Construyendo
Nuestras tierras de América esperan el advenimiento de una reconstrucción social, nacional y continental que les dé forma y jerarquía, libertándolas en todos los órdenes de los viejos errores políticos y de las supervivencias coloniales, para hacerlas entrar en las nuevas rutas que se abren a la humanidad.
(Manuel Ugarte)
I Introducción
Pensar hoy en nacional y latinoamericano es una tarea que hemos heredado de los viejos y queridos maestros. Entiendo por viejos maestros, no sólo Bolívar, San Martín, a Jauretche, Martí, Mariátegui por sólo nombrar a algunos de los autores que hemos de convocar en este trabajo, sino y principalmente son guías las prácticas de liberación de nuestros pueblos.
“Los líderes, ensayistas o intelectuales que calaron hondamente en el registro político cultura latinoamericano, fueron verdaderos intérpretes; capaces de sintetizar, con mayor o menor envergadura, los deseos, identidades y reivindicaciones; los lineamientos a menudo complejos y contradictorios de contenidos en el modo de percibir el mundo de las mayorías” (Argumedo, 1992:
Denunciar la opresión ominosa es comenzar a transitar la tarea de una América Latina venturosa.
“Cuando las grandes naciones tienden sus brazos de conquista sobre los pueblos indefensos, siempre declaran que sólo aspiran a favorecer el desarrollo de las comarcas codiciadas” (Ugarte: 1996, 29). Sin embargo sabemos bien y demasiado que significa civilizar, democratizar, visitar y conquistar El problema se suscita cuando -al hablar de ilustración, modernidad y razón-, se confunden, la “universalidad abstracta con la mundialidad concreta hegemonizada por Europa como centro” (Dussel, 2003:48) o por los Estados Unidos.
La expoliación en Nuestra América es doble, explotación económica y colonización cultural o pedagógica. Nos han privado, nos quieren seguir privando de nuestras cuentas (recursos naturales, estratégicos) y de nuestros cuentos (relatos identitarios). Por ello “se impone una especie de arqueo continental, un recuento de las riquezas enajenadas (con sus posibilidades de rescate), un inventario de cuanto escapó a las compañías extrañas, un balance, en fin, de lo que todavía nos pertenece o puede volver a nosotros. Porque en todos los órdenes, en todos los capítulos, en todos los engranajes, han de ser gradualmente reemplazados en el porvenir de los organismos ajenos por fuerzas propias que aseguren a la nación la solidez a que tiene derecho” (Ugarte: 1996, 173) y a América Latina.
Por eso aquí estamos, los Pueblos [1] combatiendo con la mejor de nuestras armas “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras” (Martí: 1980; 19)
Y es que como afirmaba Jauretche debemos aprender a ver y a pensar en nacional y latinoamericano[2] sabiendo que la tarea consiste en “formar conciencia… Por eso hablo de las napas profundas, trabajo que pasa inadvertido para un pragmatismo que computa resultados a la vista sin indagar cómo el napa de las aguas subterráneas afloró y por qué (…) Aprendamos del adversario, de esa oligarquía y de ese coloniaje que han organizado la superestructura cultural del país y han dispuesto de ella, como la más eficaz arma de su arsenal” ( Jauretche en Galasso, 2005: 539)
II Pensar lo propio, lo apropiado
Pensar con categorías propias, pensar desde América Latina no supone impugnar la recepción critica de conceptos pensados en otros tiempos y otros espacios. “Esta exigencia no importa una negación de la legitimidad de la introducción del inventario de productos espirituales decantados de países extraños. El espíritu que es tradición y revolución es también comunicación, pues los productos que crea su actividad no están condicionados por consideraciones de lugar. No tiene fronteras (…) la legitimidad de la esa introducción, ella está inexorablemente condicionada por la tradición, pues ahí donde ésta es negada y declarada en falencia, el trabajo del espíritu se detiene y se oblitera a virtud de la ausencia de la memoria que es de su esencia. Nada se crea ex nihilo” (Taborda: 1993,199)
Jauretche que no era ningún zonzo afirmaba “La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna, enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América” (Jauretche: 1992; 148)
La metáfora del árbol, nos recuerda la idea de Martí, Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas (Martí: 1980,15) y continuando con el apóstol cubano “ Ni el libro europeo, ni el libro yankee daban la clave del enigma hispanoamericano(…) Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación.” (Martí: 1980,15)
Muchos años antes Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, había sentenciado “¿Dónde iremos a buscar modelos?
Mientras que en la década del 20, y con los aires reformistas aún circulando por Indo América el Amauta sostenía: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica” (Mariátegui: 1990, 249)
Un pedagogo en la década de los 60 afirmaba “Generalmente pensar sobre Brasil era pensar sobre el Brasil desde un punto de vista no brasileño. Se juzga el desarrollo cultural brasileño según criterios y perspectivas en las cuales el país era necesariamente un elemento extranjero, Es evidente que era este un modo de pensar fundamentalmente alienado. De ahí la imposibilidad de un compromiso. El intelectual sufría nostalgias, vivía una realidad imaginaria que el no podía transformar, poniendo límites a su propio mundo enojado contra el, sufría porque el Brasil no era idéntico a aquel mundo imaginario en el cual vivía, sufría porque le Brasil no era Europa o Estados Unidos; vivía proyectando la visión europea sobre el Brasil, país atrasado; negaba al Brasil y buscaba refugio y seguridad en la erudición sin el Brasil verdadero, y cuanto más quería ser un hombre de cultura menos quería ser brasileño” (Freire, 1973: 95)
Este pensar alienado debe entenderse en la doble acepción de renuncia, venta como de extranjerización, extrañamiento. Entonces un pensar propio y apropiado supone no repetir las letras de otras tierras y otros tiempos sino de recuperar los espíritus de las palabras dichas en esos otros tiempos y contextos.
“Porque si no supiéramos construir un pensamiento sobre la realidad que tenemos por delante, y esa realidad la definimos en función de exigencias conceptuales que pueden no tener pertinencia para el momento histórico, entonces significa que estamos organizando, no sólo el pensamiento, sino el conocimiento dentro de marcos que no son los propios de esa realidad que se quiere conocer” (Zemelman: s/f, 2).
Este modo de decir, de pronunciar nuestra realidad supone que “es tiempo de aprender a liberarnos del espejo eurocéntrico donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsionada. Es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos” (Quijano: 2003, 242)
III Abya Ayala
“¿Qué tiene dueño la tierra? ¿Cómo así? ¿Cómo se ha de vender? ¿Cómo se ha de comprar? Si ella no nos pertenece, pues. Nosotros somos de ella. Sus hijos somos. Así siempre, siempre. Tierra viva: Como cría a los gusanos, así nos cría. Tiene huesos y sangre. Leche tiene, nos de mamar. Pelo tiene, pasto, paja, árboles. Ella sabe parir papas. Hace nacer casas. Gente hace nacer. Ella nos cuida y nosotros la cuidamos. Ella bebe chicha, acepta nuestro convite. Hijos suyos somos. ¿Cómo se ha de vender? ¿Cómo se ha de comprar?” (Arguedas: 1970, 18)
Hay dos maneras de comprender al mito como narración, como una cosmovisión que da sentido a ciertas comunidades aborígenes o, como mitológicas que suponen el engaño, la mentira. Y, es desde esta última perspectiva como se puede hablar de encuentro de culturas, como Descubrimiento de América.
“El espíritu caballeresco de los heroicos nautas portugueses y españoles encontró un nuevo camino hacia las Indias Orientales y descubrió América” (Hegel, 1980: 651)
Los conquistadores son para Hegel heroicos, valientes, osados. La legitimidad de la conquista está fundada en el riesgo. El mar alienta al valor; invita al hombre a la conquista, a la rapiña, pero también a la adquisición y la ganancia (…) el mar despierta la valentía. Los que navegan en busca de vida y riqueza han de buscar la ganancia arrostrando el peligro; han de ser valientes, exponer y despreciar la vida y la riqueza. La dirección hacia la riqueza queda, pues, convertida, por el mar, en algo valiente y noble. Pero además, el trato con el mar incita a la astucia; pues el hombre tiene que habérselas con el elemento más astuto, más inseguro y más mendaz.” (Hegel, 1980: 169)
Hegel parece olvidar, estas breves relaciones “Mayordomo suyo mató a muchos indios ahorcándolos y quemándolos vivos, y echándolos a perros bravos, e cortándoles pies y manos y cabezas e lenguas, estando los indios en paz, sin otra causa alguna más de por amedrentallos para que le sirviesen e diesen oro y tributos, viéndolo e sabiéndolo el mesmo egregio tirano, sin muchos azotes y palos y bofetadas y otras especies de crueldades que en ellos hacían cada día y cada hora ejercitaban” (De Las Casas: 1985; 86) o aquel otro testimonio de Hatuey cacique de la isla de Cuba que niega ir al cielo, al enterarse que allí iban los cristianos.
Por si alguna duda cabe sobre los motivos del genocidio, basta recordar estos nombres Costa Rica, Puerto Rico, Costa del Oro (hoy Panamá) y Argentina (argentum).
Ya en 1904, González Prada sostenía “No se escribe pero se observa el axioma de que el indio no tiene derechos sino obligaciones (…) Los realistas mataban al indio cuando pretendía sacudir el yugo de los conquistadores, nosotros los republicanos nacionales lo exterminamos cuando protesta de las contribuciones onerosas, o se cansa de soportar en silencio las iniquidades de algún sátrapa. Nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira, porque no merece llamarse república democrática un Estado en que dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley (…) La condición del indígena puede mejorar de dos maneras: o el corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos adquiere la vitalidad suficiente para escarmentar a los opresores” (González Prada: 1904,319)
Desde una perspectiva marxista latinoamericana, el Amauta afirmaba “El problema indígena se identifica con el problema de la tierra. La ignorancia, el atraso y la miseria de los indígenas no son, repetimos, sino la consecuencia de su servidumbre” (Mariátegui: 1990, 42)
Y en relación a las resistencias aseguraba “Cuando se habla de la actitud del indio ante sus explotadores, se suscribe generalmente la impresión de que, envilecido, deprimido el indio es incapaz de toda lucha, de toda resistencia. La larga historia de insurrecciones y asonadas indígenas y de las masacres y represiones consiguientes, basta por sí sola para desmentir tal impresión” (Mariátegui: 1990, 40)
Los indios se vuelven en un proyecto emancipatorio continental nuestros paisanos y los hijos de nuestra América han de salvarse con ellos, enfrente “estos desertores que piden fusil en los ejércitos de
Estos desertores en
IV Un abrazo y un proyecto en Guayaquil (las fronteras y los hombres mancomunados)
“Colombianos y argentinos terminaron la guerra de
Para Hernández Arregui “ La certeza de un drama histórico común ha creado una ética continental solidaria” (Hernández Arregui: 1973, 287)
Por eso no nos debe extrañar que las palabras y las obras de San Martín y Bolívar fueran rescatadas por pensadores de distintas latitudes de Nuestra América
Respecto a Bolívar “Pensar en él, asomarse a su vida, leerle una arenga, verlo desecho y jadeante en una carta de amores, es como sentirse orlado de oro el pensamiento. Su ardor fue el de nuestra redención , su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente, su caída, para el corazón” Martí:1980,83).[3]
En tanto que Rodríguez afirma en una carta a su discípulo, fechada el 30 de septiembre de 1827, el “Que usted haya abrazado una profesión y yo otra, hace una diferencia de ejercicio, no de obra” ( Rumazo González, 1988: 72). La obra en común era formar
Mientras que para el Amauta “Bolívar tuvo sueños futuristas. Pensó en una confederación de estados indo-españoles. Sin este ideal, es probable que Bolívar no hubiese venido a combatir por nuestra independencia. La suerte de la independencia del Perú ha dependido, en gran parte, de la aptitud imaginativa del Libertador. Al celebrar el centenario de una victoria de Ayacucho se celebra, realmente, el centenario de una victoria de la imaginación (La benemerencia de los libertadores consiste en haber visto una realidad potencial, una realidad superior, una realidad imaginaria” (Mariátegui: 1987, 45)
En relación a San Martín, encontramos en Astrada, el siguiente semblante “ En el fondo, el poderoso llamado de la tierra, de su destino histórico – la voz de una nueva estirpe que comenzaba a articular su palabra- es la sustancia y el íntimo resorte de aquella decisión que lo llevó a poner totalmente su vida, nutrida con la savia y la luz de su Yapeyú nativo, al servicio de la revolución emancipadora” (Astrada: 2007; 45)
Pero nos parece que la imagen de Salvador Allende coloca y comprende que el espíritu de O ’Higgins, San Martín, Bolívar, es uno, ellos son “arquitectos de la liberación de América Latina. Visionarios con claro sentido patriótico, comprendieron que la independencia de sus naciones estaba ligada a la unidad latinoamericana. Es por eso que en los escritos, en el pensamiento y en las acciones de su época, sus nombres se funden a cada instante” (Allende: 1971)
En las figuras de Bolívar y San Martín, queremos nombrar a muchos otros y otras (Belgrano, Moreno, Monteagudo, Artigas, Juana Azurduy, Manuelita Sáenz ) que no sólo empuñaron sus palabras. El pensamiento nacional y latinoamericano les debe mucho a estos hombres y mujeres que con habilidad extraordinaria escribían sobre contratos sociales, igualdades, libertades y luego blandían otras estrategias en mapas y campos de batallas.
A su vez consideramos injusto olvidar a miles de hombres y mujeres que en diferentes tiempos y contra los colonialismos internos y externos dieron la vida por Nuestra América, deseamos nombrarlos en Zapata, Sandino[4], Farabundo Martí, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh. Las Madres y Abuelas de Nuestra América nos cantan sus historias de rebeldías y de esperanzas.
V En busca del porvenir
Las nuevas categorías, las nuevas palabras no descienden del cielo a la tierra, ni salen de cavernas oscuras, ellas provienen de las prácticas sociales. De nuestras prácticas sociales. Estas prácticas constituyen una “historia social subterránea latinoamericana. Donde los hombres y las mujeres de esa ‘América Profunda’ van trasmitiendo a sus hijos y sus nietos, los códigos, los valores, el habla, las aspiraciones, las otras ideas que elaboran en el imaginario de las clases subordinadas, en debate y confrontación con las visiones del mundo de origen europeo incorporadas por los sectores criollos dominantes, por una parte significativa de los estratos medios urbanos y por las élites ilustradas de mayor preponderancia en el mundo de la cultura oficial” (Argumedo: 1992; 25)
Salvador Allende decía que era necesario llegar al “Estatuto del Hombre Latinoamericano a través de instituciones y la adopción de normas que vayan encauzando a nuestras patrias hacia un destino común. En este camino necesitamos Escuelas Fronterizas en las que se enseñe la historia de nuestros pueblos con altura y visión de futuro, sistemas destinados a compartir las investigaciones científicas y tecnológicas que permitan comunicarse fraternalmente las conquistas del saber. Profundizar en esa dirección una Universidad Latinoamericana que integre, desarrolle y difunda el pensamiento creador de nuestro continente (…) Debemos esforzarnos por educar a nuestra juventud en textos de historia común, que subrayen los profundos intereses y esperanzas que nos unen. Debemos establecer escuelas fronterizas para vincular aún más a nuestros pueblos” (Allende: 1971)
Parafraseando a Norberto Galasso, la disyuntiva es hoy construir una historia de
Es parte de la tarea construir los manuales y los textos del Estatuto del hombre y la mujer latinoamericano/a [5] para terminar con el Estatuto del Coloniaje que aún quieren imponer las clases dominantes escondidas, disfrazadas e incluso trasvestidas en todas las ciudades de Nuestra América .
Parafraseando a Gramsci, la historia de las clases subalternas dejará de ser episódica cuando los cientistas sociales, los pensadores, los filósofos, los ensayistas comencemos a escribir nuestras propias historias.
Bibliografía
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Zemelman, Hugo Pensar teórico y pensar epistémico: Los retos de las ciencias sociales latinoamericanas.
[1] “La categoría ‘Pueblos’ designa a aquellos grandes grupos de hombres y mujeres –actualmente proscriptos y oprimidos políticamente y explotados en lo económico- que son capaces de construir una nación, un proyecto común, en mérito a su predisposición histórica para generar un núcleo de valores humanos centrados en su identidad colectiva, políticamente abarcativos y socialmente comunes” (O`Farrell:1976, 114)
[2] “Y la causa es el colonialismo mental, la incapacidad para pensar los problemas desde aquí y para aquí, en el orden natural de las cosas, como lo pensaron los que estaban separados de la realidad por artificiosas construcciones culturales y por un inconfensable asco, una repugnancia estética al hecho basto, primario, caudillesco, burdo con que la historia se presenta cuando es historia viva y no amerengada fantasía (…)” (Galasso: 2005, 248)
[3] Martí también escribió sobre San Martín ver Tres héroes y San Martín.
[4] Recordemos el intercambio epistolar entre Sandino y Manuel Ugarte
[5] En estos días Evo Morales, les solicitó a los maestros de Bolivia que produzcan los textos para “la formación de nuestros hijos”.