imbricada “En todo caso, entre los conceptos comunidad y educación existe una relación no meramente externa. Parece que la educación, mientras no es mera educación propia, vive por completo en el elemento de la comunidad, que su concepto descansa ya en la comunidad, por lo menos en la de cada educador con cada educando. Y no es menos seguro que el fin de la educación, al menos uno de sus fines más importantes, es la aptitud no sólo para la vida en la comunidad, sino para una participación propia en la construcción de una comunidad humana. La investigación de estas importantes relaciones debe cerrar nuestra fundamentación” (Natorp P.:2001, 167)
Incluso las escuelas deben actuar actuar “como verdaderas comunidades de trabajo, en las que se unan entre sí los alumnos, así como los profesores, y muestren una vida interior social,” (Kerschnsteiner, 1928:109)

 La formación pedagógica, habrá de inspirarse en aquel espíritu social.” Debe ser fundamentalmente un acerbo social, una comunidad de vida y de trabajo, en la que cada educando aislado pueda alcanzar el conocimiento de valores ilimitados, y descubrir y desarrollar la tendencia y habilitación para realizar dichos valores en la futura personalidad” (Kerschnsteiner, 1928: 115)

Incluso una comunidad juvenil, “Una escuela no debiera ser meramente un establecimiento de enseñanza sino una comunidad juvenil de vida- aún cuando no tenga a su disposición el día entero (…) es un arte pedagógico especial el tejer hilos entre familia y escuela” (Spranger, 1960: 35) entre escuela y otras comunidades pedagógicas.

II Comunitas

Las concepciones de Natorp, Spranger, Kerschnsteiner e incluso las de la sociología clásica suponen que la comunidad “es una ‘propiedad’ de los sujetos que une: un atributo, una determinación, un predicado que los califica como pertenecientes al mismo conjunto. O inclusive como una ‘sustancia’ producida por una unión. En todo caso se concibe a la comunidad como una cualidad que se agrega a su naturaleza de sujetos, haciéndolos también sujetos de comunidad. Más sujetos. Sujetos de una entidad mayor, superior e inclusive mejor, que la simple identidad individual, pero que tiene origen en esta y, en definitiva le es especular” (Esposito 2003: 22-23)

Para el filósofo italiano es necesario revisar el origen etimológico de la palabra comunitas y allí se marca el cum latino, con y el vocablo munus, “Lo que prevalece en el munus es en, suma la reciprocidad o ‘mutualidad’ del dar que determina entre el uno y el otro un compromiso” (Esposito 2003: 22-23)

Entonces la comunitas “No es una posesión, sino por el contrario, una deuda, una prenda, un don-a –dar” (Esposito 2003: 22-23) y recordemos el don tiene que ver con la generosidad.

“En este sentido, la cultura es un don que permite un trabajo: el trabajo de contribuir a pensar y decir cosas nuevas, o viejas de otro modo. La generosidad adopta un sentido político (…) cuando la práctica intelectual se detiene en dramas sociales inmediatos o en singularidades remotas y cosas a veces muy minoritarias, de manera irrecíproca, sin perder nunca un sentido tribal, una aspiración de comunidad” (Tatián 2012: )

La cultura y la comunitas, es decir lo que se está realizando. Lo pedagógico –cultural entonces en tres tiempos, el pasado es decir lo ya hecho por otras y otros, el presente lo que nosotras/os estamos haciendo y el futuro lo que imaginamos, los sueños futuristas de Mariátegui o los sueños diurnos de Ernst Bloch.

Lo pedagógico-cultural hoy, como el trabajo de un don-a dar para nombrar lo nuevo o para nombrar lo viejo pero de otro modo. No se trata de copiar, imitar o repetir lejanías sino de crear. Y en este sentido lo pedagógico- cultural como reparador. “Un saber curioso” (Ulloa: 2012), que desea nombrar y nos nombra.

Con el tiempo la comunitas fue perdiendo la espesura del don, de la mutualidad y se fue convirtiendo “en civitas y castrum, este último con una evidente inflexión militar de defensa de los propios confines (…) esos communia que antes indicaban un simple conglomerado rural, o urbano, comienzan a adquirir los rasgos cada vez más formales de una verdadera institución jurídico- política” (Esposito 2003:35)

Desde Hobbes hasta Kant, desde Tonniës hasta Weber la comunidad es un atributo, un plus, pero por paradójico que resulte no es otro que Heidegger que comprende “el Dasein mismo en su constitución singularmente plural (…) No es posible destruir la comunidad porque también esa destrucción sería una modalidad de relación interhumana. Pero no se la puede tampoco presuponer-ni destinar- como algo externo y previo a su posición actual. No pertenece a nuestro pasado ni a nuestro futuro, sino a lo que ahora somos (…) La comunidad no está ni antes ni después de la sociedad. No es lo que la sociedad suprimió, ni lo que ella deba proponerse como objetivo. Así como no es resultado de un pacto, una voluntad o de una simple exigencia que los individuos comparten. Pero tampoco es el lugar arcaico del que ellos provienen y que abandonaron. Y por ello el simple dato fáctico de que no existen individuos fuera su ser-en –un-mundo-común. (…) La filosofía política parte siempre de los individuos preconstituidos (…) mientras que el pensamiento de la comunidad parte siempre de la relación del compartir” (Esposito 2003:155-156)

La comunidad es definida por el pedagogo cordobés como “comunidad existencial –antropológica (…) la comunidad del hombre que está en el mundo, del hombre que ‘es con otros hombres’” (Taborda, 2011: 254)

Y este ser en el mundo y con otros hombres presume que el “Conocer es expresar el ser.” (Taborda, 2011: 254)

Este conocer es un conocer indagador “El hombre está en el mundo.- Inmerso en las cosas que lo rodean, que lo envuelven, que lo traen y lo tienen, él se vuelve a las cosas y pregunta a las cosas. Experimenta. Experimenta el mundo porque el mundo tiene sentido. Pero, primeramente, ese sentido es oscuro y secreto. Por eso, cada vez más ávido de claridad, pregunta el hombre a las cosas. Múltiples son sus preguntas, Múltiples como las vivencias inmediatas con las que tantea su mundo. Pregunta también por el mismo, pues, en cierto momento, él llega a ser un problema cuyo sentido ha de descifrar”. (Taborda, 2011: 252)

 Más de veinte años después, un pedagogo brasileño afirmaba “Una vez más los hombres, desafiados por la dramaticidad de la hora actual, se proponen a sí mismos como problema. Descubren que poco saben de sí, de su ‘puesto en el cosmos’, y se preocupan por saber más. Por lo demás, en el reconocimiento de su poco saber de sí radica una de las razones de esa búsqueda. Instalándose en el trágico descubrimiento de su poco saber de sí, hacen de sí mismos un problema. Indagan. Responden y sus respuestas los conducen a nuevas preguntas” (Freire, 1970: 37)

Es que ambos pedagogos retoman las ideas de un filósofo alemán “Cuando el hombre se ha colocado fuera de la naturaleza y ha hecho de ella su ‘objeto’- y ello pertence a la esencia del hombre y es el acto mismo de la humanificación- se vuelve en torno suyo estremeciéndose, por decirlo así, y pregunta ¿Dónde estoy yo mismo? ¿Cuál es mi puesto? (…) Descubre en esta mirada la posibilidad de la ‘nada absoluta’; y esto le impulsa a seguir preguntando ‘¿Por qué hay un mundo? ¿Por qué y cómo existo ‘yo?”(Scheler; 1938: 111)

Este hombre, esta persona, este sujeto posee la “disposición y facultad de producir y configurar formas siempre nuevas del pensamiento y la intuición, del amor y la valoración” ( Scheler; 1938:69)

En este sentido se ha de recalcar el trabajo del educador que “no es un teórico de la pedagogía. Educador es aquél que posee el don de hacer pedagógico los resultados del saber. (…) El don que define al educador consiste en la aptitud para captar y experimentar la significación educativa del bien cultural y para acomodar esa significación a la tarea docente en modo que se le apropie el desarrollo del educando. Lo cual no quiere decir que importa una relativización del valor objetivo, sino que éste se hace educativo según la ley expresada” (Taborda, 2011: 261)

Dicho de otra manera, el educador tiene la responsabilidad existencial de transmitir “un bien cultural, un bien cultural cierto y determinado, escogido con un criterio específicamente docente. Trátase de algo vivo y espiritual y no de una cosa cristalizada, como lo pretende el empirismo vigente en nuestras escuelas” (Taborda, 2011:177)

La transmisión insistimos, no como concepción bancaria sino una “concepción humanista (que) no excluya el bien cultural-huelga repetirlo-, pero lejos de creer que la formación resida en su transmisión mecánica y en su nueva posesión, le asigna su recto valor al reconocerle posibilidades educativas, cuya eficacia depende de su influencia en el desarrollo íntimo del docendo” (Taborda, 2011: 241)

La docencia entonces como una forma de intervención, “De tal suerte que ahí donde un hombre interviene en otro hombre con el propósito de incrementar su formación se hace presente el objeto de la educación” (Taborda, 2011: 250)

Pero dicha intervención contiene la posibilidad de ser una buena o una mala educación “Humano es aquí, en todo el libro, un adjetivo calificativo que indica esta cualidad moral de condolerse por los otros. Lo que llamamos educación, entendida como formación, es el esfuerzo por dirigir las influencias que puedan hacer al hombre humano, capaz de sentir la raíz común de esa humanidad (…) Ser indiferente al dolor ajeno o, incluso, gozar con él son signos de una mala educación. Como lo es el no saber compartir la alegría ajena o la propia” (Carvallo Rey 2011; 6)

Sin embargo “Un estudiante frente a un maestro constituye ahora la enunciación de un teorema tanto más difícil de ser resuelto cuanto más simple y sencillo parece. Primeramente, se exige establecer el derecho que asiste al maestro para enseñar; después se necesita saber cómo y de qué modo ha comportarse el maestro en el desempeño de su tarea. ¿Es que él transmite conocimientos a su docendo? ¿Es que él debe concretarse a fomentar en el niño el proceso de la invención? ¿Es que hay que reconocer que la actitud precede del crear- ser autor- y que, consiguientemente, siendo el niño el que crea en el acto educativo, es él el depositario legítimo, el único dueño de su autoridad? ¿Es que la antinomia autoridad-libertad se resuelve en un actotisi, un acto de conciencia? ¿O cabe todavía una distinta posición basada en el examen fenomenológico del acto educativo? (Taborda, 2011: 51)
El diálogo parece ser la respuesta para construir sujetos pedagógicos libres, autónomos y erguidos.

“Una comunidad estable y de una comunicación espiritual, cosa que sólo puede conseguirse con el amoroso cultivo del diálogo entre estudiantes y profesores” (Taborda, 2011: 57)

Y encontrando nuevas similitudes con el pedagogo brasileño “La existencia en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras, sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir, humanamente es ‘pronunciar’ , es transformarlo. El mundo pronunciado,  a su vez retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento(…) El diálogo es este encuentro de los hombres mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no agotándose por lo tanto en la mera relación yo-tú.” (Freire, 1970:104-105)

El diálogo habilita el encuentro, permite compartir los conocimientos, los relatos, el eros pedagógico es impensable sin el respeto, sin el cuidado por el otro. La docencia es también ternura. En los orígenes los griegos afirmaban que el logos era sólo para los ciudadanos y los gritos eran propiedad de las multitudes. “Reducir el lenguaje del otro al grito lleva a enunciar nuestra pretendida ‘palabra’ también desde el grito. Aristóteles; que define al hombre como ‘animal que posee logos’(‘palabras’ y ‘razón’), cuando analiza la sociedad esclavista, a la que justitifica, disocia los dos sentidos del logos y deja al esclavo una palabra vacía. Frente a ese ser inferior; el amo es aquel cuya voz supone la totalidad significativa del logos. Al ‘esclavo’ por naturaleza’ no le resta nada más que una voz cuasianimal, equivalente al grito Como consecuencia de este hecho, la política aristotélica se construye teniendo no la palabra como presupuesto, sino el grito, en cuanto que éste es necesario para el logos, así como el esclavo es necesario para la ciudad” (Roig; 2009:133)

Esta definición oculta, esconde la dicotomía civilización-barbarie, los civilizados poseen el logos y los pueblos gritan. Este pensamiento colonizador aún está presente en las pedagogías latinoamericanas. “La negación de la ‘palabra’ al otro conduce a negar nuestra propia palabra a quedarnos legítimamente sin ella” (Roig; 2009:133)

Sin embargo las pedagogías latinoamericanas intuyen que parte del pensar y sentir descolonizador presume que los gritos en realidad son propiedad del “conocer cruel” (Ulloa, 2012), y las palabras que piensan y sienten constituyen el saber primoroso. De esta manera los gritos expulsan, expelen las diferencias, por ello “La escuela debe ser, imperativamente, comunidad (…) Sólo así, construida sobre el diálogo, una generación nueva, podrá, gracias a su identidad, contemplar y transformar el mundo” (Carvallo Rey 2011; 67) o como plantea en la actualidad otro pensador latinoamericano “Desarrollar la potencialidad desde la subjetividad, superando los códigos de información y del comportamiento, avanzando hacia el mar abierto, hacia la vastedad del colocarse, que es más que la capacidad de apropiación de las circunstancias porque define un camino para contestar a la pregunta ¿ cómo hacer del hombre más hombre? (…) No se trata de hacer hombres funciones-sino hombres semillas capaces de volver a nacer para estar presentes como sujetos erguidos y autónomos” (Zemelman, 2007:18)

Entonces comunidad y autonomía, comunidad y libertad. No una comunidad que se impone sino “una comunidad que se produce, una comunidad que se genera, una comunidad que se inventa. Una comunidad en la que se entra y no a la que pertenece, una comunidad que es libertad y no necesidad –y que tampoco es sociedad, porque se establece en función de lo común. Los seres humanos, dice Spinoza, entran en relación por lo que tienen en común, porque es esto que tienen de común lo que los hace incrementar su potencia, si es que se componen adecuadamente. Pero eso común no es un destino inexorable, y puede adoptar distintas formas”(Tatián; 2009: 70)

III Comunidades pedagógicas

“De aquí que la comunidad sea, a un mismo tiempo, objeto y sujeto de la actividad educativa. Partiendo del concepto par comunidad-miembro, esta doctrina reconoce cuatro formas docentes, que son: la comunidad que educa a la comunidad, la comunidad que educa a los miembros; los miembros de la comunidad que se educan entre sí; y la de los miembros que educan a la comunidad (…) De aquí que la educación, como toda la manifestación del espíritu objetivo –idioma, derecho, arte, religión- sea una función de la comunidad, y de aquí que la tarea asignada a la pedagogía sea la de hacer vivo en cada individuo ese espíritu-objetivo” (Taborda, 2011:232)

La comunidad educa a través de sus símbolos, de sus monumentos, en este sentido es posible recordar a Ricardo Rojas y su pedagogía de las estatuas. Las ciudades poseen marcas pedagógicas que habilitan y clausuran las memorias, los recuerdos, los olvidos.

Estos son tiempos de nuevos nombres para las calles, para las estaciones ferroviarias y para los subtes, estos son días en que hay. monumentos que se quieren bajar, y un debate que se abre ¿desmonumentalizar la ciudad o crear nuevas huellas para las/os transeúntes? estas son épocas de baldosas de y para las memorias y son jornadas para cambiar las imágenes de los billetes.

Dos licenciados en artes nos ayudan a pensar “Cuando nos referimos al concepto de imagen, esta idea no se acota solo al ‘objeto obra’ circunscripto al espacio de exhibición, sino, por el contrario, al complejo y extenso repertorio de imágenes que exceden a la galería o al museo, y conforman el escenario de nuestra cotidianeidad. Un primer ejemplo concreto de esto lo constituyen los denodados esfuerzos, de la mano de Osvaldo Bayer como su cara visible para desmonumentalizar a Julio Argentino Roca, y la intención de dejar de contar en la ciudad de Buenos Aires con una estatua que celebra la vida de uno de los genocidas más crueles de la historia argentina. Es pertinente pensar que hay algo que excede la mera intención de quitar un monumento: es, de un lado, la idea abrir el juego, de recuperar todo lo que ese monumento opaca, lo que invisibiliza. Y esto no refiere únicamente a una expresión metafórica: como es sabido el monumento ocupa un punto neurálgico de la ciudad. Tiene, paradójicamente, una vista privilegiada: se erige, en lo alto, contemplando la Casa Rosada, el Cabildo, la Pirámide de Mayo, la  Plaza de las Madres. Interrumpe –irrumpe- en el paso de cualquier transeúnte que quiera cruzar Diagonal Sur: ¿qué le pasa al cuerpo frente a este gigante? ¿Qué ocurre en el momento de tener que desviar, que cruzar, que dar una vuelta? ¿Dónde se ubica el potencial espectador-transeúnte que debe mirar hacia lo alto si quiere contemplar la efigie de Roca?” (Perez y Lina 2011)

El procerato se está modificando y en tiempos de cambios hay superposiciones se nos ocurre al respecto que la efigie de Roca convive con la Galería de los Patriotas Latinoamericanos que se encuentra al interior de la Casa Rosada, pero sabemos que los cuadros de otros genocidas ya fueron bajados.

Un gremio (UTE) decide poner en crisis también al “padre del aula”, las memorias que se construyen y están siendo.

Nuevos espacios para la memoria, allí donde hubo muerte y dolor, hoy habitan la vida y la alegría.

“Habitar entonces, las ciudades; hacernos cargo de sus complejidades, construirlas en tanto espacio público transitándolas, dando paso a los encuentros, a las sorpresas y al azar. Las ciudades como lugares de libertad y de anonimato; de ejercicios de derechos y deberes individuales y, también de construcción de identidades colectivas. Ciudades en tanto espacios públicos, los que ordenan las relaciones entre los elementos construidos y las múltiples formas de movilidad y de permanencia de las personas. Espacio público, cualificado culturalmente que proporciona continuidades y referencias, hitos urbanos e incluso entornos protectores” (Nuñez; 2004: 111)
Las estatuas, las baldosas, las disputas por los nombres nos permiten pensar a la comunidad como una forma de filiación simbólica, cultural y textual. “La nación no es sólo un nombre o un texto generalizador y abstracto, sino que también es la textura de ese texto. Taborda alerta que como fusión de voluntad y destino de realización, la nación es un producto social en el que se traman hombres de carne y hueso en una forma de vida amasada a través del tiempo, como una situación existencial” (Huergo, 2005:137)

La comunidad se realiza en el tiempo, es un estar-siendo comunidad. “He aquí por qué América que puede realizarse, que debe realizarse según el categórico imperativo de su sino, necesita romper el compromiso que liga su cultura a la cultura europea, he aquí por qué es urgente hacer de modo que la manía furiosa de europeización que nos domina no nos impida ser originales, esto es, americanos por la creación de instituciones civiles y políticas que guarden relación con nuestra idiosincrasia, he ahí por qué es urgente hacer de modo que América no esté circunceñida a pensar, a sentir y a querer como piensa, siente y quiere Europa” (Taborda, 2009:100)

IV Descolonizaciones pedagógicas

La expoliación en Nuestra América es doble, explotación económica y colonización cultural-  pedagógica. Nos han privado, nos quieren seguir privando de nuestras cuentas (recursos naturales, estratégicos) y de nuestros cuentos (relatos identitarios).
“El imperialismo inglés se ha formado mediante la colonización (..) Naturalmente, toda empresa de colonización va acompañada de justificativos elevados. Las potencias políticas que la acometen se remiten siempre a propósitos escogidos. El verbo que da nombre al acontecimiento procede del verbo latino colo, colon, cultum. Porque para el romano colonizar era poner planta, una planta de ciudad en un suelo extraño con fines de dominio y de cultura. Por su origen etimológico es, pues, tanto como salida del suelo patrio hacia afuera” (Taborda, 2011: 410)
Poner una planta en suelo extraño es trasplantar, trasplantar ideas, conceptos, modos de pensar y de sentir.

Pensar con categorías propias, pensar desde América Latina no supone impugnar la recepción critica de conceptos pensados en otros tiempos y otros espacios. “Esta exigencia no importa una negación de la legitimidad de la introducción del inventario de productos espirituales decantados de países extraños. El espíritu que es tradición y revolución es también comunicación, pues los productos que crea su actividad no están condicionados por consideraciones de lugar. No tiene fronteras (…) la legitimidad de la esa introducción, ella está inexorablemente condicionada por la tradición, pues ahí donde ésta es negada y declarada en falencia, el trabajo del espíritu se detiene y se oblitera a virtud de la ausencia de la memoria que es de su esencia. Nada se crea ex nihilo” (Taborda: 1993,199)
Jauretche que no era ningún azonzado afirmaba “La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna, enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América” (Jauretche: 1992; 148)
La metáfora del árbol, nos recuerda la idea de Martí, Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas (Martí: 1980,15) y continuando con el apóstol cubano “Ni el libro europeo, ni el libro yankee daban la clave del enigma hispanoamericano(…) Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación.” (Martí: 1980,15)
La dialéctica de la colonización “es un fenómeno que alude al sometimiento de un inferior, de un impar, porque comienza afirmando una desigualdad entre colonizador y colonizado, y por esto mismo se propone reemplazar con nuevos servidores a servidores promovidos a rango superior en el orden jerárquico de la nación.(…) La colonización es siempre la introducción violenta de una nación en un pueblo débil. Esa introducción crea una situación en la que el pueblo sojuzgado no puede estructurar los ideales de su etnos” (Taborda, 2011: 411)

El ideal argentino, no es propio ni auténtico Sin ser racionalistas, vivimos sujetos a un sistema de instituciones que otros pueblos se han endosado para instaurar el absolutismo que conviene a idiosincrasias foráneas. Por eso soportamos un Estado que no es el que corresponde a nuestra expresión, pero que, por ser adecuado a la unidad cerrada, favorece la persistencia de una burguesía agropecuaria que es tributaria de la burguesía inglesa, no obstante no parecerse a ésta en ninguna de sus notas” (Taborda, 2011: 407)
La descolonización implica “Revisar, corregir, desechar o trasmutar los valores europeos, así cueste lo que cueste, por el hierro y por el fuego si fuera menester, es, a mi juicio la misión que nos compete en este instante decisivo de la historia” (Taborda, 2009:100)

Para ello es necesario reconocer “que conquistar no es sólo derrotar por el empuje de las armas; es también, es sobre todo imponer instituciones. Forje América el escudo de su ideal para oponerlo al invasor esperado y presentido; forme América el escudo del ideal refundiendo en su crisol los ya caducos si no quieren sentirse sojuzgada (…) El ideal no se conquista. Y el ideal es el alma de los pueblos. ¡América, la hora! ¡América la democracia!” (Taborda, 2009:114)

La democracia americana debe llevarse a cabo no sólo en su función electoral “la comprende, como comprende también a la justicia, a la propiedad, la educación a la religión al arte y a la moral. No está solo en el comercio, está también en el pupitre de la escuela, en la oración del creyente, en la inspiración del poeta y en la canción del yunque” (Taborda, 2009:116)

Un/ a docente hace una e- lección “El profesor, el que da la lección es también el que se entrega en la lección. Primero se entrega en su  e-lección, después en su envío, a continuación en su lectura (…) la calidad de su lectura dependerá de la calidad de esas tres escuchas (…) el profesor le presta su voz al texto, y esa voz que le presta es también su propia voz, y esa voz es definitivamente doble resuena como voz común en unos silencios que se la devuelven a la vez comunicada, multiplicada y transformada (…) y así el profesor, cuando lee el texto, lo lee hacia fuera, hacia adentro y hacia los oyentes. Hacia fuera porque el profesor pronuncia para sí mismo y para los demás eso que el texto dice. Hacia adentro porque el profesor dice el texto con su propia voz, con su propia lengua, con sus propias palabras y ese redoblarse del texto hace que las palabras que lo componen le suenen, le sepan o le digan de un modo singular y propio. Hacia los oyentes, porque el profesor dice el texto en el interior de algo común (…) aquello que los oyentes sienten en común cuando atienden a lo mismo y que no es otra cosa que la experiencia de la pluralidad y del infinito del sentido” (Larrosa, 2000: 141)

Pera las e-lecciones de las/os presidentes de Nuestra América Latina también son pedagógicas

“ La relación pedagógica no puede ser reducidas a relaciones específicamente ‘escolares’ (…) Esta relación existe en toda la sociedad en su conjunto y existe para cada individuo respecto de los otros individuos; entre capas intelectuales y no intelectuales; entre gobernantes y gobernados; entre élites y adherentes; entre dirigentes y dirigidos (…) Cada relación de ‘hegemonía es necesariamente una relación pedagógica y se verifica no sólo en el interior de una nación, entre las diversas fuerzas que la componen, sino en todo el campo internacional, entre complejos de civilizaciones nacionales y continentales” (Gramsci; 2003:30-32)

Pero incluso las formas de comunicación de nuestras/os presidenta/es son pedagógicas como otros líderes que los precedieron quienes “fueron verdaderos intérpretes; capaces de sintetizar, con mayor o menor envergadura, los deseos, identidades y reivindicaciones; los lineamientos a menudo complejos y contradictorios de contenidos en el modo de percibir el mundo de las mayorías” (Argumedo, 1992: 175)

Pero además de ser intérpretes se ven obligados a explicar sus decisiones permanentemente, enfrentados a los medios hegemónicos de comunicación debieron convertirse en verdaderas/os pedagogas/os de sus obras.

Nuestra democracia americana “es la integración del Estado. Lo acepta y lo reconoce como una realidad histórica, considera que no es una creación metafísica arbitraria, pero afirma que ella es un resultado de la necesidad del pueblo y que, por consiguiente, sólo puede subsitir para beneficiar al pueblo. Lejos de repudiarlo, lo socializa. Lo quiere así como cooperación para la paz, lo quiera así como cooperación para la simbiosis de los hombres sin diferencias ni distinciones, sin vencidos ni vencedores, sin clases, ni castas, ni partidos, ni facciones. No lo concibe como resultado de la lucha de los hombres contra el hombre, sino como fenómeno de conciencia colectiva. Su Estado, es pues, una institución del Pueblo, por él el alma única e indivisible del demos se expresa, delibera, se determina y actúa. Por lo mismo que ajusta sus actitudes a nociones éticas definidas, no lo admite como la voluntad de un rey o de una clase, sino como la voluntad de la nación entera” (Taborda, 2009:134)

Nuestra democracia “al ser una definitiva afirmación de la Vida es también la afirmación del derecho de los hombres sobre las cosas. Así es indispensable que ella trasmute el régimen que permite el monopolio de la riqueza por un régimen que ponga a todos los seres humanos en la posibilidad de aprovechar de los elementos vitales de la naturaleza” (Taborda, 2009:136)

En lo estrictamente escolar “la política de la democracia ha de hacer de modo que no haya un solo analfabeto”. (Taborda, 2009:137)

En un estado democrático “la enseñanza no tiene, a lo menos en teoría, determinados y excluyentes intereses que defender y proteger y, en consecuencia, el designio del Estado, es el de ampliar o facilitar el juego rítmico, armonioso de las fuerzas que constituyen la esencia de su pueblo” (Taborda, 2009: 73)

V. Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños

La CELAC “es el único mecanismo de diálogo y concertación que agrupa a los 33 países de América Latina y El Caribe, es la más alta expresión de nuestra voluntad de unidad en la diversidad, donde en lo sucesivo se fortalecerán nuestros vínculos políticos, económicos, sociales y culturales sobre la base de una agenda común de bienestar, paz y seguridad para nuestros pueblos, a objeto de consolidarnos como una comunidad regional.” (Declaración de Caracas)

Para constituir la CELAC, el 3 de diciembre de 2011 se firma la Declaración de Caracas, en ella puede leerse “En el Bicentenario de la Lucha por la Independencia Hacia el Camino de Nuestros Libertadores” (Declaración de Caracas)

Nos interesa remarcar como contenido pedagógico-cultural la idea de “Hacia el Camino de Nuestros Libertadores” las y los libertadores nos están esperando, somos parte del relato de las luchas populares de Nuestra América Latina. Estamos convocados a continuar e ir en busca de nuestras historias y nuestros futuros.

El tema de los bicentenarios no es un dato menor “Conscientes de que la conmemoración del Bicentenario de los procesos de Independencia en América Latina y el Caribe, ofrece el marco propicio para la consolidación y puesta en marcha de nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).” (Declaración de Caracas)

 Se destaca en dicho documento “el camino trazado por los Libertadores de América Latina y el Caribe hace más de doscientos años, un camino iniciado de manera efectiva con la independencia de Haití en 1804, dirigida por Toussaint Louverture, constituyéndose de esta manera en la primera República Independiente de la región. De la misma manera recordamos que la República de Haití liderada por su Presidente Alexandre Pétion, con la ayuda prestada a Simón Bolívar para la Independencia de los territorios que en el presente conocemos comoAmérica Latina y el Caribe inició las bases para la solidaridad e integración entre los pueblos de la región.” (Declaración de Caracas)

A nadie le sorprendía por aquél entonces que colombianos, venezolanos, argentinos, peruanos combatieran en un mismo ejército.

“Inspirados en la obra de los Libertadores, y asumiendo plenamente su legado como acervo fundacional de nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Conscientes de que han transcurrido 185 años desde que se ensayara el gran proyecto de los Libertadores, para que la región se encuentre hoy en condiciones de abordar, por la experiencia y la madurez adquirida, el desafío de la unidad e integración de América Latina y el Caribe.” (Declaración de Caracas)

Un abrazo y un proyecto en Guayaquil. Las fronteras, las mujeres y los hombres mancomunados.

“Inspirados en el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, acto fundamental de la doctrina de la unidad latinoamericana y caribeña, en el que nuestras jóvenes naciones soberanas plantearon la discusión de los destinos de la paz, el desarrollo y la transformación social del continente. Destacando la participación de los pueblos indígenas y afrodescendientes en las luchas independentistas y reconociendo sus aportes morales, políticos, económicos, espirituales y culturales en la conformación de nuestras identidades y en la construcción de nuestras naciones y procesos democráticos.” (Declaración de Caracas)

VI. Construyendo las pedagogías latinoamericanas

Estos son nuestros tiempos y no por capricho de un investigador o una docente. Son tiempos latinoamericanos porque los pueblos así lo hemos decidido, lo hemos elegido. Uno de nuestros libertadores le escribía esto a su maestro:“Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso (…) No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Usted me ha dado: no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Usted me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, Usted ha visto mi conducta: Usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en papel” (Bolívar, 1999:152)

Tan bellas palabras merecen nuestro detenimiento, Rodríguez y Bolívar maestro y discípulo habían logrado construir una amistad. En dos oportunidades Bolívar nombra su corazón, un corazón formado y en el cual se graban lecciones que tienen que ver con la justicia, la libertad, lo hermoso. También hay otras idea que deseamos subrayar el maestro ha visto los pensamientos escritos, el alma pintada en papel.
 Es decir el Bolívar patriota, estratega es además un escritor, un gran escritor. El discípulo no sólo se hace presente en el campo de batalla, sino en el campo de las ideas. Las ideas, la escritura como otra forma de intervención. ¿Qué era aquello que Rodríguez le había enseñado a Bolívar y pedía de otras/os docentes?
“Maestro es el que enseña a aprender y ayuda a comprender (…) El título de Maestro no debe darse sino al que SABE enseñar esto es, al que enseña a aprender, no al que manda aprender, o indica lo que se ha de aprender, ni…al que aconseja que se aprenda. El MAESTRO que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender. Su ministerio es de primera necesidad, porque influye en los demás estudio (Rodríguez, 1988: 347Tomo I)
El maestro “promete enseñar” (Rodríguez, 1988:17Tomo II) La docencia entonces como una promesa, como una apuesta, como una ventana abierta hacia el porvenir. Aún cuando “Ni los Padres ni los Maestros puedan prever lo que los niños serán, y mucho menos el uso que harán de lo que ahora les enseñan a decir; pero lo que podrían asegurar ya es que, cuando sean grandes, han de creer que saben lo que dicen” (Rodríguez, 1988: 399Tomo I)
Pero además para Rodríguez la idea de igualdad incluye la formación de los pueblos y los ciudadanos. No hay contradicción en ello. La idea de ciudadanía presume la idea de derechos:
“llegado a este caso ¿quién hará que las voluntades se pongan de acuerdo? ¿Será aquel sentimiento del deber, que coarta las facultades del poder?... Este sentimiento nace del conocimiento que cada uno tiene de su verdaderos intereses; y para adquirir este conocimiento debe haber Escuelas en las Repúblicas….y Escuela para todos, porque todos son ciudadanos”( Rodríguez, 1988, 283 Tomo I)
y la idea de pueblos la de comunidad:¡Entre tantos hombres de juicio… de talento… de algún caudal  como cuenta la América! ¡entre tantos bien- intencionados! ..entre tantos ¡ patriotas! …(tómese esta palabra en sentido recto) no hay uno que ponga los ojos en los niños pobres. No obstante, en estos está la industria que piden…la riqueza que desean…la milicia que necesiten… en una palabra, la Patria (Rodríguez, 1988: 286 Tomo I)

Para el maestro de Bolívar “Nada importa como el tener Pueblo, formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la causa social” (Rodríguez, 1988: 283 Tomo I)
El pueblo, lo popular como motor y motivo de lo social.“No nos alucinemos: sin Educación Popular, no habrá verdadera Sociedad” (Rodríguez, S.: 1988, 333 Tomo I)
 Y como base de las naciones “Muchos tratados se han publicado sobre la Educación en general, y algunos sobre el modo de aplicar sus principios, a formar ciertas clases de personas; pero todavía no se ha escrito, para educar pueblos que se erijan en naciones” (Rodríguez, 1988: 104 Tomo II)
Formar ciudadanos, educar pueblos, va de la mano del proyecto de la Patria Grande.
Rodríguez y Martí fueron los precursores de las pedagogías latinoamericanas, sus ideas permanecen vivas, es muy probable que tomarán otros nombres, vitalismo, existencialismo, comunidad facúndica, pero hay algo que permanece la idea de humanidad extendida a todas y todos, ciudadanos y pueblos, una pedagogía propia, auténtica, por lo tanto una pedagogía que contiene también alegría. La alegría del estar -siendo. La alegría de vivir estos días, ya no épocas de transplantes y “pedagogías bonsáis” (Quintar: 2005) sino de “pedagogías de la potencia” (Quintar:2005)

Una pedagogía que puede nombrar y al nombrar se nombra; lo pedagógico como un relato propio. Estamos siendo enlazados por el cruce de nuestras biografías e historias sociales.

La comunidad que nos invita a comprometernos, a compartir, con un don-a dar.

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