lunes, 30 de junio de 2014

BUITRES (V) por Elías Quinteros

BUITRES (V)

por Elías Quinteros

Si usted quiere ser el administrador de un fondo de inversión que, valga la redundancia, invierta su capital o, por lo menos, una parte del mismo en los títulos de una deuda pública, siga las siguientes recomendaciones:

1. Elija un país quebrado desde la perspectiva económica, es decir, un país que no puede afrontar sus compromisos externos. Compre una parte de los títulos devaluados de su deuda soberana a un veinte o un treinta por ciento de su valor nominal. No pague más. Siga mi consejo. Después, aguarde hasta que ese país reestructure su deuda y, por encima de todo, hasta que la economía de ese país mejore. Reclame el cien por ciento del valor de los títulos que estén en su poder. Y, si no logra su propósito, entable una demanda judicial. No se preocupe por la actitud del juez que le toque en suerte. Por lo general, los países deudores acuerdan oportunamente que los conflictos vinculados a su deuda pública sean tratados por magistrados extranjeros que suelen comprender las argumentaciones de los acreedores.

2. Tenga un poco de paciencia. No sea ansioso. Tarde o temprano, le darán la razón. Al fin y al cabo, sus papeles están en regla. Pero, cuando ese momento llegue, no afloje. El país deudor va a tratar de conmoverlo. Sus gobernantes van a pedirle que piense en los empresarios que van a perder sus empresas, en los comerciantes que van a perder sus comercios, en los empleados que van a perder sus empleos, en los propietarios que van a perder sus viviendas y, especialmente, en los ancianos que van a perder la posibilidad de asistir a un banco para cobrar sus jubilaciones, en los enfermos que van a perder la posibilidad de asistir a un hospital para tratar sus dolencias y en los chicos que van a perder la posibilidad de asistir a una escuela para incrementar sus conocimientos. Sin embargo, manténgase firme. Usted no es responsable del destino de los demás. Los habitantes de ese país no van a estar mal por su culpa. Van a estar mal por culpa de los gobiernos que los endeudaron. Por ende, no pueden reclamarle nada. Y, en cambio, sólo pueden hacer una cosa: pagar. Eso es todo.

3. Cuidado. Los acreedores que acordaron con ese país la reestructuración de su deuda soberana no lo van a mirar con simpatía. Mas, no les haga caso. ¿Usted los obligó a reducir la cuantía de lo reclamado? ¿Usted los obligó a disminuir el monto de los intereses? ¿Y usted los obligó a extender los plazos de los pagos? No. Entonces, no tienen que quejarse. Quien actúa como un tonto tiene que aprender a soportar las consecuencias de sus tonterías. Seguramente, con el transcurso del tiempo, van a comprender la magnitud de su equivocación. Cuando eso acontezca, van a tratar de imitarlo. Van a reclamar la totalidad de lo adeudado. Y van a atiborrar los juzgados con sus demandas. Pero, no van a aguantar la duración de un pleito judicial, ni la desvalorización de los títulos que están en sus manos. Por eso, van a procurar deshacerse de ellos. Y, cuando dicha situación acontezca, usted entrará en escena. No obstante, tenga presente una recomendación. No se engolosine. Sólo pague por esos papeles un precio razonable. O, dicho con más precisión, sólo pague el veinte o el treinta por ciento de su valor.

4. Usted tiene que comportarse como una persona de carácter, como una persona que nació para mandar. Por ello, no debe escuchar los pedidos, ni las sugerencias, ni las insinuaciones de nadie. Y, en particular, no debe prestar atención a las mujeres (aunque éstas dirijan naciones u organismos financieros de escala internacional), ni a los hombres de color (aunque estos tengan sus despachos en casas que están pintadas de blanco), ni a los ancianos (aunque estos digan que hablan en nombre de Dios), ni a los exponentes del populismo y el izquierdismo (aunque estos ocupen sillones presidenciales), ni a los burócratas (aunque estos formen parte de organismos internacionales). Todos quieren lo mismo. Todos pretenden que usted pierda su dinero. Y, con toda franqueza, el mundo no va a cambiar si le impiden cobrar lo suyo. Quizás, los que pronuncian discursos apocalípticos estén en lo correcto. Y, por lo tanto, el asunto de las deudas soberanas termine generando catástrofes económicas, problemas sociales, crisis institucionales e, incluso, luchas fratricidas. Mas, eso no es nuevo. Y, por otra parte, abre un abanico de oportunidades para la gente con iniciativa porque las facciones enfrentadas necesitan armas. Las armas cuestan. Y los gobiernos acostumbran endeudarse para obtenerlas: lo cual representa la posibilidad de adquirir más títulos.

5. No olvide que los países deudores no son tan pobres como suelen afirmar cada vez que deben saldar una deuda. Tal vez, no dispongan de dinero en efectivo. Sin embargo, algunos tienen petróleo. Otros tienen gas. Otros tienen minerales. Y otros tienen agua. Es decir, todos pueden responder con algo. Y los países deudores, además, no pueden caer en la injusticia de retener sus recursos naturales bajo la tierra, mientras el mundo los reclama para que la gente común pueda iluminar una vivienda, manejar un automóvil, beber una gaceosa y utilizar un teléfono celular. Ese egoismo no condice con la solidaridad que es reclamada por sus representantes. Por el contrario, pone de manifiesto su doble discurso. Por un lado, dicen que no pueden pagar. Y, por el otro, esconden los recursos que pueden desinteresar a sus acreedores y mejorar a la humanidad.

6. Usted siga adelante. No mire hacia atrás, ni hacia los costados. No escuche a ninguno que cuestione su proceder. Usted no es un especualdor sino un hombre de negocios. En consecuencia, actúe como tal. Y, si alguien dice que usted es un ser insensible, financie una fundación que fomente el arte, defienda la vida de las ballenas o atienda las necesidades de los pobres de Africa. Lo repito. Sea duro, tan duro como pueda, tan duro como una roca. Y, si las cosas no resultan del modo esperado a pesar de mis consejos, no me critique. Sin duda, cometió una equivocación. Por eso, venda sus títulos mientras estos puedan reportarle una ganancia. Y empiece de nuevo.

viernes, 27 de junio de 2014

Buitres (IV) por Elías Quinteros

BUITRES (IV)

por Elías Quinteros

La bendición de los fondos buitres por parte de la justicia de los Estados Unidos es algo que causa preocupación en la Argentina y, además, en otros lugares del planeta. Desde que el fallo del juez Thomas Griesa constituye una realidad inmodificable y, por lo tanto, la cesación de pagos configura una posibilidad, más de una voz cuestionó el accionar de estos fondos y de la magistratura estadounidense. Tal reacción es comprensible. Los acreedores que aceptaron la reestructuración de la deuda pública quieren que el gobierno nacional les siga pagando con regularidad. Los Estados que renegociaron sus deudas o que suponen que van a tener que hacerlo en algún momento no desean que los fondos buitres los conviertan en el objeto de una extorsión. Los que forman parte del ámbito de las finanzas perciben que la codicia ilimitada de unos pocos puede incrementar el deterioro del sistema financiero que rige al mundo en la actualidad: un sistema que muestra día a día las contradicciones y las falencias de un capitalismo que genera una crisis tras otra. Y los gobiernos que tratan con el nuestro por una cuestión de proximidad territorial, necesidad comercial y/o afinidad ideológica temen que la situación producida en los tribunales del país del norte pueda afectar de un modo negativo su actividad económica y, en algunos casos, su estabilidad institucional.

Indudablemente, la posibilidad de la caída de los acuerdos que derivan de la reestructuración de las deudas soberanas por obra de los fondos buitres inquieta a muchos. Al respecto, antes del pronunciamiento de la Corte Suprema de los Estados Unidos que ratificó de una manera indirecta lo resuelto por el juez Thomas Griesa, en uno de los puntos de la Declaración de Santa Cruz, China y el Grupo de los 77 (G77), resaltaron en forma conjunta el peligro de tales fondos. “[…] recordamos que en decenios anteriores y en los últimos años la gestión de la deuda soberana ha sido una cuestión crucial para los países en desarrollo. En los últimos tiempos, ha surgido una nueva preocupación relacionada con las actividades de los fondos buitre. Algunos ejemplos recientes de las acciones de los fondos buitre en los tribunales internacionales han puesto de manifiesto su carácter altamente especulativo. Esos fondos plantean un peligro para todos los procesos futuros de reestructuración de la deuda, tanto para los países en desarrollo, como para los países desarrollados. Por consiguiente, reiteramos la importancia de no permitir que los fondos buitre paralicen las actividades de reestructuración de la deuda de los países en desarrollo ni priven a los Estados de su derecho a proteger a su pueblo conforme al derecho internacional”. Y, unos días después, en el Comunicado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en Respaldo a la Posición de la República Argentina en la Reestructuración de su Deuda Soberana, la CELAC reiteró la necesidad de respetar dichos acuerdos. “Frente al reciente fallo judicial referido a un grupo minoritario de tenedores de títulos de deuda soberana de la República Argentina pendiente de reestructuración (hold-outs) los Estados miembros de la CELAC reiteran lo expresado en la Declaración de La Habana, adoptada por la II Cumbre de la CELAC (28 y 29 de enero de 2014) en el sentido que: ‘Consideramos indispensable para la estabilidad y predictibilidad de la arquitectura financiera internacional, garantizar que los acuerdos alcanzados entre deudores y acreedores en el marco de los procesos de reestructuración de las deudas soberanas sean respetados, permitiendo que los flujos de pago sean distribuidos a los acreedores cooperativos según acordado con los mismos en el proceso de readecuación consensual de la deuda. Es necesario contar con instrumentos que posibiliten acuerdos razonables y definitivos entre acreedores y deudores soberanos, permitiendo hacer frente a problemas de sustentabilidad de deuda de forma ordenada’”.

A su vez, en la Declaración Especial de los Estados Partes del MERCOSUR en Respaldo a la República Argentina, el Mercado Común del Sur rechazó la actividad de los fondos ya aludidos. “Las Presidentas y Presidentes de los Estados Partes del MERCOSUR, en conocimiento del reciente fallo judicial favorable a los planteos de un grupo minoritario de tenedores de títulos no reestructurados de la deuda soberana de la República Argentina (Hold-outs)”. “Manifiestan su más absoluto rechazo a la actitud de dichos Fondos, cuyo accionar obstaculiza el logro de acuerdos definitivos entre deudores y acreedores y pone en riesgo la estabilidad financiera de los países”. “Reconocen la vocación de la República Argentina de continuar honrando sus compromisos financieros internacionales, tal como lo viene haciendo sistemáticamente desde la reestructuración de su deuda en los años 2005 y 2010, donde se obtuvo el acuerdo de más del 92% de sus acreedores”. “Expresan su solidaridad y apoyo a la República Argentina en la búsqueda de una solución que no comprometa su desarrollo y el bienestar de su pueblo, en consonancia con sus políticas de desarrollo nacional”. Y, por su lado, en la Declaración del Consejo de Jefas y Jefes de Estado de UNASUR en Respaldo a la Posición de la República Argentina en la Reestructuración de su Deuda Soberana, la Unión de Naciones Suramericanas se expresó con un tono similar. “El Consejo de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de la UNASUR manifiesta su solidaridad con el gobierno y el pueblo de la República Argentina frente al reciente fallo judicial referido a un grupo minoritario de tenedores de títulos de deuda soberana de la República Argentina pendiente de restructuración (hold-outs) y rechaza el comportamiento de agentes especulativos que ponen en riesgo los acuerdos alcanzados entre deudores y acreedores, afectando la estabilidad financiera global”. “Destaca los esfuerzos que viene realizando la Argentina para honrar los compromisos adquiridos desde la reestructuración de su deuda soberana en los años 2005 y 2010 a la que se acogieron más del 92% de sus acreedores”. “En tal sentido, manifiesta su pleno respaldo al logro de una solución que no comprometa el amplio proceso de reestructuración de su deuda soberana”.

Pero, la cuestión no se reduce a los aspectos expuestos. Así, en uno de los pasajes del discurso pronunciado con motivo de la conmemoración del Día de la Bandera, Cristina Fernández dijo: “[…] No olviden también que en nuestro país se ha descubierto la segunda reserva de gas más importante del mundo y la cuarta de petróleo no convencional más importante del mundo. Los que revolotean, no revolotean únicamente sobre las finanzas, revolotean también sobre los recursos naturales […]”. Esto fue convalidado por José Mujica (que manifestó que la situación suscitada tenía “relación con el hallazgo de Vaca Muerta”), y por Evo Morales (que expresó que la Argentina sufría una “agresión financiera económica” que apuntaba al “saqueo de las materias primas”). Por lo tanto, la totalidad de los asuntos que están en juego no aparece a simple vista. El problema no sólo implica la posibilidad de una cesación de pagos de carácter técnico (como consecuencia del embargo de las remesas que tengan la finalidad de cumplir las obligaciones asumidas con los acreedores que aceptaron la reestructuración de la deuda pública); de una catarata de reclamos judiciaciales y, por ello, de sentencias condenatorias que agoten las reservas del Banco Central y provoquen lo que el gobierno trata de evitar, es decir, la cesación de pagos (en el supuesto de admitir las pretensiones de estos fondos); de una crisis económica y, en los extremos más graves, de una crisis institucional; de un cimbronazo del sistema financiero de alcance internacional; y de una afectación de las economías emergentes. También involucra las reservas de gas y petróleo descubiertas recientemente: lo cual crea un peligro real para los recursos naturales de la Argentina y, luego, del continente. En definitiva, estamos ante unos especuladores financieros que quieren cobrar aunque eso produzca la ruina y el saqueo de los recursos de muchos. Ellos son la encarnación del egoísmo, del egoísmo más inflexible y cruel. Y, a todas luces, quienes los defienden son como ellos.

lunes, 23 de junio de 2014

BUITRES III por Elías Quinteros



BUITRES (III)

Elías Quinteros

El buitre es un ave de rapiña. O sea, es un ave que se alimenta de animales muertos, a diferencia de otras aves que buscan, cazan y matan a los animales que constituyen su alimento. Esto resulta desagradable para muchos. Pero, no autoriza el juzgamiento de su conducta desde una posición moral. Después de todo, este plumífero sólo acata los dictámenes de la naturaleza. En cambio, las personas que proceden como los buitres o que defienden a las que actúan como esas aves son susceptibles de dicho juzgamiento. Veamos un ejemplo de esto último. Hace muy poco, Alfredo Leuco, en su Carta abierta al juez Griesa, justificó la conducta de los fondos buitres con una serie a apreciaciones sorprendentes. En el comienzo de su misiva, otorga al magistrado el carácter de un civilizado que desconoce las costumbres y las valoraciones de los argentinos, es decir, de unos bárbaros que, lógicamente, actúan como tales. Y lo hace con el respeto y la sumisión que un hombre que vive en uno de los suburbios del mundo debe demostrar cuando se dirige a un exponente de la civilización y, en especial, a un exponente de la civilización que vive en el centro del Imperio. “Me dirijo a usted con el fin de poner en su conocimiento las distintas costumbres y valoraciones que hay en nuestro país. Esa ignorancia que usted manifiesta acerca de quiénes somos y cómo actuamos los argentinos es la que lo lleva a cometer errores groseros en sus fallos y decisiones”. Tras disculpar la ignorancia del civilizado ya que éste no tiene la obligación de conocer los hábitos de los bárbaros, manifiesta la intención de contribuir al enriquecimiento de su cultura general o, dicho de otra forma, de contribuir a la elevación de su nivel civilizatorio, para que no nos conduzca a una cesación de pagos y, por ende, a una quiebra general: dos males que, por el tono burlón que tiñe a la expresión utilizada, no preocupan mucho al redactor de la misiva. “Como se dará cuenta, estimado Mister Thomas Griesa, mi intención es ayudarlo. Y lo hago con absoluta buena fe y al solo efecto de contribuir en su cultura general para que disponga de todos los elementos y no nos obligue a ir a un default que a su vez nos llevaría a la quiebra como país”. Luego, incurre en una falsedad al ignorar los pronunciamientos judiciales que no favorecieron al gobierno nacional y, entre ellos, la duración prolongada e increíble de una medida cautelar que impidió en su momento la vigencia absoluta de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Y, acto seguido, cae en la bajeza de desmerecer la actitud de un hombre que no abandonó sus convicciones cuando asumió como presidente de la Nación. “[…] Si usted se tomara el trabajo de estudiar un poco de historia argentina contemporánea, estimado Mister Griesa, comprendería que desde sus orígenes en Rio Gallegos y Santa Cruz, el matrimonio Kirchner premió a los jueces que se pusieron la camiseta del Frente para la Victoria y persiguió a aquellos que tuvieron la osadía de investigar con independencia la corrupción del poder político. ‘Medallas y negocios para los nuestros y látigo y palos para los de ellos’, ha sido un principio rector en toda la carrera de Néstor y Cristina. Esa es una convicción que no se negocia. Y usted sabe, Mr Griesa y si no sabe le cuento, que las convicciones no se quedaron en la puerta de la casa de gobierno”.

En los renglones siguientes, menoscaba a Alejandra Gils Carbó (la Procuradora General de la Nación), y a Justicia Legítima (un conjunto de jueces y fiscales que busca la democratización de la Justicia). Y reivindica al fiscal José María Campagnoli (que tuvo, entre otros, el apoyo de Cecilia Pando, una representante de la ultraderecha autóctona), y al juez Ariel Lijo (que reconoció la personería jurídica y política de Bandera Vecinal, un partido de orientación nazi). Por ende, condena a quienes aparecen asociados a lo democrático y defiende a quienes aparecen asociados a lo reaccionario. “Cuando los Kirchner desembarcaron a nivel nacional, aplicaron la misma estrategia. Ellos no cambian, Mr Griesa. Insisto, mantienen firmes sus convicciones. Al fiscal José María Campagnoli le están por hacer lo mismo […]. Es la modernización de un viejo axioma que decía al enemigo ni justicia. O justicia legítima. O justicia militante. Son varios los instrumentos que los Kirchner utilizaron para colonizar la justicia y castigar a los rebeldes que no se arrodillaron ante su altar. Allí está la procuradora Alejandra Gils Carbó para conducir los ataques a Campagnoli y los que van a venir después. Atención doctor Ariel Lijo. ¿Conoce ese dicho que advierte que si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar? […]”. Después de apuntar sus cañones contra el juez Eugenio Zaffaroni (uno de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que no comparte la idea de un derecho penal de carácter represivo), redacta un párrafo que pueden competir con algunos de los pasajes más destacadas de ¿Qué es esto? (ese pasquín escrito por Ezequiel Martínez Estrada en contra del peronismo). “Así son las cosas por estas pampas, Dear Griesa. Sepa que pronto le van a mandar la AFIP para que le haga una inspección integral, que lo van a insultar por televisión en un programa que se llama six, seven, eight y que en un par de diarios que nadie lee van a publicar algo raro suyo que les dio la ex SIDE y lo van a convertir en campaña para ensuciarlo”.

Un poco más adelante, vuelve a la distinción entre civilizados y bárbaros. Pero, el deseo de ser ocurrente lo lleva a presentar a las personas que apoyan a Cristina Fernández como seres que piensan que la totalidad de los estadounidenses son imperialistas y que la totalidad de los empleados de Héctor Magnetto son individuos que obtienen algo más que un salario. Lo lleva a menospreciar la lucha contra la pobreza evidenciando una falta de sensibilidad social que es propia de quien no padece la miseria, el hambre y el frío. Lo lleva a sugerir que quienes apoyan a un gobierno que tiene relaciones amistosas con Vladimir Putin son putinistas. Y lo lleva a considerar que la recordación de Hugo Chávez (un mandatario que fue plebiscitado hasta el cansancio), es algo malo. “[…] quiero que sepa que hay diferencias culturales muy grandes entre ustedes, yankys, imperialistas, empleados de Magnetto y nosotros que estamos a favor de los pobres, de Vladimir Putin y honramos la memoria de Hugo Chávez”. Para el final, deja lo mejor. Por un lado, vuelve a presentarnos como un ejemplo de la barbarie. “[…] compañero Griesa, quiero informarle que nosotros tenemos una interpretación especial del inglés. Los argentinos sabemos de todo y estamos a la vanguardia de la traducción simultánea. God save de Queen en Inglaterra tiene un significado. Acá, significa Dios salve a Cristina. O Dios Nos libre y nos guarde”. Y, por el otro, revela la esencia de su pensamiento. Según él, la circunstancia de perder un juicio que puede afectar a la Argentina en más de un sentido no es importante. Al fin y al cabo, un juicio sólo es eso: un juicio. Nada más. “Hay sutilezas que usted no entiende, Mr Griesa. Por eso se atrevió a fallar en contra de nuestro país. Para este gobierno una cosa es perder UN juicio, que es lo que ha ocurrido y otra cosa muy distinta es perder EL juicio. Ese es nuestro verdadero problema”. Esto es un ejemplo clarísimo de la colonización cultural que afecta a algunos sectores de nuestra sociedad: un argentino que se avergüenza de su país y de sus compatriotas porque el gobierno nacional cuestionó el falló de un juez estadounidense que avaló la postura de los fondos buitres, en lugar de contemplar los intereses de la Argentina y de los acreedores que aceptaron la reestructuración de su deuda pública. En cierto modo, es como un extranjero, como un extranjero que tuvo la terrible desgracia de nacer accidentalmente aquí, lejos de la civilización, en medio de la barbarie más escandalosa. Quizás, por esta razón, el autor de la carta prefiere a los fondos buitres y a los magistrados que se pronuncian a favor de ellos.

sábado, 21 de junio de 2014

BUITRES (II) por Elías Quinteros

BUITRES (II)

por Elías Quinteros

El editorial de La Nación, del 18 de junio del año en curso, titulado El riesgo de continuar por el camino equivocado, es un texto que defiende abiertamente los intereses de los fondos buitres, en lugar de defender los intereses del pueblo argentino: algo que no produce ninguna sorpresa. En una parte del mismo, con relación al cambio de la jurisdicción correspondiente al pago de los bonistas que aceptaron el canje de la deuda pública, se dice: “A fin de justificar su decisión, Kicillof expuso como de cumplimiento inmediato junto a la aceptación del fallo, el pago a los demás bonistas que no entraron en el canje. Además, planteó una interpretación inadecuada de la cláusula que obligaría a dar las mismas condiciones a los que aceptaron el canje. Esa cláusula (rights upon future offers) sólo regiría cuando el gobierno argentino ofrece mejores condiciones y no cuando se ve obligado a aceptar una sentencia judicial. Lo cierto es que el pago hoy requerido es de 1330 millones de dólares. La suma de 15.000 millones mencionada por la Presidenta y su ministro sólo surgiría de pagos futuros y graduales en la medida en que haya nuevos reconocimientos judiciales”. Analizando lo expuesto, percibimos que el editorialista afirma que la interpretación de la cláusula rights upon future offers que, según el Ministro de Economía, obliga a dar condiciones similares a los acreedores que aceptaron el canje, es inadecuada porque sólo rige si el gobierno argentino ofrece a los acreedores que no aceptaron dicho canje condiciones más ventajosas: situación que no se produce si el gobierno se ve en la obligación de aceptar una sentencia judicial que sólo lo obliga a pagar 1.330.000.000 de dólares. Pero, después, agrega en forma llamativa que la suma de 15.000.000.000 de dólares mencionada por la presidenta y el ministro alude a pagos futuros y graduales o, expresado de otra manera, a pagos que el Estado argentino tendrá que afrontar de acuerdo a los reconocimientos judiciales que se produzcan. Entonces, la interpretación de Axel Kicillof no es errada. Y todo se reduce a permitir que el tiempo transcurra mientras los acreedores litigan contra la Argentina.

En otra parte, se expresa: “Una sana política que recupere las condiciones para reponer reservas debería preferirse a este camino que intentaría eludir el fallo y nos llevará a consecuencias impredecibles, probablemente tan perjudiciales como las de un default”. Conforme lo escrito, una política sana que preserva las reservas del Banco Central no es la que evita el pago de algo que es improcedente, ni es la que evita la producción de una catarata de reclamos que son impagables. Sin duda, para quien cuestiona la estrategia gubernamental desde una publicación que defiende al neoliberalismo, una política sana es la que preserva tales reservas mediante la reducción del gasto público y el incremento del endeudamiento externo, es decir, mediante la instrumentación de las recetas que produjeron la crisis del año 2001. Acorde con esto, se argumenta que el tratamiento de los acreedores por parte del gobierno fue de una agresividad inusitada: “El discurso oficial en relación con la deuda pública en default transcurrió en los últimos años dentro de la habitual dialéctica amigo-enemigo. Tanto durante la declaración de la cesación de pagos como en el proceso de reestructuración de la deuda, hubo una actitud oficial sumamente agresiva. La negociación llevada a cabo en 2005 fue inédita en el mundo por su agresividad y la magnitud de la quita reclamada. Fue acompañada de una ley cerrojo que impedía al Gobierno cualquier futuro arreglo con los que no se adhirieran al canje. La descalificación hacia estos últimos fue luego permanente, aunque el canje fue reabierto en 2010”. Tal apreciación une arbitrariamente la declaración de la cesación de pagos (que sucedió antes de la asunción presidencial de Néstor Kirchner), y el proceso de la reestructuración de la deuda (que sucedió después). Y, además, da a entender que la negociación llevada a cabo no fue la correcta: opinión cuestionable desde más de un punto de vista. Sin embargo, pasa por alto que la magnitud de la quita obtenida en esa negociación fue histórica. Por lo tanto, el resultado final demuestra que la estrategia desarrollada no fue disparatada.

Más adelante, se afirma lo siguiente: “Los grupos de tenedores originales de bonos no canjeados y los fondos que después de 2001 los adquirieron a bajo precio y tomaron el costo y riesgo de un reclamo por la vía judicial fueron categorizados como ‘fondos buitre’. El discurso oficial enfatizó en su maldad y encuadró como cómplice a todo juez que les reconociera el derecho a cobrar que les daba el contrato de emisión”. Aquí, los fondos buitres son presentados como unos fondos pícaros que aprovecharon la oportunidad para adquirir bonos de la deuda pública a bajo precio y que, luego, asumieron el costo y el riesgo de reclamar su pago por la vía judicial. En otras palabras, no son merecedores de un cuestionamiento jurídico y moral por su conducta carroñera, sino de una actitud comprensiva y, por instantes piadosa, por su supuesto estado de indefensión. Finalmente, se agrega: “La evaluación pura de las circunstancias judiciales fue reemplazada por un alegato conspirativo que supone una maniobra urdida por los centros del poder económico internacional. Este viejo y desubicado argumento populista descolocó al gobierno nacional ante la culminación comprensible del proceso judicial. El confuso discurso de la Presidenta en el mismo día del fallo expuso su dificultad para retroceder a posiciones más serias y racionales. Volvió a agitar teorías conspirativas, reafirmando su voluntad de pago sólo a quienes se adhirieron al canje y dejando en duda el cumplimiento de la sentencia del juez Griesa. La posterior exposición del ministro Kicillof mantuvo el mismo tono. De ratificarse en los próximos días, el camino elegido nos apartará del concierto internacional y ensombrecerá el futuro de nuestro país. Lo más aconsejable sería desechar las recetas hostiles y no cerrar la puerta que abrió en su momento el juez Griesa para una negociación”. Esta conclusión profetiza que la ratificación del camino elegido nos apartará del concierto internacional. Pero, ¿ya no estábamos aislados del mundo?

Ver que una diario que se llama La Nación no argumenta a favor de la Argentina, sino a favor de unos acreedores que pretenden extorsionarla, resulta paradójico. No obstante, esta paradoja pierde su carácter de tal cuando recordamos que el concepto de nación, para dicha publicación, no comprende a la mayoría de los argentinos. Sus intereses reales y, a veces, no explicitados, coinciden en algunos puntos con los de estos fondos que proceden como si tuviesen el poder de unos dioses. Y, por ello, ejerce el rol de su defensor. Hace tiempo, en Manual de zonceras argentinas, Arturo Jauretche escribió con relación al cuarto poder y, por extensión, con relación a La Nación, entre otros diarios: “El cuarto poder está constituido en la actualidad por las grandes empresas periodísticas que son, primero empresas, y después prensa. Se trata de un negocio como cualquier otro que para sostenerse debe ganar dinero vendiendo diarios y recibiendo avisos. Pero el negocio no consiste en la venta del ejemplar, que generalmente da pérdida: consiste en la publicidad. Así, el diario es un medio y no un fin, y la llamada ‘libertad de prensa’, una manifestación de la libertad de empresa a que aquélla se subordina, porque la prensa es libre sólo en la medida que sirva a la empresa y no contraríe sus intereses”. Es decir, no estamos ante un editorialista independiente y objetivo, sino ante un abogado de los fondos buitres. Ahora bien, ¿quién entiende, justifica y defiende a un fondo que se enriquece con la carroña porque considera que su forma de actuar es correcta no merece compartir el nombre que caracteriza a ese fondo?

miércoles, 18 de junio de 2014

Buitres por Elías Quinteros

BUITRES


Elías Quinteros

La legitimación por parte de la magistratura estadounidense de la conducta de los «fondos buitres», es decir, de los fondos que compraron títulos de la deuda pública de la Argentina, a un porcentaje ínfimo de su valor nominal, con el propósito de reclamar judicialmente el cobro de la totalidad de ese valor, avala la práctica de la especulación financiera en su grado más elevado de avaricia e inmoralidad. A su vez, la convalidación de esta clase de prácticas, a costa de los derechos del noventa y tres por ciento de los acreedores que renegociaron con el gobierno nacional el cumplimiento de los compromisos externos y aceptaron la reducción del sesenta y cinco por ciento del capital adeudado, la disminución de los intereses y la prolongación de los plazos de pago, santifica de un modo inconcebible la actuación carroñera de una de las expresiones actuales del egoismo más descarnado. Pero, aquí, no estamos ante una cuestión jurídica ni ante una cuestión financiera. Aquí, estamos ante una cuestión política. Y, desde esta perspectiva, tenemos que analizar lo sucedido. Quienes no escuchan las razones de la Argentina y, por lo tanto, de un Estado que honra con normalidad los compromisos asumidos desde la reestructuración de su deuda; quienes no escuchan las razones de los acreedores que tuvieron la sensatez de bajar el nivel de sus pretensiones para que el país pudiese recuperar su capacidad de pago y, con ello, pudiese abonar lo adeudado de una manera razonable; quienes no escuchan las razones de los Estados que reestructuraron sus deudas en el pasado reciente, a semejanza del nuestro; quienes no escuchan las razones de las naciones y de los organismos internacionales que ven con preocupación la situación creada; y quienes no escuchan las razones del sistema financiero en general; emiten un mensaje: un mensaje que dice con claridad y contundencia que ellos están por encima de los demás. Y quienes justifican mediante una resolución judicial a quienes piensan de esa manera exteriorizan de un modo inequívoco que están a su servicio, aunque traten de mantener una imagen de independencia e imparcialidad.

Sin duda, esto tiene una finalidad disciplinadora. El sector más insaciable del mundo de las finanzas a escala planetaria utilizó a la justicia estadounidense o, dicho de otra manera, a la justicia del «Imperio», para manifestar que no está dispuesta a permitir que ninguna nación se oponga a su voluntad. La satisfacción de sus pretensiones por el gobierno de Cristina Fernández y, en consecuencia, el pago en efectivo de la totalidad de lo reclamado por medios judiciales sentaría un precedente peligroso ya que el resto de los «fondos buitres» que tienen títulos de la deuda argentina y la totalidad de los acreedores que admitieron la reestruturación de esa deuda podrían efectuar un reclamo similar: algo que desangraría las reservas del Banco Central, debilitaría el instrumento que previno más de una «corrida financiera» y crearía las condiciones adecuadas para el estallido de una crisis económica de dimensiones indescriptibles. Por otra parte, el sometimiento del país a este chantaje indisimulado implicaría un golpe terrible para la región y un debilitamiento inevitable para el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Incluso, la onda expansiva podría afectar los vínculos existentes entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica: los países que son conocidos por la sigla «BRICS». Esto, digámoslo sin rodeos, sería la revancha por la Cumbre de las Américas de Mar del Plata; por la actitud de Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner en esa ocasión; por el papelón de George Bush; y por el entierro del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

La existencia de unos fondos que, por ejemplo, desafían al gobierno de los Estados Unidos, a los gobiernos de Europa y al Fondo Monetario Internacional (FMI), resulta preocupante porque demuestra que nadie controla el comportamiento de los exponentes más codiciosos del poder financiero: unos exponentes que actúan desde hace un tiempo, sin ningún tipo de culpa, como el matón de un barrio que se encuentra sujeto a sus caprichos. En medio del proceso que rige la evolución del capitalismo, las manifestaciones más aptas y, por ende, las que se adaptan con una comodidad mayor a las transformaciones de su medio dominan a las restantes. Y, en la etapa actual de dicho proceso, tales manifestaciones, según parece, se hallan representadas por estos fondos que se dedican a carroñear y carroñear con una libertad ilimitada. El lunes a la noche, a horas del pronunciamiento de la Corte Suprema de los Estados Unidos que rechazó la apelación interpuesta por el gobierno nacional y, por tal motivo, de la confirmación de la decisión de la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito que había ratificado el fallo del juez Thomas Griesa, Cristina Fernández, a través de la Cadena Nacional, presentó el asunto en sus justos términos. Así, en un pasaje de su discurso, ella dijo que había que distinguir entre «lo que es una negociación» y «lo que es una extorsión». Y, luego, agregó que lo acontecido era la «convalidación de un modelo de negocio a escala global» que iba a producir «tragedias inimaginables». En realidad, los titulares de los «fondos buitres» —que coinciden políticamente con los dueños de los medios comunicacionales que defienden su causa, con los simpatizantes del «Tea Party» que atienden sus pedidos y con los integrantes de la magistratura que aceptan sus argumentaciones—, tienen dos objetivos. Por un lado, quieren cobrar el valor total de sus títulos. Y, por el otro, quieren escarmentar a la Argentina.

Nuestro país no es un ejemplo elogiable para ellos. Por el contrario, la decisión de pagar lo adeudado de una forma que no afecte el crecimiento económico ni la inclusión social es algo inadmisible, desde su punto de vista. Inexorablemente, su actitud lleva a una repetición de lo vivido en el año 2001: incumplimiento de los compromisos externos; crisis económica; desocupación; reducción de los salarios y de las jubilaciones; desatención estatal de las cuestiones relativas a la educación, a la salud y a la asistencia social; debilitamiento del gobierno; desacreditación del sistema democrático; etc. Por eso, la instrumentación de las medidas necesarias para que los acreedores que intervinieron en la reestructuración de la deuda puedan cobrar en la Argentina, sin ninguna clase de inconvenientes, implica la recuperación de una porción de nuestra soberanía que fue cedida durante la vigencia del neoliberalismo. Repetimos lo dicho al principio. Lo resuelto por la Corte Suprema de los Estados Unidos legitima la práctica de la especulación financiera en su grado más elevado de avaricia e inmoralidad: circunstancia que atenta contra la justicia y, además, contra las posibilidades económicas del país. En este punto, no podemos proceder irreflexiva e irresponsablemente. Tenemos que pagar. Esa es la verdad. Sin embargo, esa verdad no significa que debamos descuidar a los acreedores que contemplaron la situación de la Argentina, para atender al chantaje de unos fondos que sólo piensan en ellos mismos.

lunes, 9 de junio de 2014

El periodista del momento por Elías Quinteros




EL PERIODISTA DEL MOMENTO

Elías Quinteros

Algunos piensan que es el periodista del momento. En cambio, otros consideran que no es un periodista a pesar de su trayectoria profesional en el campo del periodismo: cuestión que nos coloca entre los que dicen que el ejercicio del periodismo gráfico, radial y televisivo durante años convierte a una persona en periodista y los que aseveran que el rótulo de periodista requiere algo más. Sin duda, él tiene el convencimiento de pertenecer al mundo de los que forjan el periodismo y, por lo tanto, de los que utilizan la palabra oral y la palabra escrita para transmitir sus ideas. Pero, esto desconcierta a más de uno porque, en lugar de hablar bien, habla mal. O, dicho de otro modo, habla vulgarmente: algo que asesta una estocada a la lengua castellana, cada vez que emplea la radio o la televisión para expresarse con términos que, aunque tratemos de minimizarlos, resultan groseros y agraviantes. A ciencia cierta, su conducta no condice con la de un hombre que cuida sus instrumentos de trabajo. Y, por ello, envilece un idioma maravilloso y riquísimo que fue llevado por el periodismo, la narrativa, la poética y la dramaturgia hasta las cumbres de la excelencia. ¿Por qué procede de esta manera? Lo ignoramos. Simplemente, sabemos que lo hace, que lo hace desde que lo conocemos y que lo hace para convocar a la desesperanza. De acuerdo a sus expresiones, es un ser que, por momentos, se avergüenza de sus compatriotas, se avergüenza de sus gobernantes y se avergüenza de su nación: circunstancia que lo acerca a todos los que consideran que los que habitamos la Argentina, a diferencia de los que viven en otras partes del planeta, no pertenecemos al campo de la civilización, sino al campo de la barbarie. Su prédica cotidiana, que guarda los ecos de una queja lastimosa y constante, tiene un blanco principal (el Poder Ejecutivo), y varios blancos secundarios (el Poder Legislativo, el Poder Judicial, la oposición y la sociedad en general). Según su criterio, todo es malo. Los gobernantes no gobiernan. Sólo roban. Los diputados y los senadores no rechazan los proyectos de leyes que provienen de la Casa Rosada, ni promueven proyectos que limiten y rebatan la actividad gubernamental. Los magistrados no resuelven las causas judiciales que involucran a las figuras del oficialismo, por medio de pronunciamientos que ignoren las pretensiones de ellos. Los opositores no configuran la alternativa política que es reclamada por el conjunto de los argentinos, con el propósito de doblegar a la administración nacional. Y los ciudadanos o, por lo menos, los ciudadanos que creen en las instituciones, no apoyan a las figuras opositoras. No escrachan a los funcionarios. Y, en síntesis, no hacen nada para que las cosas cambien. En cada una de sus admoniciones, encontramos un muestrario agotador de acusaciones que tienen a la corrupción como protagonista exclusiva y que, más allá de su comprobación o no, dejan a las personas que son definidas como corruptas, en una especie de lista negra que deroga la presunción de inocencia y actualiza riesgosamente las prácticas del macarthismo.

No obstante su prédica republicana y democrática, su discurso se confunde en forma peligrosa con el de un intolerante y, en ciertos casos, con el de un fascista. En su boca, la palabra libertad aparece como una excusa que sirve para defender las posiciones de varios poderosos y, en especial, del poderoso que contrata sus servicios. Al igual que la gota que horada la piedra, su voz impacta, impacta e impacta en un sector de la sociedad argentina que es permeable a los mensajes apocalípticos: un sector que cree que la inseguridad y la inflación van a arrasar nuestra tierra como una nube gigantesca de langostas, por culpa de un régimen populista, autoritario, corrupto y demagógico que nos deja a merced de la negrada propia y, lo que es peor, de la negrada extranjera. Quienes atesoran dichas creencias y, en consecuencia, consideran que el gobierno es un gobierno de m…, que el pueblo es un pueblo de m…, que el país es un país de m…, que la vida en la Argentina es una vida de m… que no tiene solución, y que todo es así porque todos son unos hijos de p… que sólo piensan en aprovecharse de los demás, necesitan que alguien les demuestre que los entiende. Y él, con su estilo tan particular, cumple esa función. Mas, no se conforma con pregonar de un modo consciente o inconsciente la desesperanza. Increíblemente, también trata de proceder en su desempeño profesional con algo que no tiene: el ingenio y la comicidad de los hombres que resultan graciosos. ¿Qué es en realidad? ¿Es un periodista que atraviesa una etapa de esplendor o, por el contrario, de decadencia? ¿Es un hombre que arrastra el dolor de un humorista frustrado? ¿Es un animador radial y televisivo que acude a la provocación para conservar la atención de sus oyentes y sus espectadores? ¿Es un mercenario que defiende por una cantidad de dinero al medio de comunicación más poderoso del país? ¿Es la suma de todo lo dicho? ¿O es algo diferente? No podemos decirlo con exactitud. Sin embargo, podemos asegurar que él es un producto en sí mismo, un producto que genera una especie de dependencia. En una época que exalta lo novedoso, él encarna la necesidad de una renovación constante y de una espectacularidad mayor en cada una de sus renovaciones. Por eso, debe superar sus propias marcas. Y debe hacerlo diariamente. Al fin y al cabo, el rating, la fama y, en definitiva, el éxito, lo exigen con una desesperación que no tiene límites. A su lado, otros que son como él parecen unos seres diminutos y miserables ya que sus méritos son indiscutibles y legítimos. Quienes lo eligieron para que defienda sus intereses con la ayuda de un micrófono o una cámara de televisión efectuaron una elección atinada. En lo suyo, es un goleador. Sin embargo, por esas ironías de la vida, no satisfizo las expectativas que había despertado. El gobierno resistió sus embates. No trastabilló como consecuencia de los mismos. Y, por el contrario, quienes lo contrataron con la mayor de las ilusiones padecieron una derrota inmensa, contundente y humillante. Hoy, como parte de una galaxia que explotó, no monopoliza la atención de la oposición. Sencillamente, representa un personaje que pierde la calma con facilidad: aspecto que demuestra que él, como otros, no admite el triunfo de sus competidores.

Su nombre está asociado a la creación y a la dirección de un diario de tendencia progresista que contrasta con su pensamiento actual: un pensamiento que se distanció del progresismo y se aproximó al conservadorismo de Mauricio Macri y Elisa Carrió, entre otros. Asimismo, está asociado a la imagen televisiva del fuck-you: una imagen que, a semejanza de su vocabulario, conspira contra los docentes que tratan de educar a los jóvenes argentinos. A veces, su incontinencia verbal, una de las originalidades que lo distinguen, constituye su ruina. Por ejemplo, hace unos días, afirmó que nosotros, los argentinos, no éramos suizos, ni suecos, ni noruegos. Luego, agregó que no éramos democráticos, ni parlamentaristas, ni participativos. Y, finalmente, manifestó que la Argentina era el Líbano. Es decir, sugirió que no éramos civilizados sino bárbaros: lo cual convertía al Líbano en una muestra de la barbarie. A raíz de tal comentario, el embajador de ese país, Antonio Naser Andary, emitió un comunicado. Entre otras cosas, el mismo decía: “Ante sus declaraciones emitidas por Radio Mitre el día 29 de mayo… queremos expresarle nuestro más profundo rechazo en utilizar la figura de nuestro querido país en forma peyorativa y discriminatoria, lo que además supone una profunda ignorancia de nuestra realidad… el Líbano es una de las democracias más genuinas de Medio Oriente, con una constitución política pluralista y abierta… En nuestro país hay absoluta libertad de opinión y de medios, libertad económica, libertad de cultos… Le sorprendería conocer ciudades nuestras como Beirut, justamente llamada la París de Medio Oriente, por su cosmopolitismo, elegancia y respeto al prójimo. Y si nos remontamos a su historia, llegamos a Byblos, la cuna del alfabeto... No podemos dejar de mencionar que dos libaneses han recibido el Premio Nobel… Todo esto fue lo que inspiró al Papa Juan Pablo II a definir al Líbano como ‘un mensaje de paz, libertad y convivencia’… el Líbano no es un país autoritario ni prepotente… es injusto que el Líbano sea menospreciado… además de ofender el nombre de nuestro país, usted ha ofendido a una de las colectividades más numerosas que habita la República Argentina… esperamos una aclaración y reparación por los mismos medios por los que fue emitido este agravio… Esperamos sus disculpas a la Nación Libanesa, al Pueblo Libanés y a los cientos de miles de descendientes de libaneses que pueblan la República Argentina”.

Verdaderamente, un individuo debe esforzarse mucho para que el responsable de una embajada lo describa como un ser discriminador, ignorante y ofensivo. Esa clase de tratamiento epistolar, que no condice con la mesura de la práctica diplomático, prueba que él no es como el resto de la gente. Y, si lo pensamos bien, esto es cierto. El es diferente. El tiene a su disposición los instrumentos de un monstruo de las comunicaciones que, aunque experimenta en este instante el proceso de su desmembramiento, no deja de atacar al gobierno con la saña que lo caracteriza. Y él utiliza tales instrumentos con una impunidad absoluta. Tal particularidad (la de ser el centro de un espectáculo y, en ocasiones, el espectáculo mismo, a imitación de otras figuras mediáticas que superan límite tras límite, en una carrera descontrolada y constante, con el objeto de conservar la lealtad de su público), lo convierte en uno de los exponentes más destacados de una modalidad comunicacional que recibió un golpe durísimo con la sanción de la Ley N° 26.522 o Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y, posteriormente, con la declaración de su constitucionalidad por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Aclaremos algo. El no es el único que acusa, juzga y condena desde un estudio de radio o televisión. Ni él es el único que no se disculpa cuando la realidad demuestra que sus afirmaciones fueron inexactas. Ni él es único que genera polémicas con sus comentarios y apreciaciones. Pero, su lengua es la más filosa. Independientemente de cualquier explicación que procure disminuir la gravedad de sus dichos, la acción de sugerir que los libaneses son uno bárbaros y, acto seguido, que los argentinos somos unos libaneses, actualiza el fenómeno de la colonización cultural que afecta a un sector de la sociedad local: un sector que considera que todo lo argentino es inferior y, por ello, digno de desprecio y rechazo. Esto es una consecuencia lejana de lo sustentado por Domingo Faustino Sarmiento, en lo sociológico y lo educativo, y por Bartolomé Mitre, en lo económico y lo político. Y, desde una perspectiva jauretchana, es una manifestación devaluada de la madre de todas las zonceras. Sostener esa clase de conceptos en estos días equivale a reeditar las corrientes ideológicas que repelen lo popular, lo nacional y lo latinoamericano: actitud que denota una visión elitista de la vida, más allá de las características de su manifestación pública.