viernes, 5 de noviembre de 2010

Un mazazo terrible por Elías Quinteros

UN MAZAZO TERRIBLE

Elías Quinnteros

Murió. Esa es la verdad, la verdad despiadada. Su vida se apagó de repente, en un instante. Y, tras la brevedad de ese instante tan breve, la noticia de su fallecimiento, al igual que un mazazo terrible, golpeó a millones de argentinos sin ninguna compasión. Con toda franqueza, nadie puede afirmar si murió antes de tiempo o si, en cambio, murió en el momento oportuno. Del mismo modo, nadie puede aseverar si el hecho de creer en la existencia de un momento ideal para la llegada de la muerte, algo que distingue a muchas personas, constituye una ingenuidad o no. Sólo podemos decir que se fue, que se marchó de improviso y que se alejó para siempre del mundo de los vivos. Seguramente, a esta altura de los acontecimientos, ya debe hallarse con Juan Domingo y con María Eva. Después de todo, honró su memoria al sacar a la Argentina del «Infierno», al realizar una labor extraordinaria a favor de la unidad continental y al devolver la dignidad, la esperanza y la alegría a millones de hombres y mujeres que habían perdido las ganas de vivir. Hizo mucho, más de lo que muchos esperaban. Y, al proceder de esta manera, conquistó el corazón de su pueblo: un pueblo que, según las constancias de la historia, no lamenta la muerte de cualquiera.

Sólo los necios y, por lo tanto, los que no aceptan lo evidente, pueden dudar de la sinceridad de las personas que llenaron la Plaza de Mayo en la noche del miércoles maldito; de las que esperaron en la calle, durante horas y horas, con un estoicismo admirable, para ingresar por unos instantes en la Galería de los Patriotas Latinoamericanos; de las que pasaron por delante del féretro que contenía al ex presidente, como las aguas inacabables y constantes de un río de dolor, sin otra finalidad que la de despedir al «pingüino» que había partido; y de las que acompañaron el paso del cortejo fúnebre, desde la Casa Rosada hasta el Aeroparque, bajo una lluvia intensa, fría y persistente que descendía sobre la ciudad acentuando el abatimiento de un viernes gris y triste. Unicamente, los representantes de la necedad más increíble e inquietante pueden decir que desconocen el significado de esos ojos enrojecidos por el llanto que decían todo sin decir nada; o que desconocen el significado de esas bocas que mordían el silencio, que hablaban con una voz quebrada, que cantaban, que exteriorizaban su apoyo a la presidenta y que agradecían a Néstor el otorgamiento de una jubilación, la percepción de la Asignación Universal por Hijo, la obtención de un empleo o, simplemente, la posibilidad de comer, entre otros beneficios; o que desconocen el significado de esas manos que saludaban con timidez, que arrojaban un beso, que hacían la «v» de la victoria y que, al adoptar el aspecto de un puño, se elevaban en el aire con una actitud desafiante; o que desconocen el significado de esos brazos abiertos y extendidos que trataban de tocar las maderas del cajón y de rodear el cuerpo de Cristina.

Aunque resulte desconcertante, injusto e inadmisible, quien hizo que millones rieran, creyeran, soñaran, lucharan y, por último, lloraran en forma desconsolada, ya no se encuentra aquí, entre nosotros. Ahora, Cristina —la mujer que perdió al compañero de su vida, la madre que perdió al padre de sus hijos y la presidenta que perdió al socio de su proyecto político—, debe demostrar a todos que la profundización del modelo es posible a pesar de la ausencia de Néstor: su inspirador. Y, mientras lo hace, debe contener el llanto. Este, para su desgracia, es un lujo que no está a su alcance. Y, por otra parte, también es un rasgo de debilidad que puede desmoralizar a propios y alegrar a extraños. En el momento más doloroso su existencia, de acuerdo a su confesión pública, debe ser fuerte, tan fuerte como una leona que protege a su manada, sin descuidar el movimiento de los buitres y las hienas que miran desde lejos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Dueño de una pasión o de cómo abrir una ventana hacia Nuestra América Latina por Carla Wainsztok

Dueño de una pasión o de cómo abrir una ventana hacia Nuestra América Latina

Carla Wainsztok

Preguntaréis: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas de agujeros y pájaros?
Pablo Neruda

Ha muerto un soñador de la Patria Grande. Ha muerto un constructor de Nuestra América Latina. Hemos leído mucho y muy bueno sobre la figura de Néstor Kirchner.

Por nuestra parte, en estos párrafos queremos destacar dos hechos que para nosotros son actos pedagógicos-culturales. Nos referimos a la orden de bajar el cuadro de los genocidas y al “entierro del ALCA”.

Respecto al primero diremos que para poder conmovernos con la inauguración de la Galería de los Patriotas latinoamericanos, durante los festejos del Bicentenario, era necesario descolgar con anterioridad el cuadro de los asesinos del pueblo. Era imposible que la Galería de los Patriotas latinoamericanos naciera y conviviera con esos otros retratos. Galería con la cual nos hemos vuelto a conmover por estos días, cuando nosotros, cuando el pueblo, saluda, despide al compañero Néstor.

En relación al “entierro del ALCA” recordemos corrían los primeros días de noviembre de 2005. En Mar del Plata se realizaba la IV Cumbre de las Américas, pero también se realizaba en paralelo la Cumbre de los Pueblos. No la cumbre de la gente. Es que había llegado para América Latina, la hora de los Pueblos. ¿Cómo no recordar el acto en el estadio de Mar del Plata? dónde el presidente Chávez afirmaba ¡¡¡alca, alca al carajo!!! y era parte de la comitiva el cocalero Evo Morales ¿cómo no recordar la llegada del tren de la contra cumbre?

Pero también es necesario rememorar que 29 países estaban a favor del ALCA y que el presidente de México Fox era un aliado imprescindible del Imperio. Sólo cinco países estaban en contra, los integrantes del MERCOSUR y Venezuela.

Néstor le dijo durante la Cumbre, en la cara a Míster Bush “No nos vengan aquí a patotear” y puso como eje central de la Cumbre el tema del empleo, del empleo digno. Del empleo no sólo como un fin económico, sino del trabajo como constructor de identidades, de formaciones culturales.

Es que no se trataba simplemente de ponerle límites a la expoliación económica, el fin del ALCA partía de una concepción pedagógica y cultural propia. Un pensamiento apropiado, un contar con lo nuestro, un contar con nuestras historias de pueblos hermanados. El fin del ALCA es el producto de la descolonización pedagógica.

Hasta ese momento, desde mayo de 2003 un frescor se introducía por las hendijas de las ventanas de nuestras clases, pero a partir del 4 y 5 de noviembre un viento sureño ingresaba a nuestras aulas. Como ese viento que despide a Néstor por estos días en la Ciudad de Buenos Aires.

Es cierto en las clases no suele haber aplausos. Y al tratarse de espacios cotidianos tampoco suele haber grandes reconocimientos. Entonces una a veces se pregunta y hoy se vuelve a preguntar por la eficacia política de esta forma de intervención que es trabajar en un aula. Es que a veces las luces del “centro” enceguecen pero creo que la clave no es pensar en una sola clase, en una sola aula. Hay que construir miles y miles de clases sobre las historias de Nuestra América, sobre las pedagogías latinas, sobre las sociologías indoamericanas. Y esta es una gran batalla cultural a dar.

De todos los testimonios que hemos leído en estos días queremos destacar fundamentalmente por su belleza y, por su simpleza el de dos presidentes de la Patria Grande. Nos referimos a las palabras de Evo Morales y Hugo Chávez.

Evo afirma: “Me quedé huérfano, siento que perdí a un hermano mayor, a mi padre, a un amigo, a todos juntos. Siento que toda América Latina quedó huérfana del hermano Néstor, que fue el primer presidente de todo el continente, él me enseñó con el ejemplo que los latinoamericanos no somos el patio trasero de ningún imperio”.

Por su parte Chávez nos recuerda el texto de José Martí, escrito en 1881 sobre Cecilio Acosta, tengo el texto junto a mi mano, permítanme citarlo un poco más allá del parafraseo del comandante” Ha muerto un justo (…) Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas digno de ellas. Trabajó en hacer hombres: se le dará con gozo con serlo ¡ Qué desconsuelo, ver morir en lo más recio de la faena a tan gran trabajador! Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos (…) Quería hacer la América próspera, y no enteca: dueña de sus destinos” .

Ha muerto el dueño de una pasión, la pasión por contribuir a la construcción de la Patria Grande.

Con él se va una parte de nuestras historias, todavía nos quedan los amores, los compañeros, los sueños, los libros por escribir y las miles y miles de aulas donde se narren las historias de Nuestra América, las pedagogías latinas y, las sociologías indoamericanas.