martes, 23 de julio de 2013

Carta abierta a Cristina por Elías Quinteros


CARTA ABIERTA A CRISTINA

Elías Quinteros

Cristina, incurro en el atrevimiento de llamarla por su nombre porque usted, al igual que su marido, contribuyó a la interrupción de una costumbre argentina: la de designar a los presidentes de la Nación por su apellido. Antes, las personas decían Perón, Frondizi, Illia, Cámpora y, más recientemente, Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. Pero, a partir del año 2003, nadie dice Kirchner, sino Néstor. Y nadie dice Fernández o Fernández de Kirchner, sino Cristina. Con toda sinceridad, yo no creo que esto constituya una falta de respeto. Por el contrario, considero que es algo que humaniza la figura del hombre o de la mujer que encabeza el Poder Ejecutivo y que, además, reduce la distancia que existe entre esa figura y el pueblo. En consecuencia, voy a decirle Cristina. Y, como estamos entre peronistas, también voy a decirle compañera. Sin duda, la existencia de una presidenta electa y reelecta como tal, aparte de constituir una novedad, es un hecho que demuestra que las mujeres pueden ejercer con eficiencia los roles que estaban reservados a los hombres: algo que, según mi opinión, desarma con facilidad, precisión y contundencia, más de un argumento sexista y, por ende, discriminatorio. Lamentablemente, algunas exponentes de su género, en lugar de celebrar este acontecimiento, sienten que su permanencia en la Casa Rosada no resulta un motivo de orgullo, sino de vergüenza. Para sorpresa de propios y extraños, no ven un motivo de inspiración y superación, personal y profesional, en la vida de una mujer que llegó a la Casa de Gobierno por el voto popular. Sólo ven, aunque no lo adviertan o no lo digan, la imagen de una mandataria que, al ocupar el nivel más alto de la pirámide institucional, las enfrenta cada día y cada noche, con los prejuicios, los miedos y las frustraciones de una existencia que, en muchos casos, es gris y opaca. Junto a ellas, justificándolas y alentándolas, encontramos a esos hombres que no admiten la idea de estar bajo la autoridad de una pollera porque eso disminuye su hombría y menoscaba su dignidad. Tales individuos no soportan que la República Argentina tenga una presidenta. Mas, elogian hasta el cansancio los caracteres de algunas naciones que despiertan su admiración, sin percibir que las mismas estuvieron o están gobernadas por mujeres.

Ciertamente, compañera, atravesamos momentos complicados. Desde la izquierda o, mejor dicho, desde el sector que suele definirse así, aunque acostumbre codearse con la derecha, cuestionan su presidencia porque consideran que nada cambió, es decir, que todo está como en la época de Carlos Menem. Por su parte, desde la derecha, afirman lo contrario. Y, por esta razón, estiman que transformó a la Argentina en una copia de la Cuba castrista y de la Venezuela chavista: dos naciones que, de acuerdo a su punto de vista, constituyen una muestra irrefutable del mal. Como en los tiempos de Juan Domingo Perón, un extremo del espectro político manifiesta que el gobierno es burgués. El otro dice que es marxista. Y ambos, conjuntamente, sostienen que es fascista: definición que equivale a autoritario, demagógico y populista. En realidad, quienes quieren que usted abra cien frentes de batalla, a los efectos de iniciar y conducir un proceso revolucionario que acabe en forma simultánea, con los explotadores de adentro y de afuera, despreciando lo hecho hasta ahora (reducción de la deuda externa; recuperación de la administración de los fondos previsionales, de Aerolíneas Argentinas y de Yacimientos Petrolíferos Fiscales; regulación de los servicios de comunicación audiovisual; asignación universal por hijo; matrimonio igualitario; etc.); se quejan porque no pueden hacer algo que sea parecido. Y quienes desean que usted deshaga, de un modo voluntario o no, el camino recorrido desde el año 2003, pretenden que el país retorne a los años del neoliberalismo y, por lo tanto, del endeudamiento público, las privatizaciones, el desempleo, la corrupción, la ostentación y la impunidad. Tanto en un supuesto como en el otro, la ausencia de argumentaciones que, por lo menos, resulten sinceras, coherentes e interesantes, sorprende, impacta, desconcierta y, por último, indigna. Por ejemplo, los que dicen que usted licúa diariamente el contenido de la política son los mismos que descalifican sus proyectos legislativos antes de su ingreso en la Cámara de Diputados o en la Cámara de Senadores y, por ende, de su presentación formal en el Congreso de la Nación. Los que dicen que usted condiciona la actuación de los magistrados son los mismos que dificultan o impiden el funcionamiento de la Justicia, con la interposición de recursos procesales y con el dictado de resoluciones judiciales que tienden a proteger los intereses de las corporaciones. Los que dicen que usted impide el ejercicio de la libertad de expresión son los mismos que cuestionan los actos gubernamentales, en cualquier momento del día, desde los medios gráficos, radiales, televisivos y electrónicos, sin sufrir ninguna clase de censura. Y los que dicen que usted dirige una dictadura son los mismos que protestan en la vía pública contra su gestión, cada vez que desean hacerlo, sin que nadie les impida proceder de ese modo.

Cristina, los sectores que se oponen a usted son como los que se oponen a Pepe Mujica, en Uruguay, a Dilma Rousseff, en Brasil, a Evo Morales, en Bolivia, a Rafael Correa, en Ecuador, y a Nicolás Maduro, en Venezuela. Todos tienen aspiraciones y comportamientos similares. Todos cuestionan los modelos económicos que fomentan el incremento de la producción industrial, la multiplicación de los empleos, el aumento de los salarios y la expansión del mercado interno. Todos rechazan la posibilidad de contribuir a la construcción de economías nacionales y, por su intermedio, regionales, que se distingan por su solidez y su autonomía. Todos dicen lo de siempre. Y, por ese motivo, defienden la exportación de materias primas, la importación de productos manufacturados, la especulación financiera, el achicamiento del Estado y el endeudamiento externo. Al pensar en ello, es decir, en algo que no me resulta novedoso, no puedo impedir que la memoria me recuerde que esa clase de ideas promovieron la dictadura cívico-militar que oprimió a la República Argentina desde 1976 a 1983, sostuvieron las presidencias de Carlos Menem y provocaron la crisis del año 2001, evidenciando que eran beneficiosas para unos pocos y, en cambio, perjudiciales para el resto. Desafortunadamente, ésta no es una frase hecha ya que muchas personas sufrieron de una manera indescriptible, cuando dichas ideas imperaron en esta parte del mundo, como las que fueron detenidas en forma ilegal; las que fueron torturadas; las que fueron asesinadas; las que desaparecieron; las que tuvieron que vivir en forma clandestina; las que tuvieron que tomar el camino del exilio; las que tuvieron que callar; las que perdieron su empleo por culpa de los ministros de economía que sirvieron a los militares que ocuparon la Casa de Gobierno o por culpa de los ministros de economía que sirvieron a los civiles que sucedieron a esos militares; las que perdieron su empresa, su comercio o su casa; las que perdieron su familia por cuestiones que tenían su origen en causas socio-económicas; las que perdieron sus sueños; las que perdieron el deseo de vivir; las que fueron reprimidas por las fuerzas policiales que respondían a gobernantes que habían obtenido el voto popular; las que fueron asesinadas en medio de esas represiones; etc.

Tales cosas, aunque parezcan obvias, no deben caer en el olvido. Por eso, compañera, la utilización de la cadena nacional —no sólo para la difusión de la obra de gobierno, sino que también para el sacudimiento de los compatriotas que tienen recuerdos frágiles—, es una medida acertada, tan acertada que los que desean que el pueblo padezca un ataque de amnesia se enfadan cada vez que recurre a ese medio de comunicación. Mas, su labor, según mi humilde parecer, no es suficiente. Necesitamos que otros multipliquen su mensaje. Y, al expresar esto, quiero decir que necesitamos que miles expliquen, expliquen y expliquen, lo que sólo es expuesto por usted y por unos pocos, hasta que la mayoría entienda que los males del presente no son la consecuencia de una catástrofe natural, sino el resultado de las decisiones gubernamentales que fueron tomadas en el pasado, por los individuos que defendían las ideas neoliberales. Cuando nadie explica la ligazón que existe entre las políticas implementadas antes del año 2003 y los aspectos negativos del momento actual, o la ligazón que existe entre estos aspectos y las medidas elaboradas por usted y ejecutadas por los funcionarios que están a su lado, o la ligazón que existe entre estas medidas y las mejoras que se producen día a día, muchas de las personas que se identifican con los fundamentos de un proyecto popular, nacional y latinoamericano terminan siendo víctimas de la confusión. Muchas de las que se oponen a esta clase de proyectos encuentran el ámbito adecuado para el esparcimiento de sus mentiras. Y muchas de las que tienen una postura intermedia son presas fáciles de las que practican el engaño y de las que reproducen los engaños que fueron ideados y lanzados por otras. En este punto, no podemos pasar por alto que los medios de comunicación masiva, los mismos que ocupan el lugar de los partidos de la oposición como consecuencia de la inoperancia de estos últimos, realizan una actividad enorme, constante, abrumadora y despiadada que crea una realidad virtual, es decir, una realidad que, aunque no sea real, es aceptada como tal.

Cristina, las elecciones se aproximan de una manera inexorable. Y, al hacerlo, las dudas de algunos compañeros y de algunos simpatizantes se multiplican y se expanden por el aire. ¿Qué acontecerá en octubre? ¿Asistiremos al triunfo o al fracaso del gobierno? Y, en consecuencia, ¿veremos el incremento o la reducción de los diputados y de los senadores que representan al Frente para la Victoria en el Congreso de la Nación? Y, luego, ¿qué sucederá? ¿Reformaremos la Constitución Nacional? ¿Otorgaremos un rango constitucional a las obras realizadas con el sacrificio del pueblo, durante la década ganada, para que nadie pueda destruirlas en el futuro, mediante una ley o un decreto? ¿Tendremos la oportunidad de reelegirla nuevamente, aunque usted repita y repita que no es eterna? ¿Conservaremos el rumbo actual si usted no está en la Casa Rosa? O, por el contrario, ¿asistiremos a la concreción de una nueva frustración? Seguramente, usted no ignora esto. Después de todo, una de sus cualidades, a menos que esté equivocado, consiste en el hecho de controlar el pulso de la sociedad argentina: una sociedad que tiene la costumbre de sorprender y descolocar a sus mandatarios, con sus cambios repentinos de humor, cuando aquellos no son capaces de anticipar tales cambios, por medio de una observación directa, atenta y constante de la realidad. Quien conoce a sus semejantes y, con más razón, quien los conoce por la circunstancia de gobernarlos, posee una ventaja. Sabe o, por lo menos, intuye qué sienten, qué piensan, qué necesitan y qué desean. Y esta particularidad, de acuerdo a mi opinión, es fundamental en estos instantes. Hoy, muchos ciudadanos necesitan que alguien les recuerde lo realizado por el gobierno desde el año 2003. Pero, otros, en cambio, requieren que alguien les anticipe, aunque sea en líneas generales, lo planeado por la gestión actual para el resto de su mandato. Esta afirmación no quiere decir que ellos no valoren lo hecho hasta ahora. Sólo quiere expresar que ellos necesitan perseguir nuevas utopías, emprender nuevas empresas, vivir nuevas aventuras y levantar nuevas banderas, para estar en condiciones de librar nuevas batallas. O sea, necesitan que el Frente para la Victoria recupere la mística, la épica y, en definitiva, el romanticismo de los tiempos originarios: lo cual no equivale a sugerir la adopción de actitudes irracionales. Quienes apoyamos su gestión creemos en usted. Y, por esa causa, confiamos ampliamente en su criterio. Acatamos sus decisiones aunque no comprendamos el sentido de algunas de ellas. Y aceptamos los candidatos que cuentan con su bendición, más allá de las opiniones que algunos puedan merecernos. Sin embargo, queremos pedirle algo. Queremos pedirle que trate de no incurrir en equivocaciones inexcusables porque usted es la depositaria de nuestras esperanzas, desde que sus palabras y sus actos nos impulsaron a creer, de nuevo, en nuestros sueños.

sábado, 20 de julio de 2013

Exposición del sociólogo Arturo Fernández en el panel de La Sociología en la Cárcel, X Jornadas de Sociología



X     JORNADAS   DE   SOCIOLOGÍA   (JULIO 2013)
PANEL: LA SOCIOLOGÍA EN LA CÁRCEL (Programa UBA XXII) – 3/7/13

Arturo Fernández

Hola, buen día a todos:
Ante todo, agradecer la invitación a participar de este panel y esto, por favor, no es una formalidad, pero quiero decir que es inmerecido estar acá compartiendo este espacio con las/los compañeras/os que desde hace más de 25 años están luchando día a día y cuerpo a cuerpo por preservar este Programa. Estoy aquí por una imprescindible necesidad de compartir experiencias y vivencias y por qué no, rebeldías.
Formo parte de la Cátedra Teoría Social Latinoamericana, una materia optativa de nuestra carrera. Cuando en mayo de 2010 la adjunta de la cátedra Carla Wainsztok me comunicó que los estudiantes del CUD habían pedido la materia me planteó si me animaba a hacerme cargo, lo tomé con un desafío como docente en un ámbito que desconocía y como un deber militante, coadyuvar a un espacio que es imprescindible preservar. Me viene a la memoria las frases de Martí: “Pensar es servir”, “Conocer es resolver”.
Cuando a mediados de junio 2010 fui por primera vez, me quedé gratamente impresionado, sabía lo que era el CUD pero ahora estaba ahí. El recorrer sus aulas, entrar al Aula Magna, conocer sus bibliotecas y escuchar que me cuenten sus proyectos fue realmente  conmovedor. Toda una experiencia de autogestión, todo un espacio de pertenencia. En ese momento me acuerdo que sentí que la UBA también está ahí y con una dosis de ingenuidad, y a pesar de estar en un penal me pareció que de alguna manera entraba a la UBA y nuestra carrera estaba presente.
Y empezaron las clases. Iban a ser 4 alumnos o mejor 4 compañeros estudiantes. Después 3, pero uno de ellos, Horacio se le complicaba porque al mismo tiempo estaba cursando Letras, así que compartimos ese primer año con Cacho y con Guillermo. Me cuenta Cacho que estuvo enseñando en la cátedra de Sociología en el CBC donde yo enseño. Guillermo me pone al tanto que conoció a Jauretche aunque hoy se me ocurre decir que, Jauretche lo conoció a él. Meses después surgió un conflicto por la prepotencia del SPF y 7 compañeros estuvieron más de 40 días en huelga de hambre, entre ellos mi alumno Rodolfo Rodríguez, Cacho.
La verdad que desde un principio me llamó la atención el respeto hacia nuestro trabajo docente de parte de los compañeros estudiantes. Su compromiso con la materia y la apertura para el debate. Hay preguntas y planteos que los cuento entre las mejores interrogantes hechos en mi carrera docente. Claro, desde un prejuicio o desde el sentido común alguien podría sorprenderse o preguntarse si es posible la aventura del conocimiento o la producción de conocimiento, el ejercicio del pensamiento crítico en condiciones de encierro.  
Me viene a la memoria la famosa frase de Sartre: “Los seres humanos están condenados a ser libres”, vale decir no pueden dejar de serlos. Por ende son responsables de sus actos. Y al retrucarle, maestro pero ¿los que están presos? El padre del existencialismo contestaba que tienen suspendido su derecho a la libertad pero en esas condiciones y a pesar de todo, pueden optar qué hacer. Nuestros compañeros estudiantes asumieron en la práctica la responsabilidad de construir y defender en la cárcel un espacio para la reflexión y para su formación. Seguramente es un ejemplo para los que estando afuera y con todas las libertades en ejercicio más de una vez nos dejamos carcomer por frivolidades o egocentrismos.
Me pregunto ¿cómo plantearse la imaginación sociológica desde dicho lugar? Cómo los compañeros se pueden plantear un vínculo con una sociedad que desprecia la institución represiva donde están!! Difícil, tal vez heroico, pero por lo menos nuestro CUD potencia para la libertad y el despliegue del pensamiento.
Y  en ese contexto, desde la materia, les propongo PENSAR AMÉRICA LATINA DESDE AHÍ, no sólo desde la elucubración teórica sino desde lo cotidiano, lo vivencial de compartir ese espacio de encierro con hermanos de otras partes de Nuestra América. Todo un desafío. En eso estamos embarcados.
Una última cuestión. Quiero reivindicar al CUD y al CUE como ámbitos de encuentro, de diálogo, de transmisión mutua, alejado de falacias de autoridad por la cual cuando llega el docente llega “el saber” y al irse se va raudamente con él. No, seguramente todos ustedes con más experiencia que yo, acuerdan que ante todo es un encuentro entre pares.
Decirles entonces, a los  estudiantes que me soportaron, a….
Rodolfo Rodríguez (Cacho), Guillermo Fernández Laborda, Horacio Senet, Pedro Melnik Montenegro, Martín Romero, Fabio Galante, Juan Carlos Pérez, Leonardo Fernández, Enrique Pelay (Quique) y Mauricio Severi.
A TODOS ELLOS QUIERO RECORDARLES QUE EL COMPAÑERO QUE LEYÓ ESTAS LÍNEAS, TAMBIÉN APRENDIÓ MUCHO DE USTEDES.
Gracias.