martes, 29 de julio de 2014

DEFENDAMOS NUESTRA SOBERANÍA NACIONAL mañana 30/07 17 hs Av. de Mayo y Bolívar

DEFENDAMOS NUESTRA SOBERANÍA NACIONAL


Desde la Convocatoria Económica y Social por la Argentina llamamos a resistir con firmeza el obstinado avance de los fondos buitres y, como Nación Soberana, sostener la determinación de que ninguna deuda es más importante que la deuda con el pueblo.

Nos comprometemos firmemente a no dejarnos torcer el brazo y apoyamos la decisión de velar por el futuro de nuestros hijos y nietos. Debemos  plantarnos fuertemente y defender los logros alcanzados en  los últimos años en materia de renegociación de deuda, los que fueron conseguidos democráticamente por todos los actores de la sociedad. El resultado fue un proceso de profundos y radicales cambios económicos, políticos, sociales y culturales que pusieron los derechos de todos los ciudadanos por sobre cualquier especulación económica.

No permitiremos que los especuladores, de afuera y de adentro, se lleven por delante nuestra soberanía y nuestra independencia política, económica y jurídica, ni que el Poder Judicial de otros países nos imponga fallos a medida de sus intereses.

La Argentina honra y cumple el pago de sus deudas, y lo seguirá haciendo. Lo hemos demostrado negociando en todo momento y acordando con la mayoría de nuestros acreedores. La Argentina pagó el servicio de su deuda y el juez Griesa está haciendo una retención indebida de esos pagos. Un juez que ilegítimamente afecta a la Argentina y a terceras partes, como a  los tenedores internacionales de bonos que aceptaron el canje. Un juez que se extralimita actuando fuera de su propia jurisdicción.

No se puede ni se debe negociar con los fondos buitres en estas condiciones porque de hacerlo se activarían cláusulas que generarían potenciales reclamos por miles de millones de dólares por parte del 93 por ciento que aceptó de buena fe el canje en 2005 y 2010.

Porque negociar de verdad no significa imponer voluntades ni extorsionar, sino llegar a acuerdos de mutua conveniencia para las partes en conflicto. Los buitres de afuera y de adentro quieren crear la sensación que si Argentina no arregla el 30 de julio sobrevendrán las calamidades. Nos quieren apurar para que cerremos cualquier acuerdo.

Calamidades que si sucederían si se activa la cláusula RUFO o si se dan mejores términos a los buitres que a quienes de buena fe aceptaron la restructuración de la deuda.

Si el juez quiere mantener un mínimo de la ecuanimidad, que hasta el momento no ha mostrado jugando vergonzamente para los fondos buitres, debería permitir que se liberen los pagos que nuestro país efectuó y dar tiempo a una solución consensuada que no afecte a las partes.

La Argentina está preparada para discutir el tiempo que sea necesario. No es lo mismo un default de Griesa, severamente cuestionado en el plano internacional y aún por los medios internacionales del propio "establishment"como el Financial Times y The New York Times, insospechados de simpatía por nuestro país, que un default argentino. Esto no es un default porque no lo es en el plano jurídico y porque Argentina cuenta con los recursos para afrontar los compromisos. 

La situación dista diametralmente de otros momentos de nuestra historia cuando se suspendía el pago de la deuda ante las crisis que el modelo neoliberal de endeudamiento y ajuste producía hasta 2003. Por el contrario, priorizar el crecimiento con equidad y subordinar el pago de la deuda a las reales posibilidades de pago nos permitió desendeudarnos y saldar el peor default el social de 2001.

La Convocatoria Económica y Social por la Argentina reitera el compromiso de resistir el embate de este esquema financiero obsoleto que niega a los pueblos la inclusión y el desarrollo. Y sabemos por experiencia que la única vía para lograr estas dos cosas es el trabajo y la producción.

Los argentinos no vamos a hipotecar nuevamente nuestro futuro ante el avance de los grupos concentrados de poder vengan de donde vengan. Resistiremos de pie y unidos. Es fundamental la unidad del pueblo en una causa nacional, que exige relegar legítimas diferencias políticas ante el serio ataque que sufre la Nación.

Es imprescindible negociar con dignidad, con inteligencia y sin miedo como se está haciendo. Así como el pueblo se unió y valoró el espíritu solidario que se produjo en el mundial de futbol. Es necesaria esa unidad y solidaridad cuando está en juego la Patria. Nos asiste la razón y la justicia. La Argentina unida saldrá adelante.

Todos juntos unidos y movilizados defendamos nuestra Soberanía Nacional.
  
Por todo esto convocamos a defender esta CAUSA NACIONAL en el 3er. Cabildo Abierto de la ciudad de Buenos Aires el día 30 de julio a las 17,00 hs en el Cabildo, Av. de Mayo y Bolívar.

lunes, 14 de julio de 2014

Héroes por Elías Quinteros

HEROES

Elías Quinteros

El fútbol es extraño. Tiene algo que viene de tiempos lejanos. Tiene algo de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad, de las pruebas atléticas que cada cuatro años unían a las ciudades griegas en un acontecimiento común, convocaban a los atletas más importantes de la Hélade y convertían a los ganadores en unos héroes que recibían una corona de olivo y una gloria de dimensiones monumentales. Tiene algo del teatro griego; de las representaciones de las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides; de las escenificaciones de las comedias de Aristófanes; de las interpretaciones de los actores que provocaban la catarsis del público. Y tiene algo de las Fiestas Dionisíacas, de las orgías del dios del vino que lograban que el individuo alcanzase la embriaguez y el éxtasis, perdiese la noción del tiempo y del espacio, desapareciese como tal y, por último, consiguiese la unidad con la naturaleza. Pero, también tiene algo del circo romano con sus carreras de cuadrigas y del anfiteatro romano con sus luchas de gladiadores. ¿Qué es en realidad? Lo ignoro. Es un juego. Es un deporte. Es una actividad profesional. Es un espectáculo. Es un negocio. Y, en definitiva, es un fenómeno sociológico que burla las explicaciones más diversas. Millones de individuos lo practican. Y millones de individuos lo contemplan. Muchos le otorgan una importancia enorme, tan enorme que viven e, incluso, matan por él. Otros no llegan a tal extremo. No obstante, discuten tan violentamente por las cuestiones que lo involucran como los que riñen por los asuntos que rozan la religión o la política. A su alrededor, millones y millones de euros y dólares giran en una danza alocada que acrecienta más de una cuenta bancaria. Y, por esa causa, la lista de los que viven con un lujo asiático, como consecuencia de su generosidad, comprende jugadores; representantes; integrantes de cuerpos técnicos; dirigentes de clubes y de entidades que agrupan a dichos clubes; periodistas deportivos; accionistas de medios gráficos, radiales y televisivos; accionistas de empresas que utilizan a los jugadores y a los clubes para publicitar sus productos y sus servicios; etc. Sin embargo, todo eso no trasluce, ni describe, ni explica lo más significativo. El fútbol también es una pasión.

Sin duda, el dolor de una derrota futbolística es inmenso. Y, además, elude cualquier tipo de medición cuando el objeto de la disputa es importante y cuando la posibilidad del triunfo es real. Nadie empalidece, ni sufre, ni llora, por algo que es intrascendente o por algo que es inalcanzable desde un comienzo. Por eso, la derrota del seleccionado argentino, frente al seleccionado alemán, en el campo del Maracaná, es algo que duele, algo que duele mucho. Quienes tratan de ocultar este dolor, quienes tratan de minimizar su intensidad y quienes tratan de impedir su exteriorización, se equivocan. La copa del mundial de fútbol no es algo menor. Y la obtención del segundo puesto no es como la obtención del primero. Si la copa no fuese importante, los jugadores más habilidosos del mundo no competirían por ella, ni transpirarían las camisetas que los identifican, ni correrían el riesgo de sufrir una lesión. Si no fuese más que un trofeo que premia al mejor de una competencia deportiva, millones y millones de personas no seguirían con angustia el desarrollo de un partido. Evidentemente, ganar no es lo mismo que perder. Y la diferencia entre el primer lugar y el segundo no es ficticia. Por tal motivo, quien desee experimentar el placer de la victoria en la totalidad de su magnitud tiene que estar dispuesto a experimentar el dolor de la derrota en la totalidad de su dimensión: algo que no sucede con las personas que no tienen la honestidad de decir «esto me lastima», «esto me duele», «esto me entristece».

Quizás, sea injusto. Pero, yo no puedo admitir los comentarios de los individuos que afirman con una liviandad absoluta: «Perdimos. Pero, estoy contento. Al fin y al cabo, salimos subcampeones. Y eso significa que el seleccionado argentino figura entre los dos seleccionados más importantes del mundo». Con toda franqueza, no sé qué es peor: si la sinceridad de los que anhelaban el fracaso del seleccionado o la hipocresía de los que no pueden admitir que perdimos. Aquí, nadie sugiere que nos hundamos en medio de la amargura que nos empuja hacia el abatimiento o en medio del resentimiento que nos empuja hacia la violencia, ni que nos enfrentemos con los alemanes o con los brasileños que conozcamos porque algunos exponentes de Alemania nos ganaron y algunos exponentes de Brasil no nos apoyaron, ni que nos dediquemos a romper cada objeto que se encuentre a nuestro alcance, ni que nos inmolemos. Un campeonato de fútbol no justifica esas reacciones irracionales. Mas, tengamos un poco de dignidad. Y digamos la verdad. Nadie celebra la obtención del segundo lugar. Nadie celebra el hecho de quedar en el sitio que está reservado para los que pierden con los que alcanzan el sitial más alto. Nadie celebra la derrota. Quienes festejaron en las calles festejaron algo diferente. Festejaron la actuación corajuda, limpia y generosa de los que lucharon por conseguir la victoria: una victoria que no se escapó de las manos por su culpa, sino que lo hizo por un capricho del destino. Innegablemente, todos fueron derrotados. Todos cayeron. Y todos mordieron el polvo. Sin embargo, no sucumbieron de una forma vergonzosa. Por el contrario, cayeron con una dignidad que es indiscutible. Y, por dicha razón, todos son héroes. No lo son porque fueron vencidos. Lo son porque lucharon, porque acariciaron el triunfo y porque perdieron con honor, con hidalguía, con altivez. A diferencia de lo supuesto por algunos opinadores, los pueblos no admiran a los perdedores o, lo que es peor, a los «ganadores morales»: expresión tristísima que, con toda probabilidad, fue creada por un perdedor que se acostumbró a perder y perder. En cambio, convierten en dioses, en dioses de carne y hueso, a quienes enfrentan la derrota con la grandeza de los colosos y con la fiereza de los leones. Confundir las cosas no es bueno. Y, por otra parte, resulta lamentable cuando algunos que se presentan como «intelectuales», «comunicadores» o especialistas en todo», demuestran que no entienden lo básico del fútbol, ni la relación de éste con la sociedad argentina.